jueves, 14 de noviembre de 2024

OTOÑO EN LA POESÍA EN CASTELLANO


 El tema del otoño ha sido, es y será cantado por todos los poetas del mundo debido sin duda a la melancolía que transmite la estación en la que pierden sus hojas los árboles y son abundantes las lluvias, las nieblas y los vientos entre otros fenómenos de la naturaleza. Y como hablar de todos los poetas que se han ocupado en sus versos de hablar del otoño, nosotros nos quedaremos con los poetas de habla hispana que más nos pueden interesar. Y empezamos por el Premio Nobel Juan Ramón Jiménez:

Otoño

"Esparce octubre, al blando movimiento
del sur, las hojas áureas y las rojas,
y, en la caída clara de sus hojas,
se lleva al infinito el pensamiento.

¡Qué noble paz en este alejamiento
de todo; oh prado bello que deshojas
tus flores; oh agua fría ya, que mojas
con tu cristal estremecido el viento!

¡Encantamiento de oro! Cárcel pura,
en que el cuerpo, hecho alma, se enternece,
echado en el verdor de una colina!

En una decadencia de hermosura,
la vida se desnuda, y resplandece
la excelsitud de su verdad divina."


(En el presente soneto de Juan Ramón Jiménez aparecen algunos elementos naturales mencionados arriba: la caída de las hojas, la lluvia, el viento..., y además, y  sobre todo, el encanto que produce contemplar la belleza del paisaje de octubre, que posee, como leemos en el último verso, "la excelsitud de su verdad divina".

 

 Continuamos con otro excelentísimo poeta, Antonio Machado:

Amanecer de otoño

"Una larga carretera
entre grises peñascales,
y alguna humilde pradera
donde pacen negros toros. Zarzas, malezas, jarales.
Está la tierra mojada
por las gotas del rocío,
y la alameda dorada,
hacia la curva del río.
Tras los montes de violeta
quebrado el primer albor:
a la espalda la escopeta,
entre sus galgos agudos, caminando un cazador."


(En la cuarteta central del poema de Machado figuran rasgos característicos del otoño: la tierra mojada por el rocío y el color amarillo de las hojas de los álamos, tan frecuentes en la Soria de su corazón. Y el resto de los versos se encargan de mencionar otros colores y actividades propios de la estación: grises peñascales, montes de violeta; el cazador con la escopeta a la espalda, los galgos...)

Y cerramos esta entrada con otro Premio Nobel, la poeta chilena Gabriela Mistral:

Otoño

"A esta alameda muriente
he traído mi cansancio,
y estoy ya no sé qué tiempo
tendida bajo los álamos,
que van cubriendo mi pecho
de su oro divino y tardo.

Sin un ímpetu la tarde
se apagó tras de los álamos.
Por mi corazón mendigo
ella no se ha ensangrentado.
Y el amor al que tendí,
para salvarme, los brazos,
se está muriendo en mi alma
como arrebol desflocado.

Y no llevaba más que este
manojito atribulado
de ternura, entre mis carnes
como un infante, temblando,

¡Ahora se me va perdiendo
como un agua entre los álamos;
pero es otoño, y no agito,
para salvarlo, mis brazos!

En mis sienes la hojarasca
exhala un perfume manso.
Tal vez morir sólo sea
ir con asombro marchando
entre un rumor de hojas secas
y por un parque extasiado.

Aunque va a llegar la noche,
y estoy sola, y ha blanqueado
el suelo un azahar de escarcha,
para regresar no me alzo,
ni hago lecho, entre las hojas,
ni acierto a dar, sollozando,
un inmenso Padre Nuestro
por mi inmenso desamparo."


(En este profundo y sincero romance Gabriela Mistral, además de dejar claro el rasgo más patente de la estación, que es caída de las hojas (además del "azahar de la escarcha" que por la noche "ha blanqueado el suelo"), se vale de ese elemento físico y natural para hablar de su sentimiento relacionado con el hecho de morir, como queda expresado en los versos siguientes: "Tal vez morir sólo sea/ ir con asombro marchando/ entre un rumor de hojas secas".)

 


jueves, 7 de noviembre de 2024

OTOÑO CON FIGURAS, G. A. BÉCQUER

 


Gustavo Adolfo Bécquer (Sevilla, 1836- Madrid, 1870), deseoso de abrirse camino en el mundo de las letras, viajó a Madrid en el otoño de 1854. Allí sufrió penurias y adversidades de todo tipo y tuvo que emplearse a fondo para encontrar trabajo.

