domingo, 31 de enero de 2010

MEMORIAS DE UN JUBILADO

Mas d'en Gall






Mas d'en Gall es una urbanización cercana a Esparraguera donde nosotros tuvimos una casita hasta que los chicos se hicieron mayores. La compramos en 1974 y le puse de nombre Villa Áurea, en recuerdo de mi madre, que nos dejó en noviembre de ese año. La casa tenía jardín delante y un patio detrás. Allí pasamos ratos inolvidables y allí mis hijos crecieron en contacto con la naturaleza. Hace veinte años vendimos la casa y dijimos adiós a aquel espacio natural rodeado de bosques por donde corría un pequeño arroyo y desde el cual se veía constantemente las cúpulas de piedra de Monserrat.
Y ayer volvimos a dar una vuelta por allí con el nieto, para recordar viejos y entrañables tiempos. Tres generaciones junto a la casa que fue nuestra un día y que hoy adopta una vista totalmente diferente. Una palmera gigantesca asoma atrevida por encima de la valla y ocupa parte de la calle (la acera, cuyas baldosas puso mi suegro, están hoy levantadas por las raíces de la palmera). El manzano ya no está, ni el plumero, ni el depósito, ni la piscinita donde se bañaban mis hijos. Y la chimenea no echa humo. En cambio, los nuevos moradores de la casa han puesto una antena digital sobre el tejado y aire acondicionado en el porche (el tiempo no pasa en balde). Viendo el cuadrado del jardín y la fachada de la casa, no he podido evitar emocionarme. Pero el que más emociones ha vivido ha sido mi hijo pequeño, que aquí como quien dice nació y creció junto con su hermano mayor entre juegos y aventuras sin cuento. Y ahora, con su hijo, de la mano, miraba y miraba por ecima de la verja al interior del jardín que tanto había significado para él en otro tiempo. Después nos fuimos a dar un paseo por el bosque y de camino vimos la casita de mis suegros, también muy cambiada, así como la calle, donde un restaurante abre sus puertas. Todo son cambios y alguna que otra decepción. Y el bosque no iba a ser distinto. Ya no están los olivos de la ladera del riachuelo adonde trepaban mis hijos ni el trozo de casa en cuyos alrededores levantaban ellos los abatidos ladrillos para descubrir bajo ellos escurridizos alacranes. Y el prado donde los chicos se sentaban a dibujar o corrían a la caza de algún saltamontes apenas existe; sólo permanecen los tomillos y los romeros, ahora en flor, en el espacio pequeño que les dejan los pinos que han crecido por todas partes (claro, antaño eran plantitas que soñaban alcanzar el cielo de ahora). Hemos hecho fotos, sin embargo, con el nieto, que, asombrado ante tanta vegetación, se sentaba sobre el blado lecho de los tomillares o intentaba abrirse paso entre los hinojos secos y otros arbustos riendo ante la aventura que estaba viviendo. Montserrat seguía estando allí, dominando con su presencia todos nuestros recuerdos, y el tranformador rojo de la luz, en lo alto de la urbanización, indicando que el tiempo continúa inexorablemente su camino.
Luego, un poco tristes por la decepción pero satisfechos de haber cumplido con un deseo formulado tiempo atrás, hemos buscado la masía que un letrero anuncia desde tiempo inmemorial a la salida de la carretera de la urbanización, a cuyos lados persisten, eso sí, las viñas de antaño, y al final la hemos encontrado en dirección a Piera. En un comedor confortable, al calor de una chimenea de tierra, hemos comido a gusto mientras hablábamos nuevamente de la casa de Mas d'en Gall, pero ahora como si se tratara de algo visto en una película.

jueves, 28 de enero de 2010

CURSOS

LA NARRATIVA


Empiezo hoy a incluir en mi blog una serie de cursos encaminados a ayudar a todos cuantos quieran entrar en contacto con la Literatura desde cualesquiera de sus aristas y a la vez me pongo a disposición del lector que quiera hacerme alguna consulta sobre dichos cursos. Todos tendrán su parte de Teoría y su parte de Práctica, y vendrán sazonados con Textos pertenecientes a los autores más variados y pertenecientes a todas las épocas literarias.

El primero de los cuales es LA NARRATIVA. Que aproveche.



CURSO DE NARRATIVA

1. La historia y sus narradores

Sin duda alguna el género literario más cultivado y leído es el de la Narrativa. En este apartado trataremos de la historia que se cuenta en toda narración y los temas fundamentales de la misma. No es lo mismo historia que argumento, pues mientras éste se basa en la causalidad que ha originado los hechos, la historia es la mera narración de los mismos aunque sujetos a un marco temporal. Por último, debemos aclarar que una historia no existe si no se viste de lenguaje; por ello, una misma historia puede contarse de muchos modos, según los recursos lingüísticos empleados para contarla.
Dicho esto, la historia puede ser real, irreal, mezcla de una y otra; incluso puede recoger la vida de una persona, conocida o desconocida. Veamos por separado los tipos de historia más corrientes:

.-Parte de la vida de un personaje, como es el caso de Lazarillo de Tormes, que abarca desde el nacimiento del pícaro en el molino del río hasta que se casa en Toledo y ejerce un oficio más o menos honrado.
.-Vidas enteras de un personaje famoso, generalmente reales, contadas en tercera persona, caso de las Biografías (Vidas de los Césares, por ejemplo) o en primera persona, como los libros de Memorias.
.-Historia de un momento decisivo en la vida de un personaje, como en Cinco horas con Mario, de Delibes, en que Carmen, plantea a su marido de cuerpo presente una serie de problemas vitales compartidos con él mientras espera a que vengan los empleados de la funeraria a llevarse el féretro.
.-Un acontecimiento, una experiencia, un proceso de la vida cotidiana, etc. que influirán en el resto de la vida de un personaje o de varios, suceso que puede englobar un tiempo más o menos extenso, como lo ocurrido en El Jarama, de Sánchez Ferlosio, donde un grupo de chicos y chicas se divierten un domingo de verano a orillas de ese río hasta que el ahogamiento de Luci, una de las chicas, trastoca la alegría en desolación y cambia repentinamente la vida de sus amigos.
.-También hay historias cuyos actores principales son animales, como podemos ver en algunos apólogos del El Conde Lucanor, de don Juan Manuel (Lo que le sucedió a una zorra con un cuervo..., Lo que le pasó a la golondrina con los otros pájaros..., Lo que hacen las hormigas para defenserse...), y otros cuentos tradicionales, como el tan conocido de El gato con botas. Otras historias tratan de viajes (20000 leguas de viaje submarino, de Verne), de ciudades (La ciudad de los prodigios, de E. Mendoza), de objetos (La carta robada, de Poe), de fenómenos naturales (El rayo de luna, de Bécquer), de batallas (Zaragoza, de Galdós), etc.

Por otra parte, ninguna historia puede existir si no hay detrás un narrador que la cuente desde un punto de vista determinado. Existen varias clases da narrador:

.-Narrador externo que habla en tercera persona y lo sabe todo de la acción y de los personajes del relato. Por ejemplo, en Zalacaín el aventurero, de Pío Baroja, la persona que habla es omnisciente, conoce hasta el menor detalle de lo que ocurre y lo que piensa cada personaje de la novela, incluido el protagonista.

"En esta época, los chicos no iban tanto a la escuela como ahora, y Martín pasó mucho tiempo sin sentarse en sus bancos. No sabía de ella más sino que era un sitio oscuro, con un cartelones blancos en las paredes, lo cual no le animaba a entrar. le alejaba también de aquel modesto centro de enseñanza el ver que lo chicos de la calle no le consideraban como uno de los suyos, a causa de vivir fuera del pueblo y de andar siempre hecho un andrajoso."

En este tipo de narrador omnisciente puede aparecer la voz del propio autor para dirigirse de vez en cuando al lector avisando, recriminando, valorando los hechos o los dichos de uno o más personajes. es lo que ocurre en muchas de nuestras novelas realistas (las de Galdós, Pereda, Valera...)

