domingo, 15 de julio de 2012

Patadas al diccionario


¿Adónde nos lleva la mala pronunciación?



Es de sobra conocido el modo peculiar de pronunciación  del idioma que tienen los hablantes de las diversas comunidades autónomas, pronunciación que, por sus características propias, nadie puede poner en solfa. Sin embargo, pasar esa pronunciación a la escritura es ya del todo inaceptable. Y si el medio donde se realiza esa operación es un periódico, el caso mortifica más aún y daña la vista del paciente lector.

Un ejemplo palmario lo ha ofrecido estos días Huelva información, uno de los diarios más importantes de la ciudad andaluza, al tratar el caso de la niña incapacitada que ha conseguido una silla de ruedas para solucionar un tanto su calidad de vida.

Dejando aparte el desafortunado comentario del “periodista” de turno, según el cual al fin, todo iba sobre ruedas, la frase más sangrante es la siguiente:

“Ana y sus padres rebozan de alegría.” (Con z, ceceo normal en la lengua hablada.)


Lo de rebozar en las artes culinarias podría pasar si no se abusara del huevo y la harina.

Es evidente que lo que debió escribir el “periodista” es:

“Ana y sus padres rebosan de alegría.”

En sentido figurado, “estar invadidos por un sentimiento o estado de ánimo, de tal intensidad, que se manifiesta palpablemente”.

Recuérdese que rebosar es un verbo intransitivo que significa en primera acepción “derramarse un líquido por encima de los bordes de un recipiente en que no cabe.”

Rebocemos adecuadamente la carne o el pescado, y si nos salen apetitosos, rebosemos de alegría. Y a cumplir con el idioma.




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