En una Antología titulada POEMAS DE MADRID que publicó la Asociación Prometeo de Poesía (Colección de Poesía Puerta de Alcalá, Madrid, 1985), cuyo prólogo firmó el que entonces era alcande de la capital de España el socialista Enrique Tierno Galván y en la que aparecen nombres singulares de nuestra poesía contemporánea  (José Luis Cano, Jorge Ferrer-Vidal, Gloria Fuertes, Antonio Gala, Ángel García López, José García Nieto, Ramón de Garciasol, Clara Janés, Leopoldo de Luis, Francisco Mena Cantero, Carlos Murciano, Miguek D'Ors, Jesús Hilario Tundidor, Concha Zardoya y un largo etcétera), tengo el orgullo de ver incluido mi poema "Bécquer en Madrid", del que entresaco los siguientes versos:


"Cuando Bécquer llegó a Madrid,/ era otoño. Hojas muertas/ caían de los árboles, como sus años,/ como sus ilusiones./ En un cuarto otoñal de la calle de Hortaleza/ el poeta descansa. Seis reales diarios/ le cuesta este silencio de miseria,/ esta luz hipotecada, este cubo de cinc/ para lavar sus sueños/... Sus Rimas, como piedras de Sísifo,/ rodarán impotentes/ lágrimas abajo./ No encontrará un cadáver, como Zorrilla,/ a quien cantar sus versos de campanas/... El dolorido sentir de su romanticismo,/ sus Ofelias perdidas y sus sepultureros/ quedaron sin papel junto a la orilla/ de frágiles proyectos, junto a húmedos claustros y entre dientes/ mellados de castillos/... Sólo la paz de una estatua yacente,/ a la luz indecisa de una bóveda,/ le acercará sin miedo hasta el umbral/ de la querida muerte."

Decíamos al principio que Béquer se vio obligado a trabajar como redactor y colaborador en distintos periódicos y revistas para poder subsistir, Una de esas revistas fue La España musical y literaria, en la cual, junto con García de Luna y Nombela, dos buenos amigos suyos, asumió la edición de un libro dedicado al poeta Quintana, que acabó siendo regalado a los asistentes a un acto de coronación de dicho poeta. El poema de Bécquer incluido en esta obra se titula A Quintana. La corona de oro. Fantasía, que comienza como sigue:


"El genio de la luz sobre los mares/ tiembla, se agita y su esplendor apaga,/ en tanto que la noche silenciosa/ álzase y tiende las oscuras alas./ El sol desapareció; con él las flores;/ dejó el otero la gentil zagala,/ y de las aves el cantar sonoro/ en las sombrías arboledas calla./ Mas otras flores sus aromas vierten;/ otra armonía en el espacio vaga,/ melancólico son a cuyo  acento/  su cárcel rompe y se desprende el alma./ Las flores son que la diadema ciñen/ con que la oscura noche se engalana;/ son esas aves que al dormido mundo/ himnos de muerte en el silencio cantan..."

De cuantos textos en prosa escritos por Bécquer en Madrid, acaso uno de los más importante sea el que redactó para encabezar su Libro de Gorriones (el de sus famosas Rimas), que empieza así:


Por los tenebrosos rincones de mi cerebro, acurrucados y desnudos, duermen los extravagantes hijos de mi fantasía, esperando en silencio que el arte los vista de la palabra para poderse presentar decentes en la escena del mundo. Fecunda, como el lecho de amor de la miseria, y parecida a esos padres que engendran más hijos de los que pueden alimentar, mi musa concibe y pare en el misterioso santuario de la cabeza, poblándola de creaciones sin número, a las cuales ni mi actividad ni todos los años que me restan de vida serían suficientes a dar forma. Y aquí dentro, desnudos y deformes, revueltos y barajados en indescriptible confusión, los siento a veces agitarse y vivir con una vida oscura y extraña, semejante a la de esas miríadas de gérmenes que hierven y se estremecen en una eterna incubación dentro de las entrañas de la tierra, sin encontrar fuerzas bastantes para salir a la superficie y convertirse, al beso del sol, en flores y frutos. Conmigo van, destinados a morir conmigo, sin que de ellos quede otro rastro que el que deja un sueño de la media noche, que a la mañana no puede recordarse. En algunas ocasiones, y ante esta idea terrible, se subleva en ellos el instinto de la vida, y agitándose en formidable aunque silencioso tumulto, buscan en tropel por dónde salir a la luz, de entre las tinieblas en que viven. Pero, ¡ay!, que entre el mundo de la idea y el de la forma existe un abismo que sólo puede salvar la palabra, y la palabra, tímida y perezosa, se niega a secundar sus esfuerzos. Mudos, sombríos e impotentes, después de la inútil lucha vuelven a caer en su antiguo marasmo. ¡Tal caen inertes en los surcos de las sendas, si cesa el viento, las hojas amarillas que levantó el remolino!..."

