viernes, 30 de agosto de 2013

A VECES DIOS ES ASÍ. Poema rescatado


     El poema que incluyo en esta entrada, formó parte en otro tiempo de una colección de relatos a caballo entre el ensayo y la lírica. Incluso apareció en este mismo blog bajo otro título. Hoy lo presento aquí con la forma final.


 
A veces
Dios es así                                                                         

Dios necesita ver desde más cerca la tierra.
Desde tan alto no puede arbitrar los destinos humanos.
Necesita ver a las personas a una altura prudente;
de otra manera,
éstas escaparían fácilmente
de sus continuas acechanzas,
del mismo modo que las hormigas,
ocultas entre la hojarasca del jardín,
burlan mejor las intenciones de los niños
de pisarlas con sus enormes zapatillas de deportes.
 
A Dios no le gusta viajar en avión
porque sólo podría controlar
las vidas de quienes viajan con él
apretujados en la lata de sardinas del cielo.
Y eso sería
hacerle un flaco favor a su arrogante omnipotencia,
acostumbrada a los multitudinarios desastres.
De ahí que, lógicamente,
aborrezca las nubes,
cuya aburrida belleza
la deja para los poetas sin inspiración y sin talento
que cualquier tema,
por insignificante que parezca,
les satisface.
Insistimos,
lo que quiere Dios
es estar lo más cerca posible del hombre,
pero sin que éste lo vea,
para no verse obligado
a sufrir una de sus rabietas existenciales;
de modo que,
oculto y pertrechado
a una altura prudencial de la víctima,
pueda desde su tramoya mover los hilos
con toda la impunidad del mundo
y a la vez sin que sea advertida su trampa.
Amparado, pues, por su invisible ventaja,
aprovecha cualquier momento de indecisión
de tantos como experimenta el hombre
a lo largo de una sola jornada
para mover el hilo de una mano enemiga,
de un pie agresivo,
de una mente perversa
o de un corazón desenamorado.
Y cuando se cansa de su juego diurno favorito
cambia de tercio
y aprovecha las sombras nocturnas
y se vale del descanso reparador
para irrumpir como un bandido
en la alcoba de los sueños,
modificar los temperamentos de sus protagonistas
y confundir al sujeto con apariciones de monstruos,
hechos afligidos o aventuras peligrosas
de donde casi siempre sale derrotado.
Sólo cuando la pesadilla
hace despertarse sobresaltado al que sueña,
empapado de sudor
y presa de espasmos y palpitaciones,
abandona como un cobarde los bastidores de la escena,
alegrándose del infortunio del sujeto.
 
En vez de un padre solícito
que hace lo imposible
para ayudar a sobrellevar los avatares de la vida a su hijo,
se comporta como un padrastro sin entrañas.
 
Menos mal que el resto de las veces
se olvida de nosotros.

jueves, 29 de agosto de 2013

LECCIONES DE MÉTRICA


Primera lección. Cómputo de sílabas
 
 
 
 
Dices que sabes contar
en cada verso sus sílabas.
Demuéstralo en estos cuatro
que acaban en esta línea.
 
Si te digo que los cuatro
todos tienen ocho sílabas,
seguro que, sorprendido,
me respondes que es mentira.

--El primero, añadirás,
tiene sólo siete sílabas:
di ces que sa bes con tar
(poniéndolas en negrita).
 
Y no es verdad, cuando acaba
el verso en aguda sílaba,
se le suma una; por tanto
logra tener ocho sílabas.

En cuanto al segundo y cuarto,
--Tienen los dos nueve sílabas,
dices y escribes de ejemplo:
to dos tie nen o cho sí la bas.

Y no es verdad, cuando acaba
en esdrújula la línea,
se le resta una; por tanto
consigue las ocho sílabas.

Finalmente, en el tercero
ves claramente ocho sílabas
contando la sinalefa
que forma la quinta sílaba.
 
Y hablando de sinalefas
aquí las tienes escritas:
demuéstralo en y que acaban
(en las dos últimas líneas).
 

martes, 27 de agosto de 2013

DE QUEVEDO A VELÁZQUEZ


 
En la anterior vuestra merced me contaba lo mal que lo había pasado sirviendo de aprendiz en el taller de Francisco Herrera el Viejo y las malas pulgas que gastaba el pintor. Sin embargo, a mis oídos ha llegado en estos últimos tiempos cosas no tan malas y alguna hasta positiva; y no sólo me refiero a la obra pictórica que ha salido de sus esplendorosas manos, de la que recuerdo dos cuadros que siempre me han gustado mucho: los Pasajes de la vida de la Virgen y El último juicio. Aunque la anécdota que voy a narrarle (tal vez vuestra merced la conozca ya) está relacionada en parte con una de sus pinturas más famosas, el cuadro que pintó a San Hermenegildo y que se conserva en el convento de los jesuitas del mismo nombre de Sevilla.
Y vamos a la anécdota. Resulta que entre las murmuraciones que los muchos enemigos que tenía Herrera habían propalado por la ciudad andaluza destaca la de que el pintor fabricaba monedas de oro falsas, y llegó un momento en que no sólo era murmuración pues había algunos que aseguraban haber visto esas monedas en poder del pintor y estaban dispuestos a presentar pruebas de ello en cuanto se lo pidiese la justicia. Y llegó a tanto el asunto, que esta última se dispuso a actuar lo más rápidamente posible. Avisado sin embargo Herrera por un amigo de confianza, corrió a refugiarse en el Colegio de San Hermenegildo, donde tiempo atrás había pintado el cuadro que sobre el santo mártir se halla colgado en el altar mayor de la iglesia. Allí nadie fue a molestarlo y durante años vivió en completa paz al lado de los frailes del convento. Hasta un día en que el pintor vio que se hacían grandes preparativos en el Colegio como si una personalidad muy importante estuviese a punto de visitarlo. Y así fue porque al día siguiente nada más y nada menos que el rey Felipe IV, acompañado de la Reinay de un nutrido grupo de cortesanos, fue a visitar el convento. Y recorriendo las galerías, los patios y las dependencias de la construcción, el Rey se quedó extasiado en la contemplación del cuadro de San Hermenegildo que domina el retablo del altar mayor de la iglesia. Al punto preguntó al fraile que le guiaba en la visita el nombre del autor de tamaña maravilla, y el interpelado le contestó:

--El autor, su majestad, es un fabricante de monedas falsas que, para salvarse de la justicia, vino a refugiarse a este convento, donde todavía sigue viviendo entre nosotros.

