sábado, 5 de abril de 2025

MEMORIAS DE UN JUBILADO. LA VERDE HUMAREDA (II)

 


El segundo libro, AGUA VIVIDA, no le va a la zaga al anterior, pues lo he reflejado con mayor intensidad como se puede ver ya en la sección titulada Año vivido, en la cual le dedico a la “Verde humareda” seis poemas, Almendro, Marzo, Primavera, Abril, En el día de la Madre y Canto al guano de seda. De los poemas mencionados entresaco los versos siguientes:


I

Árboles valientes,

árboles obreros,

ni el invierno ha podido

detener vuestros pasos seguros

ni amordazar vuestros clamores blancos.

Parecían sumergidos vuestros brazos

en una tristeza aletargada,

y de pronto una mañana fría

se han despertado en pañuelos jubilosos.

Árboles valientes,

árboles obreros,

vosotros sois quienes ponéis un poco

de primavera en los paisajes muertos;

vosotros sois quienes recordáis a vuestros hermanos

la verde resurrección que vivirán.

Por eso yo os saludo

y reanimo mi alma con vosotros.


II

Sube la primavera silenciosamente

por las húmedas gradas de las raíces

hasta llegar al aire alumbradoramente,

al caudaloso marzo inesperadamente.

Primavera y marzo se casan con asombro

de la lluvia y el trueno repentinos

y el urgente sol y el viento desatado.

Primavera y marzo, nido volandero,

lana de merino enganchada en mil ramas.

Sube la primavera en silencios de tallos

y en besos de rosas.

III

Si puedes, sal al campo

y déjate abrazar por el aire.

Contempla los botones de vida de las ramas

estallando en limpísimas hojuelas

como si en ellos la savia universal

buscara la salida a su prisión.

Toma en tus manos una porción de tierra

y goza con su tacto de ternuras de madre.

Escucha los cantos encendidos de mil pájaros

amordazados durante el invierno.

Mira, toma, escucha a tu alrededor.

Mira, toma, escúchate a ti mismo,

envuelto de una vida especial

emanada de la joven primavera.


IV

Abril campanillea en el aire perfumado,

en la lluvia obstinada, en el trueno imponente,

en el nido que engendra mil cantos.

Abril es nacimiento,

es muerte, es resurrección.

El cuerpo de Dios sobre unas andas

pasa por las calles de la Semana Santa,

y al tercer día Dios está otra vez en todas partes,

en la luz y en el cielo encendidos,

en el trigo que vuela hacia la espiga.

Dios está otra vez donando brillos,

aromas y esperanzas.

Abril adolescente,

rabia y deseo, pena y asombro, júbilo y condena.

Nacimiento, muerte y resurrección.


V

Yo hablo de ti como del aire

y de la luz.

Hoy es el día de la madre

y hablo de ti como del aire

y la luz de un recuerdo

de sonrisas, de abrazos,

de pasos por la casa

y de otro mayo,

sabiendo que otros hijos

se abrazan a sus madres

y el calor que mana de su piel

les renueva la fuerza de la vida.

Y yo me abrazo al aire

que me recuerda tu risa,

y a la luz

que me recuerda tu mirada.

Son preferibles a un retrato

donde una cara está detenida en el tiempo

y separada para siempre de una risa

y de una mirada,

y sólo me produce un dolor incurable

que rellena los rincones de mi carne.

Y hoy, que es el día de la madre de los otros,

yo me siento triste

a solas con tu recuerdo.


VI

El tiempo se sembraba en mí

viendo tu blanca fragilidad

llena de seda, de hilo jubiloso,

de dorada esperanza,

buscando luego un rincón

para tejer tu tumba de oro.

No cambiaba por nada

aquel tiempo de infancia.

En el desván,

viéndote desaparecer entre tu seda,

me convertía en algo antiguo,

algo perenne que nada destruye.

Y más cuando de aquel capullo de oro,

colgando del silencio del rincón,

aquel gusano obrero que tú fuiste

salió hecho volátil mariposa.

¡Qué sin par resurrección!

De un callado sacrificio

brotaba la vida limpiamente

mil veces repetida.

 


 

En abril sólo poda el ruin


En mi libro de 1982, LA DURA VIDA AMADA, también hablo de la primavera, como puede verse en los siguientes ejemplos;.

I

La casa de Zamora no tiene primavera,

ni sueños de desván,

ni aceitadas de fiesta

bajo el dulce baúl de la sala materna.

Aunque caiga la lluvia y huela el aire a flores,

a aquellos tres balcones no irá la primavera

--murió en sus cristales el sol de la plazuela--.

Durante un tiempo en las salas desiertas

sonaron todavía pisadas de querencia.

Pero luego el silencio llovió con agua muerta

y sembró en las paredes el invierno y la ausencia.

Desde entonces a la casa la olvidó la primavera.



II

En el núcleo perenne

de mi alma conservo

primaveras sin muerte,

manzanas sin invierno

y semblantes de amor

parados en el tiempo.

Tablones que elevaron

mi andamio duradero.



III

No estoy solo ya nunca

aunque siga lloviendo

soledad en mi entorno.

Tengo suerte de abril,

júbilo de primavera

navegando en mi cuerpo.

Fuera llueve el otoño,

pero dentro de mí

me llueve tu esperanza,

la savia que refuerza

la raíz de mi alma.


IV

Hoy canto la memoria de su presencia

en esta fiesta de primeras amapolas

que tiemblan de amor a la primavera,

a la vida

que repite su materna cosecha.

Hoy canto la esperanza

que me viene de ella,

las albas nuevas

donde se ve la presencia de su siembra.

Levántate

y ven conmigo a admirar la belleza

del regreso de la primavera.


V

Olían también las albas

a tierra fértil y a flores

que todo lo embalsamaban.

Sonaba la voz querida

de la madre de la casa

a misma gloria y a sueño

y a blanca luz de palabras,

mientras nosotros, anclados

en la más bendita calma,

dentro notábamos vuelos

de pájaros y campanas.

¡Qué brillo tenía la paz

de nuestras propias infancias!



VI

¿Qué habrá sido de aquella golondrina,

cuyo viejo cadáver asomado

quedó en el gris cristal de la ventana

como un fantasma fiel a su pasado?

¿Qué habrá sido de aquella claraboya

atenta siempre al cielo, de aquel marco

que llenaba mis ojos de altos vuelos

entre las blancas nubes de mi barrio?

¿Adónde van las plumas que volaban

en los cielos benditos de los barrios?

¿Adónde van las tardes que vivimos

de aquella primavera que soñamos?