En Madrid vivió Bécquer dieciséis años y durante ellos fue feliz e infeliz, tuvo muchos trabajos y perdió no pocos, publicó las Rimas y las Leyendas y muchos artículos en periódicos como El Contemporáneo, del que llegó a ser director, se casó y se separó y siempre estuvo enfermo. Y en el otoño de su muerte se agravó tanto su enfermedad que falleció el 22 de diciembre a los 36 años de edad. Sobre esa circunstancia escribí el poema siguiente, cuyas palabras pongo en boca del propio poeta:


"Estoy haciendo la maleta para el gran viaje,/ y antes de coger el último tren/ quiero dejar escrito un pensamiento/ que siempre asedió el solar de mi cabeza/ y nunca llegué a vestirlo con palabras./ Hace pocos días, en este otoño de diciembre,/ ya revestido con el sudario de la muerte,/ me inscribí en la Sacramental de San Lorenzo,/ sin duda la postrera morada de mis restos,/ como mayordomo en su archicofradía,/ y pagué los novecientos reales/ que dan derecho a asistencia y enterramiento./ Y ayer tan sólo le envié a mi amigo Campillo,/ envueltos en un pañuelo, mis versos y mis prosas,/ pidiéndole que corrigiera o acabara lo oportuno:/ y si me enterraban antes, publicara lo acabado,/ porque estos pulmones míos, derrotados desde siempre,/ no creo que resistan este otoño/ herido por las terribles dagas del invierno vecino."

Cada vez que viajo a Madrid en otoño, me gusta subir por la Cuesta de Moyano para echar una ojeada a los libros de segunda mano que se venden en sus casetass. Y lo hago siempre camino del parque del Retiro para visitar el monumento que la ciudad le dedicó a Bécquer en 1963. Allí me siento un rato frente al monumento y contemplo la figura del poeta de las Rimas durante unos minutos, luego leo siemore la misma Rima, la XXX, que habla del falso orgullo que muchas veces rompe la relación entre dos enamorados:

 "Asomaba a sus ojos una lágrima/ y a mi labio una frase de perdón;/ habló el orgullo y se enjugó en su llanto/ y la frase en mis labios expiró./ Yo voy por un camino, ella por otro;/ pero al pensar en nuestro mutuo amor,/ yo digo aún: ¿Por qué callé aquel día?/ Y ella dirá: ¿Por qué no lloré yo?"

Por cierto, más de una vez algunos amantes de la poesía que me oían recitar esta Rima me preguntaban por qué me gustaba tanto, y yo les respondía que no era el gusto el que me movía a recitar la Rima XXX de Bécquer, sino el hecho de que en sus ocho versos endecasílabos se cifra uno de los motivos más frecuentes de la ruptuta de una relación amorosa, Y es que yo disfruto viendo felices a dos enamorados que, sinceros (la sinceridad es la puerta que abre cualquier relación),  cuando creen que su enamoramiento pasa por un lance difícil, lo hablan y lo discuten hasta que entienden que todo el mundo vive ese momento de tensión que, aclarado, fortalece aún más el amor que se tenían.



 

jueves, 31 de octubre de 2024

OTOÑO, CARPE DIEM


El lugar común literario llamado CARPE DIEM es empleado por los poetas como un deseo imperioso de disfrutar de la vida pese a los aspectos negativos que proporciona el mero vivir. Y así inventan refugios y hasta paraísos efímeros para capear el temporal de las horas bajas que siempre los acechan en el camino diario. Es lo que he intentado llevar a cabo en mi último libro hasta el momento publicado ESTOS OCTUBRES, del que extraigo algunos fragmentos  relacionados con el mencionado Carpe Diem.