--Como en esta causa son juez y parte—respondió enseguida el Monarca—que comparezca ante mí ese artista fabricante de monedas falsas. Deseo conocerlo.

Y dicho y hecho. Fueron a buscar a Herrera, que, temeroso por lo que pidiera ocurrirle, se presentó ante el Rey arrojándose  a sus plantas.

Entonces Felipe IV tocó con sus manos la frente del pintor y dijo mientras volvía a mirar al cuadro de San Hermenegildo:

--Quien ha sido capaz de pintar con sus manos tan excelso cuadro, no necesita oro y plata para vivir. Levantaos, que sois libres de vuestro delito, siempre que no volváis a cometer ningún otro de parecida importancia.

Y hasta aquí la anécdota que le anuncié. Ahora me gustaría que me contara vuestra merced alguna cosa de cuando estuvo a las órdenes de su segundo maestro Francisco Pacheco.

lunes, 26 de agosto de 2013

LO QUE QUEDA DEL MOLINO DE SA PUNTA


 
Lo que queda del molino de Sa Punta
canta ahora a la sombra
en un césped del jardín del paseo de Ses Fontes
frente al azul impecable de la bahía.
Las ilustres maderas,
el viento detenido entre sus nidos,
la rueda sin movimiento…
Todo duerme apaciblemente su merecida siesta.
 
Acaso mi compañera
sueña en la harina de otro tiempo,
que es también el de ahora,
el tiempo eterno que sabe respirar
en su mirada de miel,
el tiempo sin tiempo…
 
Los barcos esperan en los muelles,
sin prisas,
como la Carabelaen el nido del Huevo,
como los niños ante el teatro de marionetas del Paseo,
como el libro que respira dentro de su ternura…
 
La tarde es una amante fiel
que aguarda bella en el paseo del mar
entre tiendas de perfumes y pareos.
 
Los dos caminamos dejándonos llevar
como las gaviotas en los caminos del aire.
 
¡Esta calma isleña,
esta luz tranquila!
¡Renglones para no morir nunca,
para vivir ya siempre colgados de los sueños!
                                                                                                       San Antonio (Ibiza), 2010

domingo, 25 de agosto de 2013

AUTORRETRATO DE ESPINÁS EN CASTELLANO (y 3)


Pienso que es bueno que un escritor sepa circunscribirse a sus límites de capacidad. Si no se puede convivir felizmente con el oficio, debe ser difícil convivir con la vida. Describir es un ejercicio  fundamental. Entrenarse en la observación y en la crítica del resultado. Describir para aprender a desenamorarse del yo, probablemente mediocre. Todo lo que se escribe tiene fecha de caducidad. Prohibirse tanto la soberbia como la humildad.

Literatura es lo que los editores, los críticos, los autores, los lectores o los no lectores creen que es literatura.

Vivir, escribir. Dos oficios satisfactorios, personales, para extinguir. (Què rima amb escriure.)

 

Poner una hoja de papel blanco en la máquina de escribir es como prepararse una trampa a uno mismo. He caído en ella unos cuantos miles de veces. Una trampa especialmente peligrosa porque no es traidora, no oculta nada. Utiliza precisamente el vacío para inmovilizar a la víctima. Pero yo no soy la víctima de ella, sino el autor de La Trampa. La he creado para poder entrar en ella y encontrar la manera de salir de ella. La salida no la he descubierto nunca buscando la palabra mágica, sino pensando un poco. La acción de pensamiento indispensable para continuar pensando el día siguiente –y si puede ser, de una manera más precisa. La trampa de obligarse a pensar un poco cada día hasta que pensar se convierta en un hábito.

Para salir de la trampa del papel blanco no se ha de esperar que llegue un gran pensamiento, porque uno se expone a vivir siempre en la trampa vacía. Hay bastante con un pensamiento sencillo y redondo, que es el que nos dará confianza para prepararnos una nueva trampa. (Posar un full de paper.)
 

 


Los animales se lo pasan todo, de generación en generación. Cuando muere un humano, todo lo que sabe, todo lo que ha aprendido, desaparece. Los rastros que quedan en los otros de todo lo que ha construido día a día, a lo largo de tantos años, son rastros irrisorios. No podemos heredar nada, no podemos trasplantarnos nada. Hay sistemas informáticos compatibles, pero no hay sistemas cerebrales acoplables. (Cervells.)

 

En ningún lugar se ha dicho todo. Ni a nadie se ha dicho todo. Sólo una pequeña parte, muy limitada, del hipotético todo se ha dicho a alguien, en algún lugar y en algún momento.

Es más razonable creer que nunca se ha dicho nada que se pueda repetir exactamente al mismo oyente o al mismo lector. Porque quien dice cambia, y también cambia quien escucha o lee lo que se dice.

Confunden pensar y decir… Sospecho que no todo ya está definitivamente pensado, en este mundo, pero es seguro que no está todo dicho. Porque decir –en una conversación de amigos, en una página literaria—siempre es un decir que depende del carácter o del ánimo personal, de las palabras que se encuentran o se eligen, del espacio y del tiempo en que se han elegido o encontrado.