.-Narrador externo que habla en tercera persona, pero sólo sabe lo que ve y oye; actúa como una cámara, que registra la imagen y el sonido, sin participar en la acción ni opinar sobre ella. La citada novela de Sánchez Ferlosio, El Jarama, es uno de sus mejores exponentes.
.-Narrador externo que habla en tercera persona y se identifica con un personaje de la novela; puede estar presente en las acciones principales de la novela, como ocurre con Lolo, el protagonista de tres años de El príncipe destronado, de Delibes.
.-Narrador interno que habla en primera persona y participa en la acción del relato como protagonista de la misma; presta a la narración un tono subjetivo e intimista y la caracteriza como autobiográfica. El citado caso del Lazarillo de Tormes o de cualquiera de los personajes principales de las novelas picarescas son claros ejemplos.

"Fue tal el golpecillo, que me desatinó y sacó de sentido, y el jarrazo tan grande, que los pedazos de él se me metieron por la cara, rompiéndomela por muchas partes, y me quebró los dientes, sin los cuales hasta hoy día me quedé. Desde aquella hora quise mal al mal ciego, y, aunque me quería y regalaba y me curaba, bien vi que se había holgado del cruel castigo."

.-Narrador interno que habla en primera persona y participa en la acción del relato como un personaje secundario; se llama también narrador testigo porque suele ser un personaje que ha presenciado los acontecimientos de la historia. Así ocurre con Nelly, la criada de Cumbres borrascosas, de Emily Brontë, sin cuya narración no conoceríamos los detalles del amor tempestuoso entre Catherine y Heathcliff. También se emplea la primera persona del plural (Azorín, Cortázar).
.-Narrador que emplea la segunda persona (el tú o el usted) para dirigirse a un personaje de la novela; puede ser omnisciente o cualquier otra clase de narrador. La citada novela de Delibes, Cinco horas con Mario, es un ejemplo palmario, en el cual la viuda se dirige durante toda la novela a su difunto marido, de cuerpo presente, para reprocharle sus defectos y las consecuencias que han causado en la vida de ella misma. O Señora de rojo sobre fondo gris, del mismo Delibes, donde la segunda persona alterna con otras.

"Hace una hora, cuando llegaste, miraba, como cada día, el camino de grava desde el escañil. Vi cruzar tu coche ante el tragaluz. Te estaba esperando. Alicia me lo comunicó ayer. Me dijo: Ha terminado la pesadilla. Los han soltado. Ana irá a verte mañana. A través de ese cristal llega hasta mí la apagada vida del pueblo... Todo lo que conforma mi vida actual se recorta cada mañana en el tragaluz. Lo miro todo; lo veo todo. Soy como Dios."



Lecturas y actividades
Lee los siguientes textos y contesta las preguntas:

“Alfanhuí y su maestro hablaron mucho aquellas noches. El maestro contó cómo había comido una vez una cereza de la silla. Sabía a nueces, a brasero apagado y a velas de esperma, que es el sabor de los interiores y del hastío de las casas. El maestro había visto en sueños toda la historia de aquel cerezo la noche en que había comido su fruto. Lo había plantado en el jardín el antiguo dueño de la casa, que era ebanista. Tiempo después se había casado este hombre con una mujer joven y muy guapa y había cortado el cerezo para hacerle una silla. La mujer se sentaba allí todas las tardes, y hacía labor sobre su regazo.”
(Industrias y andanzas de Alfanhuí, de R. S. Ferlosio)

“Desta manera me fue forzado sacar fuerzas de flaqueza, y poco a poco, con ayuda de las buenas gentes, di conmigo en esta insigne ciudad de Toledo, adonde, con la bondad de Dios, después de quince días se me cerró la herida; y mientras estaba malo, siempre me daban alguna limosna: mas después que estuve sano, todos me decían: “Tú, bellaco y gallofero eres; busca, busca un amo a quien sirvas.” ¿Y adónde se hallará este—decía yo entre mí--, si Dios ahora de nuevo (como crió al mundo) no lo criase? Andando así, discurriendo de puerta en puerta con harto poco remedio (porque ya la caridad se subió al cielo), topóme Dios con un escudero que iba por la calle con razonable vestido, bien peinado, su paso y compás en orden; miróme y yo a él; y díjome: “Muchacho, ¿buscas amo?” Yo le dije: “Sí, señor”. “Pues vente tras mí—me respondió--, que Dios te ha hecho merced en topar conmigo. Alguna buena oración rezaste hoy.
Y seguíle, dando gracias a Dios por lo que le oí, y también que me parecía, según su hábito y continente, ser el que yo había menester.”
(Lazarillo de Tormes, Anónimo)

“Por todos lados descubríamos navíos dispersos, la mayor parte ingleses, no sin grandes averías y procurando todos alcanzar la costa para refugiarse. También los mismos españoles y franceses, unos desarbolados, otros remolcados por algún barco enemigo. Marcial reconoció en uno de estos al “San Ildefonso”. Vimos flotando en el agua multitud de restos y despojos, como masteleros, cofas, lanchas rotas, escotillas, trozos de balconaje, portas, y, por último, avistamos dos infelices marineros que, mal embarcados y en un gran palo, eran llevados por las olas, y habrían perecido si los ingleses no corrieran al instante a darles auxilio. Traídos a bordo del “Trinidad”, volvieron a la vida, que, recobrada después de sentirse en los brazos de la muerte, equivale a nacer de nuevo.”
(Trafalgar, de Benito Pérez Galdós)

a) ¿Qué tipo de historia se cuenta en cada uno de los textos anteriores? Razona tu respuesta.
b) Explica qué clase de narrador es el que narra cada una de ellas. Justifica tu elección.
c) Cuenta brevemente el contenido de cada una de las historias que se narran en los textos anteriores.

















2. Los personajes

Lo mismo que no hay narración sin historia, tampoco sería posible hablar de narración sin sus personajes. Pues son ellos los que realizan los hechos de la historia o nos cuentan los acontecimientos que ocurren en ella.

Los personajes de la narrativa suelen ser seres vivos, personas la mayoría de las veces, Don Quijote, Ana Ozores, el Lazarillo…; en ocasiones familias, como apreciamos en Nada, de Carmen Laforet, donde se nos pinta el modo de vivir de los tíos y la abuela de Andrea, la estudiante que va a vivir a la casa que poseen aquéllos en la calle de Aribau de Barcelona. Pero también los animales pueden ser personajes (ahí están los ejemplos de Moby DicK, Colmillo blanco, Juan Salvador Gaviota...). En Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez, por ejemplo, el burrito del poeta se convierte en el verdadero protagonista de los numerosos acontecimientos que suceden en la obra.

“Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espjos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro.
Lo dejo suelto, y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas... Lo llamo dulcemente: "¿Platero?", y viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe, en no sé qué cascabeleo ideal...”

Otras veces ocurre que el personaje de una narración por la noche se acuesta en la historia siendo persona y se despierta a la mañana siguiente convertido en animal. Es el caso conocido de Gregorio Samsa, criatura inventada por Kafka en su novela La metamorfosis. Ejemplos parecidos al anterior ya se dieron en la obra latina de Ovidio de homólogo título aunque en plural, en la cual las personas no sólo se transforman, por bendición o maldición de los caprichosos dioses, en animales (pájaros, arañas, etc.), sino en vegetales, como los fieles esposos Cimón y Baucis o el caso más conocido de la ninfa Dafne que, perseguida por Apolo, acaba convirtiéndose en laurel. En El bosque animado, de W. Fernández Flórez, el verdadero protagonista de la obra son los árboles que forman ese bosque y los animales que viven en él. Hasta un muñeco de madera puede erigirse en protagonista de una historia, como es el caso de Pinocho, de la obra homónima de Collodi. Y hay obras como en Alicia en el país de las maravillas donde los animales adquieren igual protagonismo que las personas.

Existen otros modos de clasificar a los personajes de la narración. En primer lugar, pueden ser personajes planos, si son estereotipos o se comportan basados en una sola cualidad (son buenos o malos, por ejemplo) y cuyo comportamiento es siempre previsible; y personajes redondos, cuando son más complejos y cuya caracterización va tejiéndose a medida que se desarrolla la trama de la narración a la que pertenecen.