 

"Octubre es el heraldo del otoño,/ de los fríos, las lluvias y las sombras,/ pero también del vino y del milagro/ de traernos aún algunas rosas. / Viajeros sin vuelta, en el camino/ vamos viendo agridulces aventuras,/ percances y accidentes familiares/ que nos dejan el alma en la penumbra./ Pero también nos salen al encuentro/ infancias renovadas, juegos, cantos,/ claridades de niños que se duermen/ en la cuna feliz de nuestros brazos." (página 59)



"Con esta luz callada del otoño/ se nos madura el corazón y, fiel/ a los demás se da como simiente/ de alianza, de paz, de entendmiento./ Tras la lluvia, limpio su rostro antiguo,/ la ciudad se despierta más humana/ y la gente camina por la calle/ como recién resucitada, nueva/ como arboleda joven junto al río." (página 61)


"Tú eres la vida,/ llevas reliquias de muchas primaveras/ cargadas en tus hombros/ y decenas de estíos curtiendo tus misterios./ En tu otoño ya tienes, cuajado de aventuras,/ lo que andabas buscando entre plumas y lunes,/ facturas de silencios y sombras de ternura:/ todo el sol para ti en playas y jardines,/ lecturas y sosiegos y amor a la familia,/ Tú eres la vida,/ la vida que fecunda los dulzores/ de todas nuestras uvas." (página 63)

 


"Hoy no traigo unos versos/ escritos con nostalgias,/ con doradas tristezas/ del romántico ayer./ Es tan rico el presente,/ tan caudaloso el río de la vida,/ que apenas tengo tiempo/ de pensar en la nieve/ que le dio vida un día,/ ni en el mar que mañana/ acogerá su muerte./ ¡Cuesta tanto anclar en la mirada/ o apresar con las manos algo vivo/ más allá de un instante!" (página 64)


"A estas alturas de la vida quiero/ tener tranquilidad para poder/ gozar de lo que amo: el mar en el verano,/ un crucigrama azul y las estrellas/ de espuma en la cerveza./ Y aunque el otoño corta las alas a la luz/ un poco cada día/ y la lluvia se empeña en darme su tristeza,/ a estas alturas de la vida sigo/ mirando hacia adelante,/ rellenando el impreso de la lucha/ y esperando estrenar otro paisaje," (página 65)

 



"De este tiempo de júbilo, de racimo hermanado,/ escojamos la esencia del vino y los abrazos/ para que, cuando un día por el camino largo/ de nuestra vida estemos a punto de dejarlo/ y los recuerdos suban con tristeza a los labios,/ podamos ver de nuevo, palpitantes, las manos/ que en racimo querido levantan estos vasos,/ y sonrientes los rostros que están a nuestro lado./ La misma luz feliz con que ahora brillamos /más tarde o más temprano vendrá para alumbrarnos/ y para consolarnos los días de los llantos." (página 68)

 

"Mientras el tiempo lata en nuestro pecho/ y en nuestros ojos brille, nueva,/ la luz de cada   día/ sin la amenaza infiel de la tormenta./ Mientras crezcan las ramas hacia el cielo/ olvidando los lutos de la tierra,/ se poblará de canto, luz y vuelo/ el árbol que nos lleva./ Mientras sigan sonando vuestros nombres/ en racimos de fiestas,/ en anillos de versos,/ nuestro árbol vivirá su primavera." (página 70)

 


"Mis versos, como hojas de otoño,/ han ido cayendo en vuestras manos,/ en las copas de vino que endulzaban/ las voces enredadas en los labios./ Lo he dicho casi todo de vosotros,/ de ti y de mí, y del camino largo/ que juntos hemos ido descubriendo/ y espero que sigamos caminando./ Pero me queda todavía la ocasión/ de pedir más luz para alumbraros/ el camino que os queda recorrer,/ y tierra firme para aguantar vuestros pasos." (página 72)

 

"Cumplir años no es pasar/ las hojas de un calendario:/ es activar los pedales/ para hacer rodar las ruedas/ y recorrer una etapa/ de nuestra propia carrera./ Es manejar el timón/ para que el rumbo sea recto/ y, pese a la marejada,/ llevar el barco hasta el puerto./ Cumplir años es seguir/ navegando en este mar,/ recorriendo nuevas rutas/ y sin dejar de remar." (página 74) 


 

jueves, 24 de octubre de 2024

OTOÑO, LOCUS AMOENUS

 


Continúo lo iniciado en la entrada anterior de OTOÑO EN POESÍA, en el que hablaba de mi último poemario, ESTOS OCTUBRES, que, dedicado al hermano mayor, como enlace entre nuestros padres y nosotros el resto de los hermanos, reúne casi cuarenta poemas que fui escribiendo todos los años, desde 1978 a 2014, para leerlos durante nuestros encuentros de familia, celebrados en octubre, mes en que el hermano mayor cumple años.