Decir no es un qué ya construido para siempre, sino un cómo, que se construye cada uno. Y por eso, a lo largo de las generaciones, continuamos hablando y escribiendo. Y escuchando y leyendo cosas que no nos habían dicho nunca. (No s’ha dit tot.)
 

 

 

sábado, 24 de agosto de 2013

AUTORRETRATO DE ESPINÁS EN CASTELLANO (2)


Las emociones que me hacen sentir las debe ordenar el cerebro, mientras que una melodía, ondulante, es como una serpiente que infiltra un veneno directamente en la sangre. Lo que me enternece no son las palabras que no siento, la memoria de una situación que no he vivido.

Puede ser la sensación biológica del paso del tiempo. Como si el cuerpo tuviera unos sensores que captaran este paso en la sucesión de estímulos musicales. (Melodies.)

 

Cuando escucho a una persona importante –por su ética, su inteligencia, su cultura, su vitalidad--, procuro entender lo que dice. (Mirar, escoltar.)
 

 

Lo que identifica una obra de arte es la creación de un ritmo. En el cine, no sólo la belleza de las imágenes, sino el ritmo de su montaje. En el teatro, más que lo que se dice, el ritmo escénico. En la pintura, no sólo la calidad de los colores, sino la composición en un espacio. En la música, no la producción de unos sonidos, sino la elección de un ritmo ordenador. En la narrativa, más que las palabras, las frases organizadas en una sucesión rítmica determinada.

La acumulación de gestos, de sonidos, de colores, de palabras no es nada. Sólo son acciones. La acción necesita un ritmo para que sea una obra de arte – o para nos parezca arte a nosotros. (Ritme.)

 

Como escritor, los adjetivos me dan un poco de miedo. El adjetivo sorpresa conviene que vaya detrás. Cuanto más suave sea el que va delante y más duro el detrás, el efecto es más sugerente: un cielo rosado y moribundo. La adjetivación es una técnica de selección y combinación.

La fabricación de adjetivos puede ser hecha con una astucia profesional de tanta calidad que no se descubra el truco. Pero se ha de ser prudente. Con demasiados cubitos de hielo se enmascara tanto la excelencia como la mediocridad de un whisky. (Adjectius.)

 

Hace milenios que hay bosques y montañas y valles oscuros y silenciosos en la noche. La Naturaleza (con mayúscula). No es la mía. Demasiado vaga, inmensa, distante. Permanente. Mi minúscula naturaleza propia es de ámbito pequeño, pero dialogante. Temporal. Cuando camino por las calles y me doy cuenta de que las luces están ahí, siento la compañía del mundo donde quiero vivir. No hay cielo, no hay desierto sobre la cabeza; sólo hay en él lo que está a la altura de los ojos. Los escaparates. La gente que espera delante de un cine…(Llums de tardor, a ciutat.)

 

La memoria del paladar depende de la memoria de la situación. Qué ves, qué te rodea, con quién estás, cómo te encuentras, las ganas de estar bien… Lo que comes entra en esta memoria. (Parlant de pressecs.)

 

Las ventanillas de los aviones son mis mejores profesores de geografía. Desde un avión entiendo muchas cosas. Clarísimas lecciones sobre la organización de los espacios.

A pie y en avión, los dos grandes viajes, por el atlas geográfico, por el atlas humano. (Des de l’avió.)

 

Afortunadamente, conocerse uno mismo es imposible.

Un viaje a pie es un viaje al exterior de uno mismo. Un intento higiénico de desprotagonizarse. Contra la vanidad de autodefinirse, el placer de inventarse. A cada paso, el hombre que se mueve renuncia a una posición que había adquirido. (Interior i exterior.)

 

La vida es una sucesión de olvidos fácilmente asimilables. (Mary Poppins.)

 

Pienso que es bueno que un escritor sepa circunscribirse a sus límites de capacidad. Si no se puede convivir felizmente con el oficio, debe ser difícil convivir con la vida. Describir es un ejercicio  fundamental. Entrenarse en la observación y en la crítica del resultado. Describir para aprender a desenamorarse del yo, probablemente mediocre. Todo lo que se escribe tiene fecha de caducidad. Prohibirse tanto la soberbia como la humildad.

Literatura es lo que los editores, los críticos, los autores, los lectores o los no lectores creen que es literatura.

Vivir, escribir. Dos oficios satisfactorios, personales, para extinguir. (Què rima amb escriure.)
 

 

 
Poner una hoja de papel blanco en la máquina de escribir es como prepararse una trampa a uno mismo. He caído en ella unos cuantos miles de veces. Una trampa especialmente peligrosa porque no es traidora, no oculta nada. Utiliza precisamente el vacío para inmovilizar a la víctima. Pero yo no soy la víctima de ella, sino el autor de La Trampa. La he creado para poder entrar en ella y encontrar la manera de salir de ella. La salida no la he descubierto nunca buscando la palabra mágica, sino pensando un poco. La acción de pensamiento indispensable para continuar pensando el día siguiente –y si puede ser, de una manera más precisa. La trampa de obligarse a pensar un poco cada día hasta que pensar se convierta en un hábito.

Para salir de la trampa del papel blanco no se ha de esperar que llegue un gran pensamiento, porque uno se expone a vivir siempre en la trampa vacía. Hay bastante con un pensamiento sencillo y redondo, que es el que nos dará confianza para prepararnos una nueva trampa. (Posar un full de paper.)

jueves, 22 de agosto de 2013

AUTORRETRATO DE ESPINÁS EN CASTELLANO


                    (A partir de Temps afegit, La Campana, Barcelona, 2001)

 

La vida es azar, desde el hecho del nacimiento hasta el hecho de la muerte.

No tengo la sensación de haber perdido el tiempo, ni tampoco el de haberlo explotado. He gastado el tiempo libremente en actividades y en pausas diversas, sin haberme propuesto ningún plan de inversión.

