LO QUE SE PIERDE
Todo era entonces joven y atrevido.
La juventud podía con los ebrios
retozos de la noche en armonía
con la cómplice miel de la bohemia.
Atrás quedaron versos y dibujos
sembrados en efímeros papeles,
y nombres, vivos nombres que evocaban
momentos de amistad: los Baños Viejos,
Canuda, Petritxol, el Pino…, puertas
abiertas a la magia de Barcino.
Las borracheras duraban lo que
duraba el fiel arrobamiento. Luego
volvíamos al refugio de los Beatles
y descendíamos por toboganes
de magia y creación. Afuera el mundo
ascendía en andamios acrobáticos
y las palomas pintaban las estatuas
con sus grises de fuego y de ceniza.
Y si era en el verano la ciudad
un diamante entregado a quien osaba
entrar en su recinto misterioso,
en el invierno era una dama hermosa
que ofrecía su cuerpo con la lluvia
y el olor de alquitrán y los sonidos
perdidos de la noche a quien quería
poner en el tablero su ventura.
El tema era el placer del vino mago
que hacía derramar poemas tristes
a lo Buesa, o el deambular romántico
por calles enjoyadas de Gaudí
o templos de Picasso. Pero había
un viejo nubarrón que amenazaba
la mies de la familia, un huracán
dispuesto a derribar la luz de casa.
Un tren de medianoche atravesó
sin un descanso lágrimas y tierras
mientras en el macuto me quemaban
mil versos contra Dios, contra la vida,
contra la primavera que inundaba
los campos de lujuria. Llegué, limpio
de llantos, hasta el lecho donde el padre
aguardaba mi beso, mi palabra,
tal vez la confesión de que él había
significado todo para mí.
Y nada hice ni dije: tristemente
lo miré como al barco que se aleja
dejando tras de sí una ausencia blanca.
Y los amigos siguieron compartiendo
conmigo borracheras y cigarros,
poemas y pinturas. Pero todo
había ya cambiado sin remedio.
Y las palabras nos sonaban tristes
porque sabíamos que algo puro, vivo,
a punto estaba de desvanecerse.
Como el perfume de una bella dama
que deja nuestro cuarto tras amarnos.
Como si aquella Barcelona nuestra
estuviera diciéndonos adiós.
INVASIÓN DE IGOR MITORAJ
Mitologías extrañas
han invadido las calles de Barcelona.
Quien quiera verlo que vaya hasta la Rambla.
Y una noche verá en medio del mundo
la cabeza de un héroe mordiendo el alquitrán,
cuerpos sin alas, dioses
vendados y vendidos a la vista
que quiera comprarlos por dos pasos
o una copa en el bar vecino.
Y una mañana llena de sol y acacias
se encontrará seres fantásticos e inventados
invadiendo la vida cotidiana
con su pasado y su historia
fragmentada y vencida.
Cuerpos sin brazos, cabezas cercenadas,
rostros vendados, eros sin aventura,
martes sin batallas...
podrás ver una tarde si caminas
por el corazón de Barcelona.
No les pidas ayuda; ellos son
quienes necesitan apoyo para ser
de nuevo ícaros y volar bien arriba,
no a flor de asfalto ni de quiosco de postales.
Lo único que puedes es estrechar la mano
de esa sombra con puro que pasea
entre su creación, ese Mitorag
vestido de negro como la muerte
que intenta dar la vida al hombre de hoy
encarnado en tanta mutilación.
No te dirá nada si, como un niño,
entras en la cabeza de Eros
y ves que el amor ha huido
entre las vendas, lejos, tal vez rambla abajo,
hacia el mar, o rambla arriba
al Tibidabo.
Vete un día hasta esa escenografía
de belleza paisana y quédate con que el hombre
es un dios sin Olimpo un héroe sin victoria,
un hombre que despierta cada día
con un milagro al alcance de la mano.
CARTA ABIERTA
PARA DESTERRAR AL OLVIDO
Antes de que la lluvia
del implacable olvido
borre el recuerdo que tengo de la blanca,
sonora, dulce, viva Barcelona.
Antes de que el agua de la distancia
y la carcoma de la indiferencia
derriben a Colón de su columna
de flores submarinas.
Antes de que la lluvia desatenta
abata el pan de piedra que amasó Gaudí
con mágicas cerámicas y altos vidrios
del mundo mal compuesto del recuerdo.
Antes de que las flores y los pájaros
de las Ramblas se agosten y enmudezcan
en el jardín sin suerte de mi alma,
antes de que el olvido me oscurezca,
quiero, amiga, que bajes una tarde
a aquel barrio de templos y de vinos
y repitas mi nombre en las esquinas
donde el arte se besa con la carne.
