sábado, 13 de abril de 2013

CUENCA CIERTA Y SOÑADA (y 3)


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
En cuanto a la tarde,
No nos ha dado tregua para el descanso.
La única tregua la disfrutamos ahora,
a las ocho de la tarde,
cuando estamos de nuevo en nuestra celda de convento,
intentando asimilar las emociones vividas en Cuenca,
en el casco antiguo de la ciudad de Federico Muelas,
sosegando la miranda en la galería del patio con pozo
que a través de la ventana vemos tumbados en la cama.
Las tejas, las chimeneas, el cielo calmado…

La tarde, entre lluvia y lluvia, nos ha deparado de todo.
Alegría casi infantil
en el trenecillo que nos lleva al Castillo,
la zona más alta de la ciudad en volandas,
mientras nos informa sobre datos históricos, artísticos,
folclóricos de Cuenca
pese a nuestros cánticos y cuchufletas
durante el recorrido:
la Casa Azul, San Felipe Neri,
los Tres Arcos del Ayuntamiento,
la Catedral, San Pedro…
Alegría que culmina en el Mirador del Castillo,
donde, bajo la lluvia ,
como un ser sacado de leyenda,
nos esperaba el guía artístico
que nos va a desvelar los secretos
del casco antiguo.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
En el Mirador, bajo la lluvia,
recortado por unas vistas impresionantes,
El Sagrado Corazón del otro lado
de la hoz del Huécar, sobre los farallones
donde anidan los buitres leonados,
nos habla de la hoz del río abajo,
del Puente de San Pablo que en la altura
su hierro hipotecado salva abismos
entre el Parador Nacional, ayer convento,
y las Casas Colgadas y el gemido
de la Sirena en noches destempladas,
Nos habla de la historia y la leyenda
que conserva como oro en paño Cuenca,
tesoros de arquivoltas y retablos,
de amores y batallas, almenas y sillares
de esta parte más alta
que como proa de barco gigantesco
avanza en mares de vientos y celajes.
 
No nos damos sosiego
y entre abrir y cerrar de paraguas
por escalinatas, callejas, pasadizos
desfila ante nosotros la historia de esta Cuenca
que parece soñada en ocasiones.
Los templos, los museos, los palacios…
Los personajes que tejen a la vez
amores, guerras, muertes y milagros.
Desde San Pedro a La Merced
desenrosca su vida antigua Cuenca.
En medio del camino, la belleza
y la ruina de la Catedral,
las vaquillas de San Mateo,
la Torre de Mangana
que marca la hora que le da la gana
y los tiros de la plaza señalados
en la vieja piedra de las portadas,
sin que falte el alajú y el resolí
para cerrar con buen sabor el recorrido.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Cuenca en volandas que soñó el poeta,
misteriosa y monumental,
casi pájaro, casi ciprés, casi cielo…
Cuenca volada sobre piedra herida
de viento, agua y hielo…
Pensamos mientras el autobús nos lleva
de vuelta a nuestra Cueva del Fraile
y vemos desde la carretera que sigue al Huécar
las casas asomadas al abismo.
 
Repaso la emoción de la Plaza de la Merced
donde pasó un tiempo Tirso de Molina,
los tiros de la guerra estropeando
la paz de la fachada del Seminario,
el eco antiguo del barrio judío
que estuvo en estos lares,
la Torre de Mangana, luz en medio
de las sombras de la calle…
Está cerca la Cueva del Fraile,
las huertas, la cascada,
la roca que vuela sobre la carretera.
Y descanso la mente.

Pero aún resuena bajo nuestros pies
el alto puente de hierro de San Pablo
mientras buscábamos el lugar adecuado
para inmortalizar en nuestra cámara
las góticas Casas Colgadas de Cuenca.
Aquí llevo la cámara, abrazada.
¡Cuánto amor, cuánta admiración,
cuánto desvelo esperan en la galería callada
de la memoria de esta cámara de fotos!
Recuerdos e instantáneas
de momentos contemplados
por la atónita mirada.
Mañana, dentro de un tiempo,
cuando volvamos a ver
esas instantáneas visuales,
paisajes, monumentos,
esquinas de calles y piedras extasiadas,
volverán a nosotros retazos de vida
vividos estos días en la Ciudad del Vuelo.


Tercer día
 
Los últimos días de todos los viajes
se parecen en la tristeza
que representan todas las despedidas.
Pero también se parecen
en la satisfacción que da
el hecho de conservar como en un tesoro de recuerdos
cada segundo vivido intensamente
en el tiempo que duró el viaje,
viaje que siempre es un paréntesis
de sorpresas y aventuras
ajenas a la rutina de la vida cotidiana.
Y mientras el autobús nos devuelve a ella,
más significación adquiere este mágico paréntesis.

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