Tengo tendencia a narrar observaciones y cierta coherencia personal. A estas alturas de la vida me tranquiliza poder continuar escribiendo con libertad. (Temps afegit.)

 

La oscuridad y la claridad hacen la bandera del mundo. (La persiana.)

 

Me gusta ir a pasar ocho días en una ciudad extranjera.

En el momento en que miro el primer escaparate, o espero que el semáforo se ponga verde, o leo en una placa el primer nombre de una calle, es cuando siento que el viaje ha comenzado, que puedo jugar al azar del espacio y sentirme en él señor del tiempo. (Quan comença el viatge.)
 
 

 

 
La mirada tiene una memoria que también envejece. (La finestra.)

 

Me gusta escuchar algunas canciones que recogen un hecho muy concreto de la experiencia humana. Canciones hechas con la inteligencia de la sencillez, porque sus autores sabían que el corazón funciona con pequeños latidos, y las emociones que perduran no son nunca las taquicárdicas.

Una canción capaz de crear un escenario permite que todo el mundo entre en él. (Aquestes cançons.)

 

Si decimos que hay cosas que pasan de padres a hijos es porque la vida individual no puede pasar. Morir quiere decir alzar una barrera impenetrable y, en los hijos, lo que más se ve del padre es su ausencia. Esta ausencia aparece en un gesto, en una manía, porque hemos heredado la manía o el gesto como una fatalidad, mientras que los sentimientos y los pensamientos que había detrás no han podido transmitirse. (Mirar els germans.)

 

No sabría entrar en una platea de teatro abriendo simplemente una puerta, como la puerta del piso, la de la oficina, la del café habitual. El misterio solicita un mínimo itinerario.

Compadezco a los que suben a un barco cuando ya retiran la escala, me gusta estar sentado en la platea de un teatro antes de que el barco empiece a moverse, embarcado en la magia del viaje inminente y, expectante, asistir al nacimiento del primer oleaje. (Seure al teatre.)
 

 

Miro todo lo que hay en las fotos. Muchas cosas. Pero todo se me desenfoca inmediatamente porque cuando miro estas fotos veo en ellas lo que no hay.

Una fotografía inmoviliza lo que reproduce y no puede retratar nunca nada de lo que hay alrededor. Y todo lo que hay alrededor es lo que yo veo cuando miro una fotografía. Una buena foto es la que nos hace revivir lo que no sale en ella, el punto de partida para recuperar lo que se ha hecho invisible. (Fora de les fotografies.)

 

Nunca he creído que un escritor pueda elegir de qué manera quiere ser. Un escritor es como es y escribe como escribe.

Ser un escritor de mayorías o de minorías es una fatalidad incorregible. Está inscrita en los genes de cada escritor, a quien le han tocado un cerebro, una sensibilidad y una aptitud narrativa, descriptiva y de lenguaje que constituyen su identidad natural de escritor. Si ya no ha sido posible inventarse la clase de escritor que uno es, siempre fracasará el intento de inventarse el escritor que uno no es.

Un escritor sólo puede producir vinos de su denominación de origen. Si eso se viera claro, la paz literaria sería un hecho. (La fatalitat de l’escriptor.)

 

Pienso que sin proponérmelo, escribo para algunas personas que pertenecen a uno de estos dos ámbitos diferentes, el minoritario y el mayoritario. Y lo pienso porque algunas personas de una clase y algunas de la otra me dicen que me han leído.

Este hibridismo tal vez proporciona, como compensación, un cierto relativismo higiénico-mental vital. (L’hibridisme.)

martes, 20 de agosto de 2013

DE VELÁZQUEZ A QUEVEDO


 
 

Me pide vuestra merced que le recuerde detalles de mi vida relacionadas con mi obra pictórica y, como es natural, empezaré por el principio, es decir, por los años en que fui aprendiz de pintor. Y todo sucedió de la forma más sencilla. Como mi padre viera que emborronaba los libros y cartapacios de mis primeras letras con dibujos de todo tipo, encontró más acertado ponerme en la escuela de Francisco de Herrera el Viejo. Éste era como artista muy buen pintor, pero como hombre tenía el carácter de un basilisco; así que muy poca gente lograba convivir bajo su mismo techo. Con decirle que su hija por no aguantar su condición desabrida y áspera se metió monja y su hijo huyó a Italia tras robarle, se lo digo todo. Los discípulos tampoco aguantamos mucho sus intransigencias e insultos, y yo mismo, cansado de que recriminara mis formas y procederes en repetidas ocasiones y sin causa conocida, abandoné el taller no habiendo cumplido aún los catorce años para ingresar en el de Francisco Pacheco.
Los dos Franciscos sólo se parecían en el nombre pues este segundo era un modelo de sabio sencillo y generoso que no dudaba en trasmitirnos a los discípulos cuanto sabía de técnicas y modos pictóricos, a la vez que nos daba ánimos cuando alguna parte del proceso de la pintura emprendida se nos resistía.

lunes, 19 de agosto de 2013

DOS JOYAS DE LA COMUNICACIÓN

Ligando bronce

La otra noche me llevé una sorpresa morrocotuda al oír decir a un periodista deportivo que una atleta española había ligado bronce en una prueba de su especialidad. Así, había ligado bronce, sin duda en vez de había conseguido una medalla de bronce. En mis tiempos se decía ligar bronce a ponerse moreno en la playa en verano.
 