 

LOCUS AMOENUS

"Ni nada es como siempre ni todo es como antaño;/ ni tan sabios los ojos ni tan vivas las manos./ Vamos envejeciendo, y hemos andado tanto,/ que nuestras mentes viven a veces de pasado,/ de ilusiones perdidas, de caminos errados,/ de olvidados membrillos y pálidos retratos./ Pero vamos creciendo con la fuerza del árbol/ que sufre los otoños, el hielo y los hachazos./ Y cada primavera vivimos el milagro/ de tener nuevas hojas de futuro en los brazos,/ nuevas causas y soles para seguir andando/ por la senda diaria de este bosque animado." (página 45)

 


"Gracias, octubre:/ tus ricas arcas/ guardan nuestros reencuentros/ de sobremesas plácidas,/ de sonrisas y besos/ al hermano que doma/ diferencias y tiempos./ Gracias, octubre,/ por traernos recuerdos/ y  cosas de la casa/ que un día nos unieron,/ ¡oh, divina pomada/ que cura nuestros miedos!"  (página46)

 

"Aunque a veces la vida/ nos confunda la marcha,/ junto a la línea triste/ donde el silencio manda/ y la luz de la vida/ se disipa en la nada,/ seguirán respirando/ nuestros fieles fantasmas/ con la voz de la madre,/ con el sol de la infancia,/ en las salas vacías/ de nuestra amada casa." (paginas 47 y 48)

 


"Sólo cuando el alma en sus cimientos/ se siente sacudida, el hombre sueña,/ se vuelve otra vez niño y se encamina/ en un soplo de luz a su escalera,/ a su casa querida y a su plaza,/ a la Arcadia más fiel y verdadera./ Y otra vez aquellos ojos y manos,/ que hoy sólo son señales de tristeza,/ volveran a ser alma de cariño,/ de amorosa, de maternal presencia./ Y otra vez aquellos ojos y manos/ que hoy ya tan sólo son silente tierra,/ volverán a ser nidos de futuro,/ sagrada claridad de promavera." (páginas 49 y 50)

 

"Mirando hacia adelante,/ como el árbol que ve marzo en sus ramas/ y siente que la savia viene aprisa/ a preñar de futuro su mirada./ Como el ave que sale a buscar otra/ para tejer el nido una mañana/ y vive sin temer bajo sus plumas/ el cartucho que siempre la amenaza.../ Mirando hacia adelante,/ hacia la luz más nueva, la del alba/ que amanece contigo cada día/ y te abre la puerta a la esperanza.../ Siempre mirando hacia adelante,/ avanza, avanza, avanza,.." (página51)

 


 

CARPE DIEM

 

"Caminando por la vida,/ como quien no hace la cosa,/ llegas al pie de otro otoño dispuesto a beber su copa./ De un trago experto la bebes mientras miras a las sombras/ que se van quedando atrás entre las vividas rosas./ Caminando por la vida,/ como quien no hace la cosa,/ vas cumpliendo otros otoños,/ viendo abrirse nuevas rosas,/ y lo que es más importante:/ siendo tan buena persona,/ y amando, como tú amas,/ lo que aprendiste en Zamora." (páginas 55 y 56) 

 


"Vivir,/ sólo vivir,/ como hasta ahora,/ disfrutando lo bueno de cada hora,/ y no pensar en lo malo/ que un día pueda llegar;/ que aunque es aguda la espina,/ sigue la rosa/ perfumando la mano/ de quien la toca./ Vivamos/ sin buscar preocupaciones,/ junto a los nuestros/ y sus razones/ y no esperar milagros/ que nos confundan/ la luz y el pan./ Vivir,/ sólo vivir,/ y alguna vez soñar." (páginas 57 y 58)

 

(Continuará)

 

miércoles, 16 de octubre de 2024

OTOÑO, TEMPUS FUGIT

 


El otoño gusta más a los poetas que el verano porque es una estación que invita al recogimiento y a la contemplación. Los colores y la calma que se dan en  la naturaleza durante el otoño ayudan a recobrar el equilibrio físico y mental perdidos muchas veces en el verano, con el movimiento, el bullicio y las fiestas.

