Por ello traigo aquí el tema de la Navidad visto por gentes de buenas intenciones y sanos sentimientos como los poetas, y dentro de ellos los españoles, que los tenemos más cerca. Y como estamos en las fechas que estamos, los villancicos pueden un buen motivo.
Empiezo con un villancico de Lope de Vega, al que podríamos llamar perfectamente el poeta de los villancicos:
"Pues andáis en las palmas,
ángeles santos
que se duerme mi Niño,
tened los ramos.
Palmas de Belén
que mueven airados
los furiosos vientos
que suenan tanto;
no le hagáis ruido,
corred más paso.
Que se duerme mi Niño,
tened los ramos.
El Niño divino
que está cansado
de llorar en la tierra
por su descanso,
sosegaros quiere un poco
del tierno llanto.
Que se duerme mi Niño,
tened los ramos.
Rigurosos hielos
le están cercando;
ya veis que no tengo
con qué guardarlo.
Ángeles divinos
que vais volando,
que se duerme mi Niño,
tened los ramos."
Del siglo XVII pasamos al siglo XX, en boca de Juan Ramón Jiménez que, aunque no se prodigó en el tema navideño, sí lo hizo en los buenos sentimientos (no olvidemos que de su mano salió Platero y yo, libro escrito pensando en el mundo inocente de los niños):
"Jesús, el dulce, viene…
Las noches huelen a romero…
¡Oh, qué pureza tiene
la luna en el sendero!
Palacios, catedrales,
tienden la luz de sus cristales
insomnes en la sombra dura y fría…
Mas la celeste melodía
suena fuera…
Celeste primavera
que la nieve, al pasar, blanda, deshace,
y deja atrás eterna calma…
¡Señor del cielo, nace
esta vez en mi alma!"
En boca de Gerardo Diego, poeta que tocó casi todos los temas profanos y divinos: taurinos, musicales, geográficos, artísticos, sociales, educativos, históricos ... y no podían faltar los religiosos, como este que estamos tratando nosotros:
"¿Quién ha entrado en el portal,
en el portal de Belén?
¿Quién ha entrado por la puerta?
¿quién ha entrado, quién?.
La noche, el frío, la escarcha
y la espada de una estrella.
Un varón -vara florida-
y una doncella.
¿Quién ha entrado en el portal
por el techo abierto y roto?
¿Quién ha entrado que así suena
celeste alboroto?
Una escala de oro y música,
sostenidos y bemoles
y ángeles con panderetas
dorremifasoles.
¿Quién ha entrado en el portal,
en el portal de Belén,
no por la puerta y el techo
ni el aire del aire, quién?.
Flor sobre impacto capullo,
rocío sobre la flor.
Nadie sabe cómo vino
mi Niño, mi amor."
En boca de Gloria Fuertes, una poeta que deleitó con sus versos a los lectores más jóvenes:
"La Virgen,
sonríe muy bella.
¡Ya brotó el Rosal,
que bajó a la tierra
para perfumar!
La Virgen María
canta nanas ya.
Y canta a una estrella
que supo bajar
a Belén volando
como un pastor más.
Tres Reyes llegaron;
cesa de nevar.
¡La luna le ha visto,
cesa de llorar!
Su llanto de nieve
cuajó en el pinar.
Mil ángeles cantan
canción de cristal
que un Clavel nació
de un suave Rosal"
Y así podríamos seguir deleitándonos y alegrándonos leyendo villancicos hasta la llegada de nuestra propia Navidad, sin olvidar, por ello aquel final de villancico popular que, sin embargo, cada vez que llegan estas entrañables fiestas a cada uno de nuestros hogares y a cada una de nuestras familias, toca nuestros corazones una mano melancólica. Aquel villancico que empieza bien, como otro cualquiera, y que acaba de forma triste y contundente, cosas de la vida y de la muerte, que siempre van unidas:
"A Belén pastores, a Belén chiquitos,
que ha nacido el Rey de los angelitos.
Los pastores de Belén, todos juntos van por leña,
para calentar al Niño que nació en la Nochebuena.
En el portal de Belén, hay estrellas, sol y luna;
la Virgen y San José y el Niño, que está en la
cuna.
La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va,
y nosotros nos iremos y no volveremos más."
¡FELIZ NAVIDAD A TODOS!






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