 
 
 
 
Necesidades físicas de perro
 
Y hoy, en un telediario de mediodía, a la pregunta formulada por la periodista de turno a un usuario de la playa sobre si veía bien que los perros compartiesen la playa con los bañistas, ni corto ni perezoso soltó esta primicia: No veo bien que entren aquí los perros porque por todas partes hacen sus necesidades físicas y líquidas. Delicado el hombre, desde luego; pero confundir físicas con sólidas... El lapsus es bueno, pero la frase a que da lugar, verdaderamente simpática. ¿No les parece?

viernes, 16 de agosto de 2013

UNA BODA ESPECIAL


1.
Ellos forman cuatro parejas amigas, tres casadas con papeles y la cuarta a la buena de Dios, mejor dicho a la mala de Dios porque, según suelen afirmar las tres primeras en broma, viven en pecado mortal. Víctor, el hombre de una de esas primeras parejas, ha tramado gastar una broma simpática a la cuarta, y acaba de comunicar su plan a las otras dos parejas legales. Plan que, tras ser aprobado por unanimidad, llevarán a cabo el próximo domingo en Playa de Mar.

En resumen, simularán una boda de la pareja ilegal. Víctor ha preparado unas invitaciones que, al parecer, las tres parejas casadas han recibido de la cuarta. Y así se lo harán saber el domingo en caso de que les pidan explicaciones por su proceder. Dicha boda, cuya ceremonia y cena posterior, para ocho en total, tendrá lugar a las 9 de la noche en el chiringuito de la Cala Menuda de la mencionada población.




2.
Cuando anoche me comentó Víctor la aventura, me prometí a mí mismo asistir a escondidas a tan especial evento.

Y tras unos días impacientes, llegó por fin el de la boda especial. Alrededor de las ocho de la tarde me acerqué a la Cala Menuda sin llamar la atención de nadie y, escondido en la barca Trinidad, que allí lleva varada más de un lustro, aguardé inundado de curiosidad el desarrollo de los acontecimientos.

Media hora más tarde, cuando la luz del día se bate en retirada tras el horizonte de mercurio del mar y empiezan a encenderse las farolas del pueblo, una lancha ocupada por Víctor y la presunta novia, que a estas alturas ya ha debido de empezar a intuir algo raro en todas aquellas maniobras, se acerca bogando por la bahía a la arena de Cala Menuda, mientras que en el chiringuito esperan, portando sendas antorchas encendidas, cuatro miembros del grupo y el presunto novio, que asimismo barrunta que algo han tramado sus amigos pero que, pese a todo, muestra impaciente curiosidad ante lo que le aguarda.

Víctor porta una visera de minero con su luz encendida, y nada más tocar la lancha la playa, ayuda a desembarcar a la novia. Y mientras ambos se acercan por la pasarela de la ducha al chiringuito, empieza a sonar en sus altavoces el Ave María de Schubert. Entonces uno de los que portan antorchas, que hace a la vez de padrino, se acerca a la novia con un ramo de flores, clava en la arena la antorcha y, a la luz de su romántica llama, desdobla un papelito preparado para la circunstancia, y le lee estos versos escritos en él:

Con las flores que te doy,
y ante estos fieles testigos,
deseo que a partir de hoy
seas feliz con tu chico
cuantos más años mejor.
Acércate a donde está
y dale tu mano en son
de ser su esposa en verdad,
que el cura de esta ocasión
vuestra boda arbitrará
y os dará su bendición.

La novia, sorprendida, y sin saber si llorar de emoción o estallar en una sonora carcajada, mira primero a Víctor, luego al padrino, después a su novio, y por último a los demás amigos como buscando respuestas al aluvión de preguntas que ha venido a inundar su cabeza; pero Víctor, que también hace de cura, no le da tiempo a reaccionar y, tras coger las manos de los novios para unirlas, saca un pergamino de debajo de sus ropas, blancas, como las de los demás, y con voz solemne se pone a leer su contenido a la luz de la linterna de su visera de minero:

“Nos hemos reunido hoy aquí para, con la autoridad que me confiere ser vuestro mejor amigo, celebrar vuestra boda y formular el compromiso que contraéis aquí y ahora de amaros para siempre y guardaros fidelidad mutuamente. Padrino, los anillos.

El padrino entrega uno a la novia y otro al novio, que siguen alucinando, mientras Víctor continúa leyendo:

Novia, ponle el anillo al novio y repite conmigo: Con este anillo te entrego mi amor y prometo solemnemente serte fiel, estar siempre a tu lado; me reiré y alegraré contigo cuando las cosas vayan bien en nuestro matrimonio y soportaré junto a ti los contratiempos con paciencia y conformidad. ¿Verdad que lo prometes?

Sin darle tiempo a contestar, se dirige al novio.

Novio ponle el anillo a la novia y repite conmigo: Con este anillo te entrego mi amor y prometo solemnemente serte fiel, estar siempre a tu lado; me reiré y alegraré contigo cuando las cosas vayan bien en nuestro matrimonio y soportaré junto a ti los contratiempos con paciencia y conformidad. ¿Verdad que lo prometes?

Sin darle tiempo a contestar, concluye:

Antes de declararos marido y mujer, me dirijo a los presentes para que si alguien tiene que decir alguna cosa, que la diga ahora y, si no, que calle para siempre.

Hay una pausa de silencio y enseguida varios miembros del grupo levantan la mano. Víctor les va dando el turno de palabra.

Un hombre dice:

Yo vi a la novia hacerle arrumacos a un primo suyo.

Una mujer dice:

Yo sé que el novio guarda cartas de amor de una antigua novia suya.

Otro dice:

Ella viajó el año pasado a Ibiza para pasar unos días de juerga con sus amigas.

Otra dice:

Él se fue hace dos años a Punta Cana para echar una cana al aire.

Silencio. Víctor toma de nuevo la palabra.

¿Eso es todo lo que tenéis que objetar? No es suficiente para impedir que realice este enlace matrimonial. Con quemar esas cartas de amor y olvidar los arrumacos del primo, asunto arreglado. Y en cuanto al pasado, pasado está. Por lo tanto, sólo me queda declararos marido y mujer. Podéis besaros. Y ahora a cenar y a celebrar todos juntos que os hayáis casado.

