Confidencias de
Azorín
Me dices en tu carta, con una timidez que me
enternece, que, si puedo, antes de hablarte de Zorrilla y demás dramaturgos
poetas, te cuente las confidencias que hace Azorín en su libro Las confesiones de un pequeño filósofo
para ayudar a una sobrina tuya en sus deberes escolares. Pues bien, aunque
preferiría que fuera esa sobrina tuya quien descubriera esas confesiones
mientras lee el libro del autor de Castilla,
que merece la pena, voy a satisfacer tu petición. Exceptuando la Introducción,
Dónde escribí este libro, en la que
no hay ninguna por tratarse de una mera descripción del lugar en que Azorín
escribió sus “confesiones”, éstas son las que hace a lo largo de los primeros
catorce capítulos del libro:
Yo no sé si
escribir: Duda si un pequeño granito de arena como él debe escribir o no
esos igualmente minúsculos acontecimientos de su vida.
Escribiré: Decidido
a escribir pide comprensión al lector acerca de las liviandades que al fin y al
cabo son propias de todos los muchachos.
La escuela: Unas
litografías de pasajes bíblicos fueron siempre motivo de pesadillas durante
toda su vida.
La alegría: En
sus juegos infantiles destaca la figura de una criada que le inspiraba por
igual admiración y ternura.
El solitario: La
figura de este hombre solitario le recuerda el sutil lazo que une a los hombres
pese a las ingratitudes.
Es ya tarde: La
idea de que siempre es tarde, aunque no supiera para qué, fue siempre
fundamental en su vida.
Camino del
colegio: La vuelta al colegio le produjo siempre una gran amargura.
El colegio: Describiendo
el colegio, confiesa la delicia que suponía para él pasear por la huerta
contigua a él.
La vida en el
colegio: En la misa diaria, de madrugada, en el colegio encuentra la raíz
de esa obsesiva idea del misterio y del porqué y el fin de las cosas.
La vega: La
continua vista desde la sala de estudio de la vega yeclana y particularmente de
una pequeña y solitaria casa constituyó para Azorín una evasión de sus
preocupaciones.
El Padre Carlos:
El matiz melancólico de este personaje que hacía callar a todos despertó en
el escritor una secreta veneración.
La lección: Eran
ratos desagradables en la sala de estudio ante de guarismos y áridas
definiciones que culminaban en la amarga situación de ignorancia frente a las
preguntas del profesor.
La luna: Tras
su primera visión de la luna a través de un telescopio, siente que ha entrado
en él de repente la poesía.
Yecla: Su
espíritu se ha formado en Yecla, que para él es “un pueblo terrible”.
Y dile a tu sobrina que lea el libro, que así conocerá
de primera línea no sólo la forma de ser y de pensar de un escritor que ayudó a
entender qué era España en uno de los momentos más difíciles de su historia: la
pérdida de nuestras últimas colonias, sino también el estilo comedido, ameno,
eficaz y lírico de uno de nuestros mejores escritores de la Generación del 98.
Lección de
Machado (I)
Veo por tu carta, querida amiga, que, con la intención
de ayudar a tu sobrina, y esquivando las semblanzas de Zorrilla y demás
dramaturgos poetas que pueblan la literatura española hasta Lorca, pasando por
Valle-Inclán, prefieres, ya puestos, que te hable del poeta por antonomasia de la Generación del 98, es
decir, nuestro don Antonio Machado que Dios tenga en su gloria y los dioses en
el Parnaso, que tanto mereció. Sea y más cuando creo que don Antonio puede
servirte de guía espiritual en el camino de la poesía que tan juiciosamente has
emprendido.
Primera afirmación: Machado es el poeta de la Generación del 98. Ya
sé que quedó dicho más arriba, pero es importante insistir en ello. Su poesía,
todo idea, sentimiento, amor, paisaje de Castilla e inquietud por la situación
histórica de España justifican esa insistencia.
Segunda afirmación igualmente fundamental: Sencillez,
claridad y serenidad son las tres características esenciales de su quehacer
lírico.
En cuanto a su vida, ésta transcurrió apaciblemente.