También pueden dividirse en personajes principales, cuando la acción narrativa se mueve alrededor de ellos; son los casos de Don Quijote, Ana Ozores, Mario y tantos otros; y secundarios, si sólo ayudan a que los principales puedan ejercer su cometido o a dar otra visión del tema central de la historia, como Sancho Panza, Fermín de Pas o Carmen, por citar otros que pertenecen a las mismas obras que los anteriores.
Finalmente, pueden recibir otros nombres, como personaje protagonista, frente al antagonista, personaje múltiple o colectivo (los más de trescientos personajes de La colmena, de Cela, podrían considerarse de este tipo), personaje figurante o incidental, que ejerce un papel intrascendente en la obra y muchas veces sirve para ayudar a crear ciertos ambientes sociales...; incluso puede darse el caso del personaje ausente, del que se habla en la obra pero no aparece en ella, como la madre de Elena en La soledad era esto, de Juan José Millás, por citar un ejemplo.

En cuanto a la caracterización de los personajes, el autor de la narración puede valerse de varias fórmulas:
.-El narrador omnisciente lo retrata directamente y lo hace de manera completa y objetiva, diciéndonos del personaje hasta el detalle más pequeño, la edad, sus rasgos físicos, aficiones y hasta las comidas que suele hacer o las ropas que lo visten. Eso hace Cervantes con su personaje principal en su obra más famosa. O “Azorín” en este fragmento de Las confesiones de un pequeño filósofo:

“Mi tío Antonio era un hombre escéptico y afable; llevaba una larga y fina cadena de oro que le pasaba y repasaba por el cuello; se ponía unas veces una gorra antigua con dos cintitas detrás, y otras un sombrero hongo, bajo de copa y espaciado de alas (…). Era un hombre dulce: cuando se sentaba en la sala, se balanceaba en la mecedora suavemente, tarareando por lo bajo, al par que en el piano tocaban la sinfonía de una vieja ópera.”

.-El narrador protagonista o el narrador testigo es retratado indirectamente por otros personajes, es decir, dicen de él lo que saben y de qué modo los impresiona o los efectos que en ellos producen los rasgos de carácter y el modo de actuar del personaje. Juan Ramón Jiménez retrata a Platero según lo ve él y describe este o aquel rasgo del burrito atendiendo al sentimiento, cariño, lástima, sorpresa…, que causa en él.

"En las lentas madrugadas de invierno, cuando los gallos alertas ven las primeras rosal del alba y las saludan, Platero, harto de dormir, rebuzna largamente. ¡Cuán dulce su lejano despertar, en la luz celeste que entra por las rendijas de la alcoba! (...) Y pienso en lo que habría sido del pobre Platero si en vez de caer en mis manos de poeta hubiese caído en las de uno de esos carboneros que van, todavía de noche, por la dura escarcha de los caminos solitarios, a robar los pinos de los montes."

.-El propio personaje se retrata a sí mismo, diciendo cómo actúa, habla o escribe. Son casos muy conocidos en nuestra novelística contemporánea los siguientes: el de Pascual Duarte, personaje creado por Camilo José Cela en La familia de Pascual Duarte, novela tildada de tremendista por muchas razones, como veremos en su momento; y el de Lorenzo, bedel y cazador, que Delibes hizo protagonista de sus dos novelas con forma de diario: Diario de un cazador y Diario de un emigrante.

"Había que herir con los ojos bien abiertos, con los cinco sentidos puestos en el golpe. Había que conservar la serenidad que parecía ya como si estuviera empezando a perder ante la vista del cuerpo de mi madre... El tiempo pasaba y yo seguía allí, parado, inmóvil como una estatua, sin decidirme a acabar. No me atrevía; después de todo era mi madre, la mujer que me había parido. Con echarme al mundo no me hizo ningún favor, absolutamente ninguno."






Lecturas y actividades
Lee los textos siguientes y contesta a las preguntas:

1.
" Come cuanto le doy. Le gustan las naranjas mandarinas, las uvas moscateles, todas de ámbar, los higos morados, con su cristalina gotita de miel…
Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña…;
Pero fuerte y seco como de piedra. Cuando paso sobre él los domingos, por las últimas callejas del pueblo, los hombres del campo, vestidos de limpio y despaciosos, se quedan mirándolo:
--Tiene acero…
Tiene acero. Tiene acero y plata de luna al mismo tiempo.”
Juan Ramón Jiménez

2.
“Yo quiero evocar mi vida; en esta soledad, entre estos volúmenes, que tantas cosas me han revelado en estas noches plácidas, solemnes, del verano, parece que resurja en mí, viva y angustiosa, toda mi vida de niño y adolescente. Y si dejo la mesa y salgo un momento al balcón, siento como un aguzamiento doloroso de la sensibilidad cuando oigo en la lejanía el aullido plañidero y persistente de un perro cuando contemplo el titileo misterioso de una estrella en la inmensidad infinita.
Y entonces, estremecido, enervado, torno a la mesa y dudo ante las cuartillas de si un pobre hombre como yo, es decir, de si un pequeño filósofo, que vive en un grano de arena perdido en lo infinito, debe estampar en el papel los minúsculos acontecimientos de su vida prosaica.”
“Azorín”

3.
“ El gato es el más romántico de los animales; su alianza con el hombre está hecha sólo para poder ensoñar con comodidad, libre de los absorbentes cuidados de ganar la vida y defenderla. El perro da, en cambio, su trabajo y se muestra siempre dispuesto a él, con celo impaciente. El gato, no. Si coge algún ratón es porque le distraen las peripecias de la caza, pero a veces, cuando está sumido en fantasías cautivadoras, los deja pasar a su lado sin molestarse en entreabrir los párpados. No admite dueños sino anfitriones, y por eso no sirve sino que se deja servir. Tan seguro está de sus propias perfecciones, de la belleza de su piel, de la elegancia de todas sus actividades, que entiende pagar la máxima merced con su presencia.”
W. Fernández Flórez

4.
“Tenía la Benina voz dulce, modos hasta cierto puno finos y de buena educación, y su rostro moreno no carecía de cierta gracia interesante que, manoseada ya por la vejez, era una gracia borrosa y apenas perceptible. Más de la mitad de la dentadura conservaba. Sus ojos, grandes y oscuros, apenas tenían el ribete rojo que imponen la edad y los fríos matinales. Su nariz destilaba menos que las de sus compañeras de oficio, y sus dedos, rugosos y de abultadas coyunturas, no terminaban en uñas de cernícalos. Eran sus manos como de lavandera, y aún conservaban hábitos de aseo. Usaba una venda negra bien ceñida en la frente; sobre ella, pañuelo negro, y negros el manto y vestido, algo mejor apañaditos que las de las otras ancianas."
Benito Pérez Galdós

a) Identifica el tipo de personaje de cada uno de los textos anteriores.
b) Explica cómo está caracterizado cada uno de ellos.










3. Realismo y objetividad. Fantasía y subjetividad. Humor y lirismo.

Escribir con realismo es ajustarse a las leyes de la naturaleza, atenerse a los hechos y objetos con existencia real y no a razones o causas que los provocaron. Ejemplos de escritura realista los ha habido siempre en nuestra literatura (El Poema del Cid, El Lazarillo de Tormes, La Celestina…) Veamos un ejemplo de un autor contemporáneo en el que el narrador, omnisciente, cuenta en tercera persona exclusivamente lo que ve sin inventar nada y sin evadirse de la realidad; la realidad cotidiana se impone sobre cualquier otra cosa:

“La señora Olimpia, acuclillada ante el fuego, de espaldas a la mesa, se irguió lentamente y dio media vuelta, Sus mejillas, congestionadas, reflejaban el ardor del hogar, donde las brasas de roble iban apagándose poco a poco, transformándose en rescoldo. Tomó del fogón una fuente de patatas fritas y la puso en el centro de la mesa camilla donde ellos comían con apetito, sujetando el hueso con los dedos, unas chuletas de cordero. Sobre la cabeza de Fíbula se abría un ventano a través del cual se adentraban tenues cacareos de gallinas y el metálico quiquiriquí de un gallo.
(El tesoro, de Miguel Delibes)

En la narración realista lo propio es la objetividad. El narrador respeta en su ejercicio narrativo lo que ve, la realidad en sí misma, sin aportar nada de su visión personal. Es decir, se limita a presentar los objetos o los hechos tal y como son o se realizan. De ahí que, entre otros recursos, se valga habitualmente de los tiempos verbales en indicativo.