Aplausos y besos de enhorabuena.

Víctor enrolla el pergamino y, cogiendo a los novios por los hombros, les pregunta:

¿Os ha gustado la broma?

Los dos a la vez contestan:

Sí, muchísimo.

Por fin, después de lo vivido hoy, ¿os casaréis de una puñetera vez?

No, responde el novio.

Ahora menos que nunca, añade la novia. Eso sí, podéis gastarnos esta simpática broma todas las veces que queráis.

¿Y seguiréis viviendo en pecado mortal?

Por supuesto, responde el novio.

El cielo está de nuestra parte, añade la novia.

El resto de los amigos, grita a coro:

¡Y que nosotros lo veamos!

A todo esto el Ave María de Schubert deja de sonar en los altavoces del chiringuito. Aprovecho entonces para abandonar mi escondite, felicito a los “recién casados”, tomo a la salud de los ocho amigos la copa de cava que me ofrecen, y regreso a casa con una amplia sonrisa dispuesto a eternizar en la pantalla de un ordenador esta “boda especial”.

jueves, 15 de agosto de 2013

FOTOGRAFÍAS QUE HABLAN

SEMILLAS A LA ESPERA
 
 
 
Sobre la tierra roja de la huerta quedan en pie los fantasmas de las cebollas, orgullosos de haber sido condimento y alegría de la mesa hasta no hace mucho. Cuando la brisa sopla (sopla tan poco en este agosto nuestro), sus hermosas cabezas bailan valses que los mejores bailarines sueñan con bailar algún día. Bailan y muestran el tesoro de sus semillas bajo el sol, a la espera de que el sabio hortelano elija el tiempo propicio para enterrarlas con unción en esta tierra roja, fecunda y maternal, de su huerta. Soñad, soñad al sol, bellas cabezas; bailad vuestros valses secretos en espera del tiempo de la siembra. Y volveréis a ser condimento y alegría de la mesa.

miércoles, 14 de agosto de 2013

POEMAS RESCATADOS


 De un viaje a Madrid en noviembre de 2010 datan estos poemas.

ARANJUEZ, MON AMOUR

 


A las once de otro día tomábamos en Méndez Álvaro el autobús de Aranjuez. Y una hora más tarde estábamos ya en los Reales Sitios. Los amplios patios con arcadas y la monumental iglesia de San Antonio es lo primero que el visitante encuentra nada más empezar a buscar la ubicación del Palacio Real y del Jardín de la Isla.

 

 

 

 

En cuanto el visitante entra en la gran explanada,
las cúpulas azules y el ladrillo rojo de la fachada
 le entran por los ojos.
Pero el sonido del agua cercana es más poderosa
y le obliga a tornear el palacio
para acceder a un mundo de agua y estatuas,
enmarcado por la magia caediza y ocre del otoño.

 


Magníficos mármoles de dioses y héroes mitológicos
coronan puentes, balaustradas, fuentes.
En un banco frío, bajo el otoño bello
y tras la estatua de Hércules y sus vivos surtidores,
escribo estas calientes impresiones
de un mundo galante y festivo
que ahora es un cadáver hermoso rodeado de jardines.

 


Nos esperan paseos matutinos,
bajo un sol que apenas nos calienta,
por senderos alfombrados de hojas muertas,
laberintos vegetales, diosas blancas coronando cien fuentes,
jardineros que arreglan los parterres…
Una rosa cortada
y el recuerdo musical del maestro Rodrigo
serán nuestros compañeros.

 


En Aranjuez suena el agua incesantemente.
El Tajo y los surtidores de las fuentes
aúnan sus notas para formar sinfonías sin libreto y sin batuta.
Y el otoño presta su telón de colores a la escena.
Nuestros pasos son voces solitarias
sobre las alfombras de hojas muertas
que el viento frío ordena y desordena a su capricho.

 


Junto a los paseos románticos,
el río, domado sabiamente por el hombre,
se remansa mimoso al pie del Palacio Real.
Ahí el tiempo no existe,
se quedó bordando siglos de galanteos y jarrones chinos.
Sólo los patos, nuevos amos del agua,
se burlan de la presa
y firman su constancia nadando sabiamente.

 


Sobre una piedra lisa, vertical y decidida,
como la vida sin aristas,
como la música del corazón,
asoma la cabeza ciega del maestro Rodrigo.
Su decisión es clara:
mirar soñadoramente,
con impulso y ahínco insobornables,
a la cuna inmortal de la tierra,
origen y final de la acción creadora.

 


Las almas de las rosas
afilan su perfil sedoso y frágil
con sutiles cuerdas de violín,
entre mármoles de dioses y hojas muertas de otoño,
entre risas de surtidores que el Tajo regala generoso
y palabras de corazones enamorados.
Sobre una piedra lisa,
limpio transcurrir del tiempo,
asoma la memoria impertérrita del músico.

 


Sinfonía impertérrita,
brota de la piedra como una rosa de bronce
la cabeza serena del maestro Rodrigo.
Su silente mirada, a sol y a sombra,
otoños y veranos,
resucita olvidados amores,
promesas que se hicieron y besos que se besaron.
Richard Anthony les pone letra y voz
entre las rosas y las fuentes de los jardines de Aranjuez.

viernes, 9 de agosto de 2013

EL RELATO DEL MES


EL OLIVO SECO                                                      

 

En el último viaje que el viajero hizo a la isla, en un pueblo del interior se acercó hasta su iglesia para visitarla y de repente se topó, a unos metros delante de la entrada, con un olivo seco. Examinó exhaustivamente el árbol por si descubría algún detalle extraordinario que explicase la causa de por qué había alcanzado ese estado y no descubrió nada que lo justificase. El cura, un hombre mayor ya y circunspecto, se acercó al viajero con ánimo de ayudarle.