A mí que me gusta mucho el otoño siempre he querido que esta benévola estación tenga una presencia, si no constante en mi poesía, sí notable y a veces tanto que mi último libro hasta el momento publicado lleve un título íntimamente relacionado con la estación, Estos octubres,(Carena, Barcelona , 2015).

A continuación incluyo algunos versos pertenecientes a los poemas que componen Estos octubres, para que los que no tienen el libro al menos se hagan una idea de su contenido.



TEMPUS FUGIT

"Nosotros, los viejos frutos, / al mirar el brillo añejo / de fotos amarillentas,/ con qué razón comprendemos/ que la vida es algo más/ que mirarnos al espejo;/ es luchar a pecho limpio/ dejando a un lado los sueños;/ levantar por la mañana/ los andamios del esfuerzo,/ y a la noche, desarmarlos/ sin una queja, en silencio,/ con la conciencia tranquila/ y el despertador a tiempo." (páginas 20 y 21)


"Y todo ese pasado tan lejano y reciente/ lo aceptamos sin pena/ porque otro otoño viene a regalarnos/ los brindis y la vida del reencuentro,/ el beso callado de la verdad caliente,/ que es seguir caminando con luz en la mirada/ y sueños renovados en nuestros corazones,/ aunque ninguno de nosotros sea ya el mismo/ y todos ya seamos un año más mayores." (página 23)



"La mejor emoción/ es cantar con la gente/ que nos quiere y nos siente/ con luz del corazón./ Y aunque el tiempo es tormento/ por su veloz torpeza,/ tendremos la certeza/ de haber sido un momento/ racimo duradero/ de alegre compañía,/ oro puro de un día/ de un otoño sincero./ Es verdad que nos vamos/ de nuevo a otras tormentas/ de andamios y de cuentas/ que nunca deseamos./ Pero dentro de nada/ volveremos a vernos./ Y otra vez los inviernos/ serán dulce alborada." (página 25)


"Entre el agua vivida, cauce seco,/ que ya no riega el alma como entonces,/ y el río que nos lleva hacia adelante,/hacia paisajes nuevos y experiencias/ que harán de nuestros barros nuevos cuencos,/ será mejor seguir el agua viva/ y olvidar de una  vez la noria vieja;/ Lavarnos de una vez la ropa sucia/ y salir como niños sin malicia/ a jugar con el sol de la mañana." (páginas 26 y 27)




LOCUS AMOENUS

"Nos enseñaron bien. Buenos maestros/ tuvieron nuestras vidas zamoranas./ Ya no oímos sus voces. Ya no vemos sus cuerpos./ Pero ¿quién de nosotros, sin perder la emoción,/ podrá decir que no siente a su lado/ el aliento constante de sus almas? Siempre irán con nosotros. Serán siempre/ la brújula que oriente nuestra marcha./ ¿Para qué la tristeza si ellos laten/ aún en nuestras venas cotidianas/ y seguirán latiendo en los caminos/ que nuestros nietos abrirán mañana? (páginas 37 y 38)


"¿Qué luces y qué sombras nos esperan?/ ¿Qué nuevas esperanzas están siendo/ creadas para el árbol zamorano/ que aún en nuestras almas sigue entero?/ Yo sé que la semilla paternal/ crece limpia en nosotros. Y el anhelo/ de hacer la cosas siempre con justicia,/ que en nosotros también sembraron ellos,/ nos unirá otra vez./ Y siempre juntos, como ramas de un mismo tronco eterno,/ seguiremos amando las raíces/ que nos convierte en sol contra el invierno." (páginas 42 y 43)


(Continuará)

domingo, 6 de octubre de 2024

OTOÑO, EL FANTASMA DEL CINE MARAGALL

 


EL FANTASMA DEL CINE MARAGALL

Allá por los últimos años de la década de los sesenta del siglo pasado, cuando aún nosotros íbamos a ver alguna que otra película al cine Maragall de Barcelona, una tarde de otoño un hombre de mediana edad encontró allí la muerte mientras veía La mujer X, de un infarto de miocardio, según dijeron las noticias de la noche en la Televisión. Desde entonces hasta el momento en que el cine Maragall se cerró para siempre, siguiendo el camino de tantos otros, como el Venecia, el Diamante, el Odeón, el Virrey Amat, etcétera, todos en la misma zona, no volvimos a ver una sola película en el Maragall. 