“En la punta de Izarra debió de haber en otro tiempo una batería; aún se notaba el suelo empedrado con losas del baluarte y el emplazamiento de los cañones. Cerca existía una cueva llena de maleza, donde solíamos meternos a huronear.
Era un agujero, sin duda hecho en otro tiempo por los soldados de la batería para guarecerse de la lluvia y que a nosotros nos servía para jugar a los Robinsones
El viejo Yurrumendi, un extraño inventor de fantasías, le dijo a Zelayeta que aquella cueva era un antro donde se guarecía una gran serpiente con alas, la Egan Suguía. Esta serpiente tenía garras de tigre, alas de buitre y cara de vieja. Andaba de noche haciendo fechorías, sorbiendo la sangre de los niños, y su aliento era tan deletéreo que envenenaba."
(Las inquietudes de Shanti Andía, de Pío Baroja)

La fantasía presenta un procedimiento totalmente distinto del realismo (aunque muchas veces los elementos fantásticos acompañan a los realistas como en el caso anterior, cuando se describe a la Egan Suguía) porque el escritor intenta crear un mundo no sujeto a las leyes naturales, sino producto exclusivo de su mente y, por lo tanto, diferente del mundo real que lo rodea. Siempre se han dado narraciones fantásticas paralelamente a las realistas en todas las literaturas; los Libros de caballerías, las Leyendas de Bécquer, Alfanhuí… son, entre otros, buenos ejemplos de la nuestra.

“Tenía también los mejores libros que se habían escrito sobre lámparas. En uno de ellos se hablaba de la “piedra de vetas”. Era ésta una piedra que decían durísima, pero porosa como una esponja, y que tenía el tamaño de un huevo y la forma de una almendra. Tenía esta piedra la virtud de beber siete tinajas de aceite. La dejaban en una tinaja y a la mañana siguiente todo el aceite había desaparecido y la piedra tenía el mismo tamaño. Cuando se había bebido siete tinajas, ya no quería más. Entonces bastaba ponerle una torcida y encender, para que diese una llama blanca como la leche, que duraba eternamente."
(Alfanhuí, de R. Sánchez Ferlosio)

En el texto anterior aparece de pronto, al lado de acciones verosímiles, la fantástica descripción de la “piedra de vetas”, cuyas virtudes sobrepasan las leyes naturales.

Compañera de la fantasía suele ser la subjetividad, expresión que se da cuando el narrador participa afectivamente en lo que narra; para ello se vale del modo subjuntivo, exclamaciones, abundancia de adjetivos, sustantivos abstractos, aumentativos, diminutivos… y también opiniones, deseos, dudas y otros estados de ánimo del personaje que está contando la acción.

Dentro de la subjetividad narrativa, el humor ocupa un lugar muy destacado. En la literatura el humor suele usarse positiva y negativamente. El humor es positivo cuando contiene benevolencia, talento, sutileza, agudeza de ingenio, ironía, contraste, poetización, ambición estética, originalidad. En resumen, cuando emplea y busca la reflexión y la sonrisa, frente a lo obvio y simple y la carcajada fácil, que son propios del humor negativo. Entre otros, Wenceslao Fernández Flórez y Ramón Gómez de la Serna son dos extraordinarios cultivadores del buen humor.

“Las mariposas nacen de las calcomanías que pegan los niños en los cristales del invierno o en sus libros de estudio. ¡Qué enteras, qué coloridas, y cómo en relieve salen! Así, en esa crisálida de calcomanía, esperan la primavera, y entonces se destacan en el aire y se van”.
“En la noche acústica, se oye a lo lejos a los trenes que pasan diciendo: “Que-te-cojo, que- te-cojo que-te-cojo”, persiguiendo las distancias.”
“El cerebro es un paquete de ideas arrugadas que llevamos en la cabeza.”
“El rayo es una especie de sacacorchos encolerizado.”
“Los niños, al tocar las armónicas, chupan un caramelo de acordeón.”
(Greguerías, de Ramón Gómez de la Serna)

En otras ocasiones, el humor es empleado para caricaturizar a un personaje o parodiar una acción determinada y se sitúa al borde del humor negativo, como ocurre, por ejemplo, en el retrato que hace Quevedo del Dómine Cabra en su famosa novela El Buscón. Aunque en su intención estuvo siempre buscar la risa del lector por medio del ingenio y la agudeza.

“Él era un clérigo cerbatana, largo sólo en el talle, una cabeza pequeña, pelo bermejo, los ojos avecindados en el cogote, que parecía que miraba por cuévanos, tan hundidos y oscuros, que era buen sitio el suyo para tiendas de mercaderes; las barbas descoloridas de miedo de la boca vecina, que, de pura hambre, parecía que amenazaba a comérsela; los dientes, le faltaban no sé cuántos, y pienso que por holgazanes y vagabundos se los habían desterrado..."

Cuando el humor se emplea sin inquietudes artísticas, bien para pintar la anormalidad física o mental de un personaje, bien para incurrir en el chiste chabacano o grosero, entonces es claramente negativo y más bien propio de la subliteratura.

“¿Qué le dijo el papel al bocadillo, qué le dijo? A la salida te espero.”
“¿Qué le dijo la el sifón al camarero, qué le dijo? No me aprietes, que me meo.”

En narrativa, para obtener belleza y emoción (rasgos que pertenecen a la subjetividad) se suele recurrir a las llamadas figuras retóricas o recursos expresivos y que de modo sintético recordamos aquí. Entre otros, los más empleados en la prosa son: la personificación, o atribución de acciones y cualidades animadas a los seres animados; la metáfora, o identificación de términos reales con otros que son imaginarios, pensados exclusivamente por el autor; el símil, o comparación entre dos términos, uno real y otro imaginario, mediante los nexos y expresiones “como”, “parece”, “más que”, “menos que”, “se semeja”, etc.; la hipérbole, o exageración; epítetos, o adjetivos embellecedores; repeticiones, aumentativos, diminutivos…

“A principios de mayo el grillo sierra en lo verde el tallo de las mañanas; la lombriz enloquece buscando sus penúltimos agujeros de las noches; la cigüeña pasea los mediodías por las orillas fangosas del río haciendo melindres como una señorita. En los chopos altos se enredan vellones de nubes, y en el chaparral del monte bajo el agua estancada se encoge miedosa cuando las urracas van a beberla. La vida vuelve.
La cuadrilla de la siega pasa las puertas a hora temprana, anda por la carretera de los grandes camiones y los automóviles de lujo en fila, en silencio, en oración de esperanza. Al llegar al puente del río la abandonan por el camino de los pueblos del campo lontano. Se agrupan. Alguien canta. Alguien pasa la bota a compañero.
La vida vuelve.”
(Seguir de pobres, Ignacio Aldecoa)

El narrador habla en el texto de la vuelta de un nuevo día, valiéndose de bellas personificaciones ( la lombriz enloquece, la cigüeña hace melindres, el agua se encoge miedosa…) y metáforas (el tallo de las mañanas, vellones de nubes); luego centra su atención en la cuadrilla de la siega que camina en silencio hacia los campos donde está su fatigoso trabajo. Belleza y emoción unidas en un lenguaje sobrio pero bien escogido.