--No se extrañe, señor. Este olivo seco sigue en pie porque quiere que nadie en el pueblo olvide nunca lo que aquí ocurrió.

Y a la interrogación silenciosa del viajero, el sacerdote le explicó lo que sigue.

 

Una vez que la guerra civil hubo estallado en la Península, los republicanos de la isla, armados hasta los dientes, se acercaron a la iglesia para exigir al cura agua de la cisterna. El sacerdote les pidió a cambio que hicieran el favor de dejar fuera las armas pues iban a entrar en un recinto sagrado. Los soldados se burlaron de sus pretensiones y le exigieron que se hiciera a un lado para que los dejara pasar. El cura les recriminó sus intenciones y cerró la puerta de la iglesia. Los hombres armados golpearon con las culatas de sus fusiles la hoja de madera insultando al cura y amenazándole a gritos que si no abría la puerta inmediatamente, la tirarían abajo y harían con él lo que quisieran. El hombre de Dios, haciendo caso omiso a las amenazas y a los insultos de los republicanos, se dirigió a las gradas del altar y, poniéndose de rodillas, alzó los ojos al Crucifijo y empezó a rezar mientras se disponía a morir.

Los de fuera acabaron derribando la puerta y, sin dejar de proferir insultos al sacerdote y disparando sus armas a las imágenes del interior, llegaron hasta donde estaba rezando aquél, lo levantaron sin miramientos y, arrastrándole como si fuera un animal que se lleva al matadero, lo sacaron de la iglesia, lo desnudaron y lo colgaron del olivo valiéndose de los jirones en que habían convertido la sotana mientras lo arrastraban.

 

El cura mayor hizo una pausa en su relato, cogió por el brazo al viajero y, rodeando el tronco del olivo seco, lo llevó hasta una de las primeras ramas del árbol. Allí le enseñó unos rasguños en la corteza.

--¿Ve esto?—le dijo--. Son los rastros que dejó el jirón de la sotana con que aquellos desalmados colgaron al párroco, que lo único que pretendía hacer era defender la casa de Dios. Por eso hemos respetado el olivo. Así, todo el mundo al verlo, recuerda las barbaridades que pueden provocar los odios de la guerra. Además existe algo en este olivo seco que prueba que aquel cura joven, fiel servidor de Dios, sigue siendo un santo para nosotros.

--¿El qué? –preguntó incrédulo el viajero.

--Si usted volviera en primavera por aquí, podría comprobarlo con sus propios ojos.

El viajero abrió las manos en señal de no entender lo que quería decirle el cura mayor. Así que éste le dijo:

--De estos rasguños de la rama, cada año, al volver la primavera, rezuma una savia roja.

miércoles, 7 de agosto de 2013

FOTOGRAFÍAS QUE HABLAN

La gaviota gato
 
 

Ella sabe del mar y del viento más que nadie. Ha sufrido lo suyo en islas apartadas y fuertes temporales y ha perseguido a los barcos pesqueros durante millas para conseguir un bocado. Y se ha cansado. Su mente peregrina ha llegado a la conclusión de que puede serle más fácil obtener comida si se hace callejera, se acerca más al hombre y sus comercios y, fingiéndose gato, se acostumbra a esperar pacientemente en el techo de la furgoneta que acarrea el pescado desde la lonja a la pescadería al acecho de una raspa, una cabeza o en el mejor de los casos la pieza entera de un escamoso hijo del mar. Ella sabe del mar y del viento más que nadie. Ha sufrido lo suyo. Pero ahora aprende a ser gato para hacerse la vida más llevadera. He comprobado que así le va muy bien a esta gaviota gato.

lunes, 5 de agosto de 2013

EL POEMA DEL MES

La huerta





La huerta es a la vez soledad y diálogo,
soledad encontrada en el centro de uno mismo
y en el entorno vegetal que lo rodea;
y diálogo sereno con la paz que uno busca
en medio de las cosas que en la huerta respiran.
La huerta es la palestra donde luchan pacíficas
la educación humana y la cultura abierta
(dixit Valente, que era un gran hortelano
del diálogo y la soledad, las cosas y la civilización).
La huerta es paraíso y lugar cotidiano,
proximidad y lejanía, mito y familia.

La fecundidad maternal de la espléndida higuera
es un bello espectáculo para los sentidos;
vivir cualquier instante como si fuera el único
y saborear el zumo de la vida a la tarde,
cuando el sol se despide y recibe la noche
nuestro gozo en sus brazos, en su mago silencio.
Y respiramos: vemos cómo el tiempo transcurre
como algo transcendente en su humildad serena.

domingo, 4 de agosto de 2013

ESPINÁS EN CASTELLANO (y 4)


 
 
Un escritor se puede enamorar de todas las palabras. Porque es magnífico que quien tiene un oficio ame sus herramientas. Y es magnífico por dos razones: porque la tarea puede estar mejor hecha, y porque el uso de las herramientas amigas dará más satisfacción. Es triste, y probablemente poco rentable, trabajar con un material hacia el que se siente indiferencia.

El riesgo de un escritor enamoradizo es dejarse llevar por la sonoridad de una palabra, Los aprendices del oficio no se dan cuenta de que con el exceso de palabras emotivas se ablanda la emoción de un texto. Sólo un genio es capaz de construir un texto con palabras de fuego sin quemarse.

La fuerza emotiva nace del uso impecable de palabras cotidianas, y el arte del escritor es conseguir que un texto sea tierno, o irónico, o dramático sin que salgan en él palabras demasiado cómplices de los sentimientos del autor.

En cualquier caso, pienso que un enamoramiento conviene que sea siempre públicamente discreto. Ya es bastante impúdico ser escritor. (Un enamorament perillós)

 

 
 
 
Respeto la poesía porque es un misterio. Nadie sabe dónde se encuentra ni cómo se encuentra. Dentro de un libro que dice “Poesía” nos exponemos a encontrar sólo versos.