La muerte repentina de aquel espectador anónimo nos quitó las ganas de volver. Justo una semana antes del triste suceso también nosotros habíamos ido a ver La mujer X, la historia extraña de Holly Parker, personaje encarnado por Lana Turner, una de nuestras actrices favoritas de entonces a la que llamábamos la estrella de la mirada triste y que habíamos visto en muchas otras películas, El cartero siempre llama dos veces, Imitación a la vida, Cautivos del mal, La senda prohibida, Brumas de inquietud, Retrato en negro… No dejábamos de hablar de la muerte de aquel hombre ni de la película. ¿En qué momento exacto de ella había dejado él de ver las imágenes proyectadas en la pantalla? ¿Su corazón había dicho basta cuando la modesta dependienta de San Francisco daba el sí quiero a Clyton Anderson en el mismo altar de la iglesia en que ambos contrajeron matrimonio? ¿O fue en la mansión de Connecticut donde el magnate establece su hogar familiar tras casarse al ser recibida la pareja por la madre de Clayton, una mujer dominante que viviría con ellos incluso después del nacimiento de su hijo Clay? ¿O acaso sus ojos sin vida se quedaron fijos en la terrible escena en que el divertido playboy Phil Benton, en quien Holly había buscado refugio para aliviar la soledad a la que la habían conducido las constantes ausencias de su marido, que muere en un accidente de coche?


Pasó el tiempo y aquel suceso de la muerte de un hombre mientras veía La mujer X en el cine Maragall se fue con él hasta perderse en el olvido al que suele envolver el polvo del pasado. Hasta que en junio de 1995 la Televisión dio la luctuosa noticia de la muerte, causada por un cáncer de esófago, de Lana Turner, símbolo sexual de los años cuarenta. Entonces irrumpió en nuestra memoria, con la violencia de la lava de un volcán, el recuerdo de La mujer X y el infarto fulminante que sufrió aquel espectador anónimo mientras veía la película. Y esa misma noche tuve una pesadilla que, para mi desasosiego, se repitió en varias ocasiones con tanta verosimilitud que me obligó a escribirla a grandes rasgos en una postal de Connecticut que luego quemé. Al poco tiempo dejé de tener aquel mal sueño. En él siempre veía yo las mismas escenas: Lana Turner bebía lentamente el contenido de un vaso de whisky mirando fijamente al espectador, que acababa de morir ligeramente ladeado en su butaca. Cuando la actriz acababa de beber acudía al lugar donde se encontraba el difunto, le daba la mano y lo invitaba a seguirla. Como dos fantasmas enamorados enlazados por la cintura atravesaban las paredes y salían a la calle. En la acera me cogían entre los dos y me elevaban en el aire a tanta velocidad que me obligaban a cerrar los ojos. Cuando los abría, sólo estaba a mi lado el hombre muerto, vestido con un lienzo traslúcido, que me decía: “Sólo podrás deshacerte de mí quemando mi nombre.”


 


viernes, 27 de septiembre de 2024

OTOÑO, LA LUZ MELANCÓLICA

 



I.

Vivir este presente, esta caricia

de otoño y de cerveza, estos donaires

de andamio consentido y cama alegre

donde el amor es cómplice del sexo.

Vivir la luz de ahora,

comprobar que la trama de la vida

no es alma de novela:

sólo huella y rastro y gesto y canto

de latido presente,

sencillo compromiso con la esencia

de ser antes que nada flor que muere,

fuego humilde que arde con la leña

del tiempo bien vivido.


Y aprender de los pasos cotidianos

que todos somos barros en los dedos

de algún dios despistado

que al azar en pie nos puso una mañana

y al instante se olvidó de nosotros.

Sin embargo, madurar con la fe

de la uva que algún día será vino.





II.

El viento está que acosa, hiere y mata

las ramas de los sauces. Vuelan muertas

las hojas amarillas y se posan

como plumas sin vida de oropéndolas

en la orilla del río, lluvia de oro

que llena de nostalgia nuestras vidas

al pensar que también fuimos felices.

“Ven; no pases de largo. Para; quédate.
Ya no hay remedio, salvación posible”.

La belleza es tirana: obliga a verla,

a darle el corazón, a amarla siempre

aunque nada nos deje en su partida.

Así mi amor por ti, que fuiste el viento

que arrasó los ramajes de mi vida.

(A José García Nieto)




III.

Mañana otoñal.  Ahora esperas

sobre el andén al tren que vendrá pronto

mientras lloran las letras en las hojas

del diario gratuito.

No discriminem les persones amb SIDA

Nuevas pistas señalan al vecino de los McCann

Kidman teme seguir los pasos tristes

de la Princesa de Gales.