Viajó, fue profesor, se casó, intervino raras veces en política y murió. Si
bien conviene añadir que lo más triste de su existencia fue en primer lugar la
muerte de su joven y reciente esposa Leonor y en segundo lugar la suya propia
fuera de su querida España, en un hotelito de la costa francesa, casi olvidado
de todos. Aún sus restos descansan en ese trozo de tierra francesa llamada
Collioure, muy cerca de la española, pero no en ella.
De su obra poesía, conviene hablar por lo menos de dos
libros: Soledades y Campos de
Castilla. Los poemas del primero (publicado en 1903) fueron escritos entre
1899 y 1902, y aunque entonces estaban en pleno apogeo las formas modernistas,
Machado siguió caminos diferentes. Pues si en el elemento poético para los
poetas modernistas contaban especialmente el valor fónico de la palabra, el
color, la línea y un complejo de sensaciones, para nuestro poeta contaba más
“la honda palpitación del espíritu, lo que pone el alma, si es que algo pone, o
lo que dice, si es que algo dice, con voz propia, en respuesta con el contacto
del mundo”.
La estética de Soledades
se puede resumir en esta otra afirmación: El hombre puede sorprender palabras
de un íntimo monólogo, las ideas cordiales, el sentimiento. El libro fue
refundido en 1907 con este título: Soledades,
galerías y otros poemas.
En cuanto a Campos de Castilla, publicado en 1912,
recoge experiencias vitales del poeta de cinco años transcurridos en la tierra
de Soria; dichas experiencias orientaron sus ojos y su corazón hacia lo
esencial castellano. Dice el poeta que “somos víctimas de un doble espejismo:
si miramos afuera y queremos penetrar en las cosas, todo el mundo externo se
desvanece y pensamos que no existe por sí, sino por nosotros. Y si nos
convencemos de que nuestra intimidad es real y miramos dentro, todo nos parece
venir de fuera y es nuestro mundo interior, nosotros mismos, lo que se
desvanece. Lo que podemos hacer es soñar nuestro sueño, vivir. Así pues, la
misión del poeta es inventar nuevos poemas de lo eterno humano, historias
animadas que siendo suyas vivan por sí mismas.”
En Campos de
Castilla (he aquí una nueva afirmación) “el romance es la suprema expresión
de la poesía. Y en cuanto a los temas tratados en el libro, están presentes
junto a la preocupación patriótica, el amor a la naturaleza, “que en mí supera
infinitamente al amor del arte” y meditaciones sobre los enigmas del hombre y
del mundo, sin olvidar la inquietud, la angustia, el temor y la impaciencia que
siente, al lado de la resignación y la esperanza.
Como esta carta se está alargando más de la cuenta, la
acabaré diciendo que todo en Machado es contención de expresión y emoción
controlada pese a que dentro del alma del poeta reina el dolor más inmenso. Hay
muchísimos ejemplos de lo que digo en sus obras, pero uno de los más claros es
el siguiente que aparece en Campos de
Castilla y que hace referencia a la muerte de su joven y reciente esposa
Leonor Izquierdo:
“Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería;
Oye otra vez,
Dios mío, mi corazón clamar.
Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía.
Señor, ya
estamos solos mi corazón y el mar.”
Lección de
Machado (y II)
Veo por tu carta que quieres que te hable más de esa
contención de expresión de don Antonio y de su emoción controlada a través de
otro poema de Campos de Castilla. Y atendiendo a tu petición he encontrado éste
que casi sigue al anterior con el número CXXI:
“Allá, en las
tierras altas,
por donde traza el Duero
su curva de ballesta
en torno a Soria, entre plomizos cerros
y manchas de raídos encinares, 5
mi corazón está vagando, en sueños...
¿No ves, Leonor, los álamos del río
con sus ramajes yertos?
Mira el Moncayo azul y blanco; dame
tu mano y paseemos. 10
Por estos campos de la tierra mía,
bordados de olivares polvorientos,
voy caminando solo,
triste, cansado, pensativo y viejo.”
por donde traza el Duero
su curva de ballesta
en torno a Soria, entre plomizos cerros
y manchas de raídos encinares, 5
mi corazón está vagando, en sueños...
¿No ves, Leonor, los álamos del río
con sus ramajes yertos?