“Poeta” es una palabra que quiere decir “creador”, en griego, de manera que su importancia es innegable. Ahora bien: si reconocemos la transcendencia que tiene la capacidad de crear, de crear de verdad, será necesario reconocer que no todo el que se dice poeta lo es, mientras que quien se dice novelista sí que lo es, con toda evidencia, porque hace novelas. (Versos)

 

¿Existe algún criterio para valorar un texto? ¿En qué se basaría este criterio? Cada experto tiene el suyo, que nace de la preparación cultural y de la experiencia lectora. Pero la posibilidad de lectura por parte de una extensa población, desigualmente formada, con tantas opiniones y gustos como individuos, he hecho que un texto concreto suscite muy diversas e incluso contradictorias valoraciones.

La escritura, en nuestro mundo, ya no es una propiedad privada, sino un instrumento al abasto de cualquiera. Y el escritor ya no es un “elegido”, un “inspirado”, sino un hombre de oficio. La escritura no es un arte sagrado, sino una técnica que puede aprenderse.

El escritor actual ya no trabaja para los colegas ni para un príncipe. Se ha ganado el derecho de ejercer libremente su oficio y, a cambio,  ha de admitir que en la pluralidad de lectores haya muestras de desinterés o de crítica respecto a su trabajo. (L’escriptor ja no és un príncep)

 

 
 
Yo leo las críticas. La benevolencia siempre agrada más que la descalificación. Pero he de decir que ni una ni otra me afectan apenas. Quiero decir que tanto la satisfacción como el disgusto se me borran muy pronto. Ya estoy escribiendo otra cosa. (Crítica)

 

La supervivencia de una obra no depende del deseo ni de la premeditación del autor.

Si he de ser sincero, absolutamente sincero, nunca he tenido en cuenta a la posteridad. Ni ahora, que si no te queda la posteridad ya te queda poca cosa.

En principio, la norma es el olvido progresivo, y la experiencia demuestra que si la muerte proporciona cierto prestigio notable, este prestigio es momentáneo. Si alguna cosa me preocupa un poco es la preposteridad, es decir, no poder acabar el libro que estoy escribiendo. Porque me agrada comenzar y acabar. Que eso es la vida. (La posteritat)

 

Es fácil que se presente la tentación de corregir el texto hasta el infinito, que es una tentación terrible, imparable. La voluntad correctora es admirable, pero el resultado puede ser mejor o peor.

Para ejercer la actividad literaria me parecen aplicables las siguientes condiciones: Primera, tener ganas, lo que se dice vocación. Sin ella no se puede tirar adelante. Segunda, tener relativas aptitudes. Sin unas aptitudes básicas no se puede triunfar. Tercera, que las circunstancias no sean excesivamente desfavorables. Si todo te va en contra –situación económica, familiar, de salud—es difícil hacer lo que quisieras. (El temps, el diner, l’èxit)

 

La ambición es considerada hoy una alta cualidad en el mundo literario.

Curiosamente, a veces se habla más de la ambición del autor que de la calidad del resultado obtenido, que puede ser perfectamente mediocre.

El oficio no es fácil si se examina desde el punto de vista de la exigencia –que es como se ha de analizar--. Quiero decir la perfección –nunca absoluta, claro—con que ha conseguido llegar al objetivo literario propuesto. (Ambició i exigència)

 

 
 
Algunos escritores son necesarios para un determinado grupo de personas –minúsculo en el total de la humanidad—que han hecho “voto de lectura”.

El ámbito vital del escritor literario es el propio de una especie rara, habría de estar enormemente agradecido a su suerte si es que alguien ha decidido leerlo. (Importància de l’escriptor)

 

Interesarse por otros escritores está muy bien, aunque conviene evitar la obsesión. La aproximación –física e intelectual—de un escritor a sus colegas contemporáneos habría de ser, me parece, discreta e intermitente. Porque existe el peligro de que una atención excesiva a la obra de un compañero de oficio acabe paralizando la propia escritura. O condicionándola a un modelo que no es transferible. Yo soy partidario de una relativa distancia, compatible con la curiosidad, la admiración, el respeto.

La envidia hace perder mucho tiempo, nos distrae de lo que importa, malgastamos las horas que tenemos para nosotros, para hacer nuestra labor. Mi impresión es que no tengo, ni he tenido, un sentimiento de envidia por otro escritor. Siempre me he contentado perfectamente con aquello que he podido hacer. Más bien me considero afortunado.

La envidia lleva a menudo a la imitación de otro o a la invención artificiosa de un carácter que no es el natural en el escritor envidioso.

Escribir es un oficio que se ha de ejercer con cierto grado de aislamiento psíquico, evitando tentaciones comparativas. (L’enveja perjudica)

 

Infelices los que nunca han podido admirar nada, o les cuesta mucho hacerlo. Estoy seguro de que esta incapacidad de admiración lleva a alguna clase de sequedad de espíritu y de egocentrismo que probablemente hace padecer, inconscientemente.

Todos los escritores que tienen un mínimo de calidad o de éxito tienen admiradores.

Lo cierto es que yo no necesito admiradores, sino gente que comprenda y acepte lo que escribo. (L’admiració)

 

Yo no he intentado desarrollar un “proyecto” literario. Comencé como novelista y al cabo de pocos años lo dejé correr. Admito que ahora podría tener un relativo sentido de “obra” mi colección de viajes a pie.

Si no he pensado nunca hacer una obra, mi “obra”, es porque me he dedicado a hacer libros. Sí, un libro tras otro, sin programa, con libertad y con gran alegría de hacerlos y con una gran confianza en mí y en el lector. Con la sensación de que participábamos en el mismo juego –yo escribo un libro, tú lo lees ahora y aquí. (Obra)