domingo, 13 de julio de 2025

A LA ORILLA DEL MAR.

 


I

Entre el mar de Alborán y la Sierra de Gádor

se extiende el sueño de plástico

--sueño de inciertas riquezas y seguras frustraciones--.

Cuando las palmeras de los paseos se ven amenazadas por el rodar constante de los coches,

recogen sus esbeltas figuras y bajan a la playa a bailar sevillanas.

Velas de barco de mármol sueñan pasados que no volverán

mientras las acompañan surtidores de presente,

puesto su afán en un futuro incierto.

Al contrario que el faro,

que ha olvidado pronto las antiguas navegaciones

para acoger entre sus muros exposiciones de pinturas

--ventanas abiertas a la representación de la vida y la belleza,

bodegones de flores y figuras humanas--.

Como el Castillo de Santa Ana,

puro envoltorio de la historia

--en pie sigue la traza de su fortificación, puro recuerdo de sus glorias guerreras en los cañones que toman el sol como los jubilados en la explanada--,

que conserva un mirador

desde el que se puede gozar  la bahía de Almería.

Hoy sus ataques de piratas y moriscos,

incendios y terremotos

se han convertido en una exposición de los Desastres de la Guerra de Goya

en lo alto de su claustro renacentista

--lo más digno de ver del conjunto del Castillo--.




II

Te sientas en la orilla y te descalzas

para jugar a ser diosa de tu destino por un momento

y caminas, entre las posidonias relajadas,

por la orilla de las olas felizmente.

No hay nadie más que tú y el mar.

Yo apenas cuento:

sólo soy tu sombra enamorada,

y el mar lo sabe porque rubrica a tus pies

con su blanquísima y afiligranada caligrafía

su disposición a seguir embelleciéndote

para premiar mi mirada.



III

Es una tarde gris como las aguas del mar,

como las nubes que pesan en el cielo

y amenazan desplomarse de un momento a otro.

Desde el balcón de la habitación contemplamos

lo único blanco que permanece a esta hora en su sitio:

la curva de la espuma de las olas dibujada en la arena de la playa.

Lo demás es gris

y un lamento prolongado que vuela con el viento

hasta enredarse en los azotados escobajos de las palmeras.

Pero nuestros corazones están en paz

y ningún pensamiento negativo turba nuestras cabezas.

Además esta tarde gris como las aguas del mar,

como las nubes que pesan en el cielo,

mañana será un recuerdo del pasado

y en nuestros ojos habrá otro cielo y otro mar,

y seguirá la paz reinando entre nosotros.


FELIZ MES DE JULIO DESDE TOSSA DE MAR

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