¿Qué te reportará el día en Barcelona?

¿Saldrá tal vez el sol? ¿Habrá alguna incidencia en la salida

cultural con los chicos?

El manco de Lepanto y dos novelas

pasadas al teatro y luego el vicio

de recorrer los pasos del Manchego

por las calles vetustas de Barcino.

Pensamientos de miedo y esperanza

El miedo al aire entre las hojas secas

que se mueren con quejas amarillas

y el aire quieto de ausencias transparentes.



El tren llega, lo coges. Dentro el mundo

del libro y del trabajo

enzarzan

sus ardientes condenas.

Barcelona expectante

te aguarda tras el vientre de los túneles.

Llega Clot, el teatro, Cervantes

y una boda engañosa.

Dos actores

se multiplican en soldados,

licenciados, doncellas,

damas taimadas que ocultan sentimientos.

Abren cestas de mimbre,

izan velas, dialogan, cantan

simulando voces dulces de mujer...

todos los trucos

de la tramoya que no da más de sí,

un telón y las sombras

y la Portada

de las doce Novelas Ejemplares.

Los premios del aplauso y se fini.

La humedad de la calle, el barrio suelto,

ruidoso entre semáforos, las tiendas

y la gente de espaldas a la muerte,

caminando con luz en la mirada

hacia los duros mercados de la vida.



De nuevo los andenes, los billetes

del tren de cercanías

que alejan los olvidos y los miedos

y acercan en suspiros virtuales

la esperanza de los últimos andenes.

Y abandonas el vientre subterráneo.

Profesores y alumnos como topos.

Ascendéis a la luz de la Plaza.



Devenís aves libres

de vuelos callejeros,

ríos habladores

en busca del Quijote por el Gótico,

el Call, la Sinagoga,

los balcones que antaño voceaban

al paso de los héroes.

El mar estaba cerca. El fin al borde

de una herida en la arena, velas rotas

por arcabuces ciegos. Y en la playa

de la imaginación

Sansón Carrasco vence al caballero,

pone punto final a la locura.


Cerca está la casa de Cervantes.

Desde ella otea aún el mar caliente

de aventuras, galeras y grilletes,

y ve caer vencido a su otro yo

a punta cruel de lanza de destierro.

Madrid le espera ya sin tumba fija

a la deriva entre docenas de esternones,

calaveras y tibias. Eso piensas

mirando la fachada

que frente al mar recuerda el paso vivo

del Manco de Lepanto en Barcelona.



Mientras arriba, el cielo encapotado,

aguanta la tristeza del momento.

Cruzáis la Layetana, gotas frías

os ungen de repente. El muro gris

de Santa María del Mar lava

su silencio con lluvia de otro otoño.


Mientras sigue la llama

del vecino Fossar de las Moreras

diciendo Cataluña no quiere ya más eñes,

no quiere más palabras de Castilla en la lista

de los muertos por la Comunidad.


Pero la lluvia cae con eñes de cien sueños

sobre las duras baldosas de la plaza.

Los alumnos descansan mientras comen

en los bares cercanos.

Y tú con tus colegas

visitáis las Caputxes.

Sentados a la mesa en la ventana

veis el arco apuntado de la iglesia.


Lasaña y vino. Y lluvia

tenaz sobre la plaza.

Cada adoquín es ya charol humilde,

y en tu alma se moja la semilla

de la nostalgia inútil.


Se reanuda el paseo, ya de vuelta,

hacia los vientres trepidantes de los túneles

con la fatiga hiriendo

los escudos más fuertes.

Os saluda Picasso al pasar por su patio

y os muestra la ropa hecha jirones

de un arte de entreguerras de una guerra

pintada en las Meninas y en cerámicas,

en trastiendas de polvo y oro viejo

de la calle Montcada.


Pasáis por Arcos Rojos

con murciélagos regios en los bordes

y leyendas de finales de siglo

cuando Onofre Bouvila imitaba al Quijote

en manos de Mendoza, otro Cervantes

sin deriva y sin ganas de soñar

en anónimas tumbas.



Como tú,

a quien de toda la salida cultural

te queda solamente el ruido de la plaza

de San Felipe Neri, los zumbidos

de unos niños jugando a la pelota

y los gritos callados de los tiros

grabados para siempre en las paredes.

Cervantes, el teatro, Barcelona.

Y el fusilamiento impasible del olvido.

(A los profesores y alumnos de La Románica)