A ver si, de repente, aquí, tan lejos,
en el mundo fugaz de la añoranza,
brota limpia y brillante, intacta y viva
la Barcelona que viví contigo.
B DE BARCELONA
Barcelona existe si la miro
o me mira ella a mí,
y las flores cortadas de las Ramblas
respiran más a punto de morir,
y Colón en su altura,
sumida su mirada en alta mar,
me espera a que lo mire
y viva tantas veces cuantas yo lo recuerde
así, empinado en la columna falo
que atraviesa sin pecado el cielo,
o enciscado por palomas, tiempos
que encalan de ceniza su destino.
Barcelona no es nombre
ni destino de viaje.
Es misterio sin más, vivo prodigio
que transforma mi vida
cuando quiero mirarla y voy y la miro.
LA TORRE AGBAR
Obús, supositorio, pene libre
sobre la polución de Barcelona.
Dedo de Dios, menhir de Montserrat,
remedo acristalado de una torre
de la Sagrada Familia, ciprés quieto
bajo la luz del día, que lo quema
y le da brillos de luto. Chorro
de surtidor helado, que la noche
convierte en magia pura, colorido
catalán que marca el límite
entre la vieja ciudad y la otra, nueva,
que mira al mar y al mundo del futuro.
Arquitectura transgresora
--Jean Nouvel la hizo glande y proyectil
y cohete espacial...--, especial,
ya será siempre un hito allí en Las Glorias,
entre el Gaudí universal
y el Mar eterno.
INVASIÓN DE IGOR MITORAJ
Mitologías extrañas
han invadido las calles de Barcelona.
Quien quiera verlo que vaya hasta la Rambla.
Y una noche verá en medio del mundo
la cabeza de un héroe mordiendo el alquitrán,
cuerpos sin alas, dioses
vendados y vendidos a la vista
que quiera comprarlos por dos pasos
o una copa en el bar vecino.
Y una mañana llena de sol y acacias
se encontrará seres fantásticos e inventados
invadiendo la vida cotidiana
con su pasado y su historia
fragmentada y vencida.
Cuerpos sin brazos, cabezas cercenadas,
rostros vendados, eros sin aventura,
martes sin batallas...
podrás ver una tarde si caminas
por el corazón de Barcelona.
No les pidas ayuda; ellos son
quienes necesitan apoyo para ser
de nuevo ícaros y volar bien arriba,
no a flor de asfalto ni de quiosco de postales.
Lo único que puedes es estrechar la mano
de esa sombra con puro que pasea
entre su creación, ese Mitorag
vestido de negro como la muerte
que intenta dar la vida al hombre de hoy
encarnado en tanta mutilación.
No te dirá nada si, como un niño,
entras en la cabeza de Eros
y ves que el amor ha huido
entre las vendas, lejos, tal vez rambla abajo,
hacia el mar, o rambla arriba
al Tibidabo.
Vete un día hasta esa escenografía
de belleza paisana y quédate con que el hombre
es un dios sin Olimpo un héroe sin victoria,
un hombre que despierta cada día
con un milagro al alcance de la mano.
INVASIÓN DE IGOR MITORAJ
Mitologías extrañas
han invadido las calles de Barcelona.
Quien quiera verlo que vaya hasta la Rambla.
Y una noche verá en medio del mundo
la cabeza de un héroe mordiendo el alquitrán,
cuerpos sin alas, dioses
vendados y vendidos a la vista
que quiera comprarlos por dos pasos
o una copa en el bar vecino.
Y una mañana llena de sol y acacias
se encontrará seres fantásticos e inventados
invadiendo la vida cotidiana
con su pasado y su historia
fragmentada y vencida.
Cuerpos sin brazos, cabezas cercenadas,
rostros vendados, eros sin aventura,
martes sin batallas...
podrás ver una tarde si caminas
por el corazón de Barcelona.
No les pidas ayuda; ellos son
quienes necesitan apoyo para ser
de nuevo ícaros y volar bien arriba,
no a flor de asfalto ni de quiosco de postales.
Lo único que puedes es estrechar la mano
de esa sombra con puro que pasea
entre su creación, ese Mitorag
vestido de negro como la muerte
que intenta dar la vida al hombre de hoy
encarnado en tanta mutilación.
No te dirá nada si, como un niño,
entras en la cabeza de Eros
y ves que el amor ha huido
entre las vendas, lejos, tal vez rambla abajo,
hacia el mar, o rambla arriba
al Tibidabo.
Vete un día hasta esa escenografía
de belleza paisana y quédate con que el hombre
es un dios sin Olimpo un héroe sin victoria,
un hombre que despierta cada día
con un milagro al alcance de la mano.
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