En ocasiones la prosa se poetiza tanto con estos recursos que recibe el nombre de prosa poética o poema en prosa. En nuestra narrativa son abundantes los escritores que cultivan este tipo de prosa enriquecida con elementos líricos. Buenos ejemplos los constituyen Gabriel Miró, Valle-Inclán, Bécquer, Juan Ramón Jiménez, Cernuda…

"Sobre los ladrillos cubiertos de verdín, entre las barandas y paredones encalados, allá en un rincón, estaba el jazminero, con sus ramas oscuras cubiertas de menudas corolas blancas, junto a la enredadera, que a esa hora abría sus campanillas azules.
El sol poniente encendía apenas con toques de oro y carmín los bordes de unas frágiles nubes blancas que descansaban sobre el horizonte de los tejados. Caprichoso, con formas irregulares, se perfilaba el panorama de arcos, galerías y terrazas: blanco laberinto manchado aquí o allá de colores puros, y donde a veces una cuerda de ropa tendida flotaba henchida por el aire con una insinuación marina."
(Ocnos, de Luis Cernuda)
Lectura y actividades
1. Lee los textos siguientes y contesta las preguntas que se formulan a continuación:

“Yo me sé que Padre subió varias veces al páramo por culpa mía, aunque en verdad yo no fuera culpable de sus disgustos, pues el hecho de que no quisiera estudiar ni trabajar en el campo no significaba que yo fuera un holgazán. Yo notaba en mi interior, desde chico, mi anhelo exclusivamente contemplativo y tal vez por ello nunca me interesó el Colegio, ni me interesó la petulancia del profesor, ni el tablero donde dibujaba con tizas de colores las letras y los números. Y un domingo que Padre se llegó a la capital para sacarme de paseo, se tropezó en el patio con el Topo, mi profesor, y fue y le dijo: “¿Qué?” Y el maestro respondió: “Malo. De ahí no sacaremos nada; lleva el pueblo en la cara”. Para Padre aquello fue un mazazo y se diría por sus muecas y aspavientos y el temblorcillo que le agarraba el labio inferior que le había proporcionado la mayor desilusión de su vida.”
(Viejas historias de Castilla la Vieja, de M. Delibes)

“La corza blanca, deseando escapar por el soto, se había lanzado entre el laberinto de sus árboles y, enredándose en una red de madreselvas, pugnaba en vano por desasirse. Garcés le encaró la ballesta; pero en el mismo punto que iba a herirla, la corza se volvió hacia el montero y, con voz clara y aguda, detuvo su acción con un grito, diciéndole:
--Garcés, ¿qué haces?
El joven vaciló y, después de un instante de duda, dejó caer al suelo el arma, espantado a la sola idea de haber podido herir a su amante. Una sonora y estridente carcajada, vino a sacarle al fin de su estupor; la corza blanca había aprovechado aquellos cortos instantes para acabarse de desenredar y huir ligera como un relámpago, riéndose de la burla hecha al montero.
--¡Ah, condenado engendro de Satanás!—exclamó Garcés con voz espantosa, recogiendo la ballesta con una rapidez indecible--; pronto has cantado la victoria, pronto te has creído fuera de mi alcance--; y esto diciendo, dejó volar la saeta, que partió silbando y fue a perderse en la oscuridad del soto, en el fondo del cual sonó al mismo tiempo un grito, al que siguieron después unos gemidos sofocados.”
(La corza blanca, de G. A. Bécquer)
“Estaba en el desván, y de pronto ocurrió algo difícil de creer. Sobre la mesa vieja de mi padre, y en menos de un minuto, se desarrolló la escena que paso a narrar. Un ratón, que parecía de blanca y milagrosa lana, se metió en la copa grande que desde tiempo inmemorial descansa allí; al instante, el gato de la vecina entró por la claraboya y se asomó a la cárcel del cristal donde se había metido el roedor. Debió de pensar: “Presa fácil”, y, sin dudarlo un momento, introdujo sus manos en la copa dispuesto a capturarlo. Pero no contaba con la astucia del ratón porque cuando entraba en el recipiente, el ratón salía de él valiéndose del cuerpo de su enemigo. Y éste, sin poder salir de su asombro ni de la copa, vio desesperado cómo el nevado ratoncillo huía ante sus propias narices. Ya dije que la historia no iba a ser creída fácilmente.”
(Historias increíbles, de Esteban Conde)

“El poste silbó malhumorado.
--¿Y a qué viene eso? ¿Qué cantan ustedes?
--Imitamos a un tren remoto.
--¿Y para qué? ¿Son ustedes el tren?
--No—reconoció el pino, avergonzado.
--Entonces, ¿qué pretenden con esa mixtificación? Ya que usted me interpela, le diré que no encuentro seria su conducta.
--¿Quizá le agrada más la canción de la lluvia?
--No.
--¿Acaso la canción del mar?
--Ninguna de ellas. Éste es un bosque sin formalidad. ¿Quién podría creer que árboles tan talludos pasasen el tiempo cantando como ranas? Yo no canto nunca, susurro apenas. Si ustedes acercasen a mí sus oídos, escucharían el murmullo de una conversación, porque a través de mí pasan las conversaciones de los hombres. Eso sí que es maravilloso. Sepan que vivo consagrado a la ciencia y que yo mismo soy ciencia y que todo lo que ustedes hacen a mi alrededor lo reputo como bagatela y sensiblería.”
(El bosque animado, de W. F. Flórez)

“Recuerdo haber oído contar que un español, no andaluz, se encontró en una casa de cierto lugar de Andalucía con esta inscripción:
K pan Kalá
Preguntó al dueño del local lo que esto significase, y el dueño, riguroso fonetista, le contestó que bien claro estaba lo que allí decía: Ca pancalá. Y como no pudiera sacarle de aquí, pidió le diera de aquel producto, que tal llegó a parecerle, encontrándose con que era cal para encalar.”
(El caballero de la triste figura, de Unamuno)

“Surgió un barco. Es posible que no fuera blanco; pero lucía candentemente como cincelado del sol y de blancura. Fue el mar para él como el cielo para el ave. Las aguas se abrían en rutas infinitas y gloriosas, dando un aliento de razas, de épocas, de pensamiento y de delicias. El mar, que nos había rendido y nos hizo suyos en una absorción cósmica, se recogía en una copa para nuestra sed. Ya no era la glorificación de su dinámica vaporosa soledad, sino belleza al servicio de los hombres, idea de forma; todo se caldeaba en forma de formas de emoción: el aletazo frío del viento libre, la alegría de la claridad, la claridad hecha mundo de aguas y de cielos, la inquietud perdurable.
(El ángel, el molino, el caracol de fuego, de G. Miró)


a) Diferencia los elementos realistas y los fantásticos presentes en los textos citando unos y otros.
b) Explica la objetividad y subjetividad con que se comportan los narradores. En este último caso, señala los elementos humorísticos y líricos. Razona tu respuesta.







4. El espacio y el tiempo

Tan importante como cualquier otro elemento narrativo (la acción, los personajes, el tiempo...) es el espacio puesto que sin él no podría articularse la estructura narrativa. Los lugares de la narración pueden ser muy diversos, desde paisajes abiertos y amplios en plena naturaleza hasta sitios cerrados y pequeños como una simple habitación, pasando por ciudades, calles, plazas, castillos, viviendas, etcétera. Y conviene no olvidar que la elección de cualquiera de estos espacios se debe a una motivación muy singular del narrador, pues normalmente ocultan una significación o una simbología. Es decir, el hecho de que aparezca en una narración un espacio interior o exterior determinados obedece a una connotación singular, al menos en la narrativa moderna. Veamos un par de ejemplos: el primero pertenece a Tiempo de silencio, de L. Martín Santos, en el que la descripción del lugar de los hechos, un quirófano, es muy significativa si se la relaciona con el personaje que aparece él, Florita:

"En contra de la opinión de los arquitectos sanitarios suecos que últimamente prefieren construir los quirófanos en forma hexagonal o hasta redondeada (lo que facilita los desplazamientos del personal auxiliar y el transporte del material en cada instante requerido) aquel en que yacía Florita era de forma rectangular u oblonga, un tanto achatado por uno de los polos y con el techo artificiosamente descendente a lo largo de una de sus dimensiones. No gozaba la paciente casiparturienta de niquelada mesa o de aceroinoxidada mesa con soportes de muslos para mejor obtener la posición ginecológica preferida por casi todos los artífices, sino acajonada mesa de pino gallego antes servidora del transporte de cítricos de la región valenciana..."