Mira el Moncayo azul y blanco; dame
tu mano y paseemos. 10
Por estos campos de la tierra mía,
bordados de olivares polvorientos,
voy caminando solo,
triste, cansado, pensativo y viejo.”
Pues bien, dicho poema lo escribió Machado en mayo de 1913 a un año escaso de la
muerte de su mujer. El poeta ha regresado a Baeza y camina por los campos de
olivos del lugar. Nos confiesa que está “solo, triste, cansado, pensativo y
viejo”, pero entonces, por ese milagro de la memoria, sueña despierto que se
encuentra en las tierras altas de Soria donde conoció a Leonor y se casó con
ella; así pues, el corazón del poeta vaga en sueños, y en ese estado habla a
Leonor como si siguiera viva y le pregunta por los álamos del río que tantas
veces fueron testigos de su amor mientras caminaban por la orilla del Duero; y
en un intento de hacer realidad lo que sueña su corazón nostálgico, le pide que
mire una vez más al Moncayo y le dé su mano para pasear otra vez juntos. Es
sólo un momento de alegría porque enseguida cae en la cuenta de que su sueño
sólo es un sueño: su mujer ha muerto y él ya no está en Soria, sino a mucha
distancia de allí, en Baeza, caminando solo por los campos de olivos. Todo se
queda en una triste evocación de aquella Soria de tiempos mejores cuando aún
vivía su mujer y su compañía le hacía el hombre más feliz del mundo.
En el poema pueden distinguirse tres apartados bien
significativos:
En el primero hay una alusión a la tierra de Soria por
donde el sentimiento del poeta camina en sueños (versos 1 a 6).
En el segundo se mencionan los elementos reales del
sueño: el diálogo con Leonor, los álamos del río, el Moncayo, la mano de su
mujer, el paseo sentimental (versos 7
a 10).
Y en el tercer apartado se da el regreso doloroso a la
realidad presente, donde el poeta se halla en otra tierra, la andaluza, lejos
de la castellana, “solo, triste, cansado, pensativo y viejo” (versos 11 a 14).
En cuanto a la expresión, dejando aparte la excelente gradación de los
cinco adjetivos que, además de mostrar a la perfección el estado de ánimo del
poeta, cierran el poema de forma magistral, conviene destacar algunos detalles
importantes: el primero de ellos es el adverbio “allá”, con el que arranca el
poema y que tiene aquí un tono elegíaco, de distancia insalvable, muy en
consonancia con la emoción nostálgica que vertebra el tema de la composición.
El sintagma nominal “tierras altas” alude a la meseta en la que se halla Soria,
lugar donde tiene lugar el núcleo del sueño del poeta. En cuanto a la metáfora
“curva de ballesta”, que alude al trazado que realiza el Duero en torno a la
ciudad, se da la circunstancia que el poeta la ha empleado hasta en cuatro
ocasiones en su obra. “Cerros plomizos”, “raídos encinares”, añaden a la nota
anterior del río, dos rasgos descriptivos del gusto de Machado para pintar las
tierras de Soria con cuyo paisaje se identifica íntimamente, un paisaje ya
observado directamente ya sólo desgraciadamente recordado. El “vagar en
sueños”, lo mismo que “galerías”, “corredores” y otros sinónimos, constituye
uno de los motivos temáticos más representativos de la obra poética machadiana.
Respecto de los versos 7 a
10, tratan de hacer una emotiva evocación de su difunta esposa y de todo el
tiempo pasado junto a ella en la tierra Soriana, y donde la expresión “dame /
tu mano y paseemos” es un vano deseo del poeta de hallar compañía; deseo o
súplica de ayuda que se rompe de repente ante la inexorable realidad de los
campos andaluces, de la propia soledad y el cansancio del poeta, envejecido
además por la tristeza, y a quien sólo le queda el don de evocar el pasado, que
siempre es doloroso porque nunca regresa. Finalmente, el cauce que ha elegido
para expresar ese cúmulo de ideas y sentimientos ha sido la silva arromanzada
(no en balde el romance es su estrofa preferida), forma métrica más en
consonancia con el sencillo relato de su triste experiencia.
Hasta la tuya, mi muy querida amiga.
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