viernes, 8 de enero de 2010

REFLEJOS DE MENORCA




Es Castell




El tan esperado viaje a Menorca al fin ha llegado. Con lluvia pero con esperanza hemos llegado al aeropuerto de Mahón a las ocho y media después de una odisea de dos horas de preparativos y vuelo movido en especial al despegar en Barcelona y aterrizar en Menorca, por las nubes, claro. Pero ya en la isla más oriental de las Baleares, la cosa cambia. Tras dejar las maletas en el hotel, el Hamilton (cuántas concomitancias con los ingleses, el almirante Nelson y su esposa), primer piso, frente al incomparable puerto de Mahón, hemos tmado el primer contacto con esta bella población marinera de larga historia (se llamó en otras épocas, George Town, Villa Carlos, con lo que deja entrever las diversas dominaciones de la isla) a través de la calle de San Ignacio, la plaza de S'Esplanada, la iglesia... Pero la sensación mayor fue dar con las Calas de las Fonts por Sant Joseph abajo, Darse un paseo entre sol y lluvia por la pasarela de la bahía donde permanecen atracados los barcos de recreo, pasarela de madera visitada por las olas y amparada por las rocas calcáreas, es una gozada y en un paréntesis de la lluvia sentarse en un banco de hierro del muelle recorrido por cafés y restaurantes huérfanos del jaleo estival para ver cómo el sol lucha por abrirse paso entre las espesas nubes, más todavía. Aquí el lamento de las gaviotas es diferente y el mar más amigo del hombre.

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