El segundo ejemplo corresponde a Las ninfas, de Francisco Umbral. El espacio aquí es una plaza y las calles adyacentes donde se desenvuelven dos tipos de personajes; unos de clase alta y otros de clase más modesta:

"La casa de Cristo-Teodorito, y la mía incluso, se asomaban un poco a aquella plaza, pero desde calles oscuras, estrechas y frías. seis calles entraban en aquella plaza o, mejor dicho, no entraban, sino que desaguaban allí su soledad sin faroles, y todo hacía subir el caudal de silencio y solemnidad que tenía el gran redondel. Una calle era afilada y fría como un cuchillo que venía del norte, otra era delgada y conventual, había un callejón corto, torcido y borracho, y una calle ancha y bella, con varias iglesias y conventos, y otra calle estrecha y pobre, que quedaba redimida por las luces que le venían de poniente, y, finalmente, una especie de calle comercial, con muchas mercerías y tiendas de comestibles."

Con todo, en una misma novela varían los espacios. Por ejemplo, en La verdad sobre el caso Savolta, de E. Mendoza, aparecen, además del paisaje urbano de Barcelona (el principal), con sus calles, sus prostíbulos, sus mansiones..., la ciudad de Valladolid, varias poblaciones de la provincia de Lérida, una sala de juzgado de Nueva York...
De todo ello se deduce que el espacio sirve en la narración entre otras cosas para causar cierto simbolismo (social, profesional, personal), ubicar a los personajes dentro de la acción o ayudar al lector a imaginarse dónde ocurren los hechos y viven los personajes. El medio lingüístico del que se vale el autor para hablar de los lugares de la novela es la descripción topográfica.

Lo mismo que hemos dicho del espacio, el tiempo es necesario para articular la estructura narrativa. El modo más sencillo de narrar una historia es empezar por el principio y acabar por el final; sin embargo, desde muy pronto los novelistas descubrieron que empleando la alteración temporal conseguirían relaciones que de hacerlas cronológicamente serían imposibles. En la narrativa contemporánea las modificaciones temporales son recursos muy empleados, y así, al lado de las escasas tramas que son contadas linealmente en la narrativa actual, la mayoría utiliza diversas técnicas referidas al tiempo: la llamada in medias res, el tiempo retrospectivo o flash-back, el tiempo simultáneo...

El tiempo lineal es el tiempo que avanza cronológicamente. Hasta el siglo XIX los casos son generales. Desde Cervantes a Galdós la trama se cuenta de modo causal y ordenado. Sin embargo, desde muy pronto, se empleaban otras técnicas. Por ejemplo, Ulises empieza la Odisea en la mitad de la historia, in medias res, cuando de regreso a Ítaca tras la guerra de Troya, retrocede para narrar las peripecias ocurridas hasta ese momento y luego reemprende la historia hasta acabar en su patria.

De todos modos, conviene distinguir tres tipos de tiempo: el que dura historia que se cuenta; el que emplea el narrador para referir los sucesos, y el que tarda el lector en leer la obra. Los más importantes son los dos primeros, que el novelista hace coincidir al final de la obra; sin embargo, a medida que escribe se vale de diversas técnicas para conseguirlo: condensando el tiempo que ha pasado en unas pocas frases, acelera el ritmo narrativo; eliminando momentos de la historia que el lector debe deducir atendiendo a otros datos explicitados, expresa el tiempo transcurrido; haciendo hablar a los personajes, hace coincidir los dos tiempos importantes.

Finalmente, cuando no coinciden el orden de la cronología de la historia y el orden del tiempo que emplea el narrador en la escritura, dan lugar a dos tipos de anacronía o ruptura del tiempo: la prolepsis o anticipación, que se produce cuando la narración principal se adelanta en el tiempo y cuenta sucesos que aún no han ocurrido realmente. Uno de los ejemplos más claros lo constituye Crónica de una muerte anunciada, de G. García Márquez.

"Victoria Guzmán, por su parte, fue terminante en la respuesta de que ni ella ni su hija sabían que a Santiago Nasar lo estaban esperando para matarlo. Pero en el curso de sus años admitió que ambas lo sabían cuando él entró en la cocina para tomar el café. Se lo había dicho una mujer que pasó después de las cinco a pedir un poco de leche por caridad, y les reveló además los motivos y el lugar donde lo estaban esperando."

Lo contrario es la analepsis o retrospección, que se da cuando la narración principal vuelve atrás en el tiempo para contar sucesos ocurridos. Como vemos en el siguiente fragmento de Primera memoria, de Ana Mª Matute:

"Procuré llevar el pequeño carro de mis recuerdos hacia las varas de oro, en el huerto, o a las ramas de tonos verdes, resplandecientes en el fondo de las charcas. (A una charca en particular, sobre la que brillaba un enjambre de mosquitos, verdes también, junto a la que oía cómo me buscaban, sin contestar a sus llamadas, porque aquel día fue la abuela a buscarme-- vi el polvo que levantaba el coche en la lejana carretera--, para llevarme con ella a la isla.)"


Lecturas y actividades
Lee los textos siguientes y responde las preguntas:

"Vine a Madrid para matar a un hombre a quien no había visto nunca. me dijeron su nombre, el auténtico, y también algunos de los nombres falsos que había usado a lo largo de su vida secreta, nombres en general irreales, como de novela, de cualquiera de esas novelas sentimentales que leía para matar el tiempo en aquella especie de helado almacén, una torre de ladrillo próxima a los raíles de la estación de Atocha donde pasó algunos días esperándome, porque yo era el hombre que le dijeron que vendría, y al principio me esperó disciplinadamente, muerto de frío, supongo, y de aburrimiento y tal vez de terror, sospechando con certidumbre creciente que algo se estaba tramando contra él, desvelado en la noche, bajo la única manta que yo encontré luego en la cama, húmeda y áspera, como la que usaría en la celda para envolverse después de los interrogatorios, oyendo hasta medianoche el eco de los altavoces bajo la bóveda de la estación y el estrépito de los expresos que empezaban a llegar a Madrid antes del amanecer."
(Beltenebros, de A. Muñoz Molina)

"Pons vivía en una casa espléndida al final de la calle Muntaner. delante d ela verja del jardín --tan ciudadano que las flores olían a cera y a cemento-- vi una larga hilera de coches. El corazón me empezó a latir de una manera casi dolorosa. sabía que unos minutos después habría de verme dentro de un mundo alegre e inconsciente. U mundo que giraba sobre el sólido pedestal del dinero y de cuya optimista mirada me habían dado alguna idea las conversaciones de mis amigos. Era la primera vez que yo iba a una fiesta de sociedad, pues las reuniones en casa de Ena, a las que había asistido, tenían un carácter íntimo, revestido de una finalidad literaria y artística.
Me acuerdo del portal de mármol y de su grata frescura. de mi confusión ante el criado de la puerta, de la penumbra del recibidor adornado con plantas y con jarrones. Del olor a señora con demasiadas joyas que vino al estrechar la mano de la madre de Pons y de la mirada suya, indefinible, dirigida a mis viejos zapatos, cruzándose con otra anhelante de Pons, que la observaba."
(Nada, de Carmen Laforet)

"La medianoche tocaba a su punto. la luna, que se había ido remontando lentamente, estaba ya en lo más alto del cielo, cuando al entrar en una oscura alameda que conducía desde el derruido claustro a la margen del Duero, Manrique exhaló un grito leve, ahogado, mezcla extraña de sorpresa, de temor y de júbilo.
En el fondo de la sombría alameda había visto agitarse una cosa blanca, que flotó un momento y desapareció en la oscuridad. la orla del traje de una mujer, de una mujer que había cruzado el sendero y se ocultaba entre el follaje, en el mismo instante en que el loco soñador de quimeras e imposibles penetraba en los jardines.
--¡Una mujer desconocida...! ¡En este sitio...! ¡A estas horas! Ésa, ésa es la mujer que yo busco-- exclamó Manrique; y se lanzó en su seguimiento, rápido como una saeta."
(El rayo de luna, de G. A. Bécquer)

a) Explica los tipos de espacio que aparecen en los textos anteriores.
b) Comenta el tiempo empleado en los fragmentos que acabas de leer.
c) Explica los recursos empleados en las descripciones presentes en los textos.
d) Haz un estudio de las formas verbales empleadas en la narración de los hechos.










5. Diálogos, monólogos, cartas y otros tipos de lenguajes.

Dejando aparte los diálogos como género de obra literaria en que se finge una plática entre dos o más personajes (los filosóficos de Platón o los didácticos de Juan de Valdés), nos centraremos en los diálogos que, junto a los pasajes descriptivos y otras formas de elocución, aparecen en el relato para dar vivacidad y fuerza a la psicología de sus personajes. Aparecen con raya de diálogo, con comillas, en estilo directo y en estilo indirecto, intercalados entre pasajes descriptivos, narrativos y de otro tipo.

"Cuando un socio pedía un libro de aquéllos, el conserje se acercaba de mal talante al pedigüeño y le hacía repetir la demanda.
--Sí, señor, la crónica de Vetusta...
--Pero ¿usted sabe que está ahí?
--Sí, señor, ahí está...
--El caso es... --y se rascaba una oreja el señor conserje--, como no hay costumbre...
--¿Costumbre de qué?
--En fin, buscaré la llave."
(La Regenta, de L. Alas "Clarín")

Cuando, como en el caso anterior, se citan las palabras textuales de los personajes entre rayas de diálogos y después de verbos de habla como "decir", "responder", etcétera, y dos puntos (:), se dice que el texto aparece en estilo directo. En caso de que se supriman los dos puntos y el contenido de las palabras de los personajes aparezca resumido y precedido de la conjunción "que" u otro nexo parecido, el texto está en el estilo indirecto, como en el ejemplo siguiente de Un hombre que se parecía a Orestes, de A. Cunqueiro:

"Alabó Eumón los estudios dramáticos de Filón el Mozo, y agradeció la copia de la pieza que trataba de los amores de doña Inés, y todavía el autor no había decidido qué título darle, y añadió el tracio que en su reino no había teatro, pero que si llegaba el desenlace fatídico de la tragedia, que le mandase el texto en copia iluminada, que la leería en voz alta con mucho gusto, y pagaría por ella lo que Filón el Mozo pidiese."

Sin embargo, existen novelas que adoptan en su totalidad la forma de diálogo. Paradox, rey, de Pío Baroja, o Las guerras de nuestros antepasados, de Delibes, son dos claros ejemplos. En esta última Pacífico Pérez, el protagonista, y el doctor que lo trata dialogan sobre diversos asuntos.

"Dr. - ¡Qué tipo tan original! ¿Y duró mucho esa situación?
P. P.- Ande, por él hubiera durado una vida, ya ve, menudo era. menos mal que la Corina se encampanó y le puso un día las peras a cuarto.
Dr.- ¿Se le enfrentó tu hermana al viejo?
P. P.-Cómo se lo diría yo, doctor, pero tampoco le choque que la Corina desde chavala tuvo mucho carácter. lo que pasa es que se lo guardó mientras la abuela Benetilde y madre estuvieron en casa, ¿entiende? Pero un día le picó el genio, que yo me pienso que se hartaría de tanto pitido, natural, y fue y se asomó a la ventana y le voceó: ¡Bisa, o deja usted tranquila la corneta o tendré que tomar una determinación!
Dr.- Pero ¿ se lo dijo así?
P.P.- Así se lo dijo, con todo el aplomo, como lo está usted oyendo..."

Los monólogos son técnicas narrativas (también teatrales) que consisten en introducir directamente en el texto la voz de un personaje que o bien habla solo para exponer opiniones o razonamientos o bien se dirige a un tú que no puede contestarle. Uno de los ejemplos más notables de monólogo de este tipo es el de Carmen, la protagonista de Cinco horas con Mario, de Delibes.

"Y yo, bien sabe Dios, que no lo quería por presumir que, al fin y al cabo, con traje blanco o sin él, una no deja de ser lo que es, pero después de lo de Julia, tú dirás, la gente, con la recámara que se gasta, que habría que oírla, y tú, todavía, "que ¿qué?", a ver si crees que te lo van a decir a ti. Lo blanco, Mario, por si no lo sabes, es símbolo de virginidad, para que te enteres."

Conviene, sin embargo, no confundir este tipo de monólogo con el llamado monólogo interior. Su creador, el escritor francés E. Dujardin, lo definió como el discurso que hace un determinado personaje para introducirnos directamente en su vida interior sin que el autor haga introducciones de ningún tipo. En nuestra literatura contemporánea existen numerosos ejemplos de monólogo interior, como en Señas de identidad, de J. Goytisolo, San Camilo, 1936, de C. J. Cela, El mercurio, de J. M. Guelbenzu o en Tiempo de silencio, de Martín-Santos. He aquí un ejemplo de este último:

"Pensar despacio. Saber que no pasa nada grave, que no hay más que esperar en silencio, que no puede pasar nada grave, hasta que el nudo se deshaga igual que se ha hecho. Estar tranquilo. Sentirse tranquilo. Llegar a encontrar refugio en la soledad, en la protección de las paredes. En la misma inmovilidad. No se está mal. No se está tan mal. Para qué pensar. No hay más que estar quieto. No pensar en nada. Llegar a hacer como si fuera un deseo propio estar quieto. "

Se suele emplear el monólogo interior para narrar sucesos, comentar acontecimientos o caracterizar a los personajes.
Muy parecido al monólogo interior es el llamado flujo de la conciencia, cuya característica fundamental es la emergencia del inconsciente a la superficie del texto, presentando desorden en la exposición, ideas que no guardan relación entre ellas, saltos temporales o frases sin terminar, como vemos en este fragmento de Tiempo de silencio:

"Si no encuentro taxi no llego. ¿Quién sería el Príncipe Pío? Príncipe, príncipe, principio del fin, principio del mal. Ya estoy en el principio, ya acabó, he acabado y me voy. Voy a principiar otra cosa. No puedo acabar lo que había principiado. ¡Taxi! ¿Qué más da? El que me vea así. Bueno, a mí qué. Matías, qué Matías ni qué. Cómo voy a encontrar taxi. No hay verdaderos amigos. Adiós, amigos. ¡Taxi!"

El género epistolar siempre ha estado presente en la literatura (obras enteras son epístolas o cartas, como las Cartas marruecas, de Cadalso, por citar un ejemplo del siglo XVIII). En otros casos la carta adquiere en las técnicas narrativas un peso muy importante, como el que proporciona a la trama de Pepita Jiménez, de Valera, el conjunto de cartas cruzadas entre la bella joven viuda y Luis, los dos personajes centrales de la novela. En la novela más actual puede aparecer el correo electrónico al lado de la carta al uso. Un ejemplo lo vemos en la obra de Juan José Millás, Laura y Julio (2006):

"La noche pasada imaginé que mi cuerpo se deshacía en átomos para atravesar la pared que nos separa. Todo empezó como una fantasía, pero te juro, AMOR, que al poco sentí que me deshacía de verdad, me disgregaba, y cada una de mis partículas traspasaba el tabique. Una vez en el otro lado, mis átomos se reunían de nuevo y me acostaba junto a ti, que dormías, tomándote de la cintura..."

Junto con la carta, la digresión ha desempeñado siempre en la narrativa un papel importante (recuérdense las novelas intelectuales del Novecentismo, por ejemplo, las de Pérez de Ayala). Mediante las digresiones, el narrador comenta y valora los hechos ocurridos, pero también expresa sus opiniones (a veces en boca de los personajes) sobre los más diversos temas culturales, sociales, artísticos, literarios, religiosos... como si fueran pequeños ensayos, sin conexión con el argumento de la novela. Por ejemplo, en la mencionada novela de Martín-Santos leemos digresiones sobre las ciudades que no tienen catedral, sobre Cervantes, sobre los toros, sobre la esencia y existencia del hombre, etc. Con ellas el lector conoce la visión del mundo del autor.

"¿Qué es lo que realmente Cervantes quería hacer? ¿Renovar la forma de la novela, penetrar el alma mezquina de sus semejantes, burlarse del monstruoso país, ganar dinero (...) para dejar de estar tan amargado como la recaudación de alcabalas puede amargar a un hombre? No es un hombre que pueda comprenderse a partir de la existencia con la que fue hecho. Como el otro --el pintor caballero-- fue siempre en contra de su oficio y hubiera querido quizás usar la pluma sólo para poner floripondiadas rúbricas al pie de letras de cambio contra bancas ginovesas. (...) ¿Qué significa que quien sabía que la locura no es sino la nada, el hueco, lo vacío, afirmara que solamente en la locura reposa el ser moral del hombre?"

Además de los citados, pueden aparecer otros lenguajes especializados, como el jurídico, el político, el humanístico-histórico, el administrativo, etc.. La verdad sobre el caso Savolta, de E. Mendoza, incluye varios de estos lenguajes aunque con intenciones paródicas: los artículos del periodista Pajarito de Soto poseen carácter de discursos políticos;

"En la empresa Savolta (...) se pensó, se planeó y se intentó lo único que podía planearse e intentarse. Sí, señores, la huelga. Pero los desamparados obreros no contaban con (¿me atreveré a pronunciar su nombre?) ese cancerbero del capital, esa sombra temible ante cuyo recuerdo tiemblan los hogares proletarios..."

ejemplo de lenguaje jurídico y judicial es el interrogatorio al que el juez Davidson somete a Miranda:

"JUEZ DAVIDSON: Explique usted de modo conciso y ordenado cómo conoció a Domingo Pajarito de Soto..."
MIRANDA. Estaba yo un día en el despacho de Cortabanyes cuando llegó Lepprince...);

mientras que el lenguaje administrativo aparece en los documentos de carácter oficial o privado, incluida la declaración jurada que presta el comisario Vázquez ante el cónsul de EEUU:

"Yo, Alejandro Vázquez Ríos, presto juramento y digo:
Que nací en Antequera (Málaga) el día 1 de febrero de 1872, que ingresé en el cuerpo de policía en abril de 1891 y, como tal, desempeñé mis funciones en Valladolid...";

o el lenguaje sentimental de novela rosa que, por ejemplo, Lepprince emplea para referirse a María Coral:

"Era suave, frágil y sensual como un gato; y también caprichosa, egoísta y desconcertante. No sé cómo lo hice, qué me impulsó a cometer aquella locura. Me sentí subyugado desde que la vi en aquel cabaret, ¿recuerdas? me sorbió la voluntad. la miraba moverse, sentarse y andar y no era dueño de mí. Me acariciaba y hubiese dado cuanto poseo de habérmelo pedido."







Lecturas y actividades
Lee los siguientes textos y responde las preguntas:

"Te quejabas ayer de que nuestra situación comienza a parecerse a una telenovela. Es verdad, Laura, amor, pero la telenovela es el relato por excelencia de nuestra época. Muchos escritores de los considerados cultos empiezan a referirse a ella con respeto y confiesan la envidia que les proporcionan sus autores. La posmodernidad, que es la época que nos ha tocado vivir, se caracteriza precisamente por el desprestigio de los grandes relatos. Nadie, excepto los investigadores, lee hoy las novelas que históricamente se han considerado importantes. Resultan indigeribles, a menos que te acerques a ellas con un afán arqueológico. Lo que se escribió pensando en el público ingenuo, que es el lector natural del género novelesco, es en la actualidad pasto de sabios y eruditos. La única forma de relato viva es la telenovela, en parte porque nos acerca al género oral, del que procedemos. No todas son buenas, desde luego, pero la tuya y la mía, puedes creerlo, amor, es de las que valen la pena. Separados por un tabique y por un patio interior, como dos presos que ocuparan celdas contiguas, estamos inventando, para comunicarnos, un código secreto cuya primera obligación es no parecerse a ningún otro. Pregúntame si tenemos sentido, si vale la pena sacar adelante una historia de amor condenada al secreto, y te diré que sólo las historias como la nuestra valen la pena."
(Laura y Julio, de J. J. Millás)

"Las viejas tienen que ser duras. No necesitan dormir. Para qué quieres dormir cuerpo fatigado si ya no distingues entre el cansancio y el reposo. para qué queréis cerros oídos finísimos a los que todavía no ha llegado el frío de los huesos. Para qué queréis cerraros párpados con azules bolsas con pliegues, con tegumentos supernumerarios, si gozáis todavía de la capacidad de ver de noche y asustar al que miréis cara a cara sabiendo que sabéis lo que él también sabe que habéis visto. ¡Es tan inocente!" (Tiempo de silencio, de L. Martín-Santos)

"Su vida era activa y no contemplativa, huyendo cuanto podía de no tener nada que hacer. Cuando oía eso de que la ociosidad es la madre de todos los vicios, contestaba: "Y del peor de todos, que es el pensar ocioso". Y como yo le preguntara una vez qué es lo que con eso quería decir, me contestó: "Pensar ocioso es pensar para no hacer nada o pensar demasiado en lo que se ha hecho y no en lo que hay que hacer. A lo hecho pecho, y a otra cosa, que no hay peor remordimiento sin enmienda". ¡Hacer!, ¡hacer! Bien comprendí yo ya desde entonces que Don Manuel huía de pensar ocioso y a solas, que algún pensamiento le perseguía."
(San Manuel Bueno, mártir, de Miguel de Unamuno)

a) Identifica el estilo directo e indirecto y justifica la respuesta.
b) ¿Cuál de los textos anteriores constituye un monólogo interior? Da razones.
c) En uno de los textos se dan a la vez los casos de carta y digresión. Identifícalo y explica los elementos que caracterizan a una y a otra.

Evaluación final

Lee los dos textos siguientes y contesta a las preguntas de abajo:

1.
"Sonaba el teléfono y he oído el timbre. He cogido el aparato. No me he enterado bien. He dejado el teléfono. He dicho: "Amador". Ha venido con sus gruesos labios y ha cogido el teléfono. Yo miraba por el binocular y la preparación no parecía ser entendida. He mirado otra vez: "Claro, cancerosa". Pero, tras las mitosis, la mancha azul se iba extinguiendo. "También se funden estas bombillas, Amador". No; es que ha pisado el cable. "¡Enchufa!" Está hablando por teléfono. "¡Amador!" Tan gordo, tan sonriente. Habla despacio, mira, me ve. "No hay más". "Ya no hay más". ¡Se acabaron los ratones! El retrato del hombre de la barba, frente a mí, que lo vio todo y que libró al pueblo íbero de su inferioridad nativa ante la ciencia, escrutador e inmóvil, presidiendo la falta de cobayas. Su sonrisa comprensiva y liberadora de la inferioridad explica --comprende-- la falta de créditos. Pueblo pobre, pueblo pobre. ¿Quién podrá nunca aspirar otra vez al galardón nórdico, a la sonrisa del rey alto, a la dignificación, al buen pasar del sabio que en la península seca, espera que fructifiquen los cerebros y los ríos? Las mitosis anormales, coaguladas en su cristalito, inmóviles --ellas que son el sumo movimiento--. Amador, inmóvil primero, reponiendo el teléfono, sonriendo, mirándome a mí, diciendo: "¡Se acabó!" Luis Martín Santos (Tiempo de silencio)

2.
"Una brillante mañana de junio Nemesio Cabra Gómez oyó descorrerse los baldones que clausuraban la puerta de su celda. Un loquero de barba negra y bata blanca que sostenía un cabo de manguera en la mano le hizo señas de que se levantase y saliera. El loquero echó a andar y se detuvo a pocos pasos.
--Tú delante --ordenó-- y sin trapacerías, o te arreo.
Y blandía el cabo de manguera que producía un silbido de culebra. Caminaron por los tortuosos corredores. Al pasar frente a las cristaleras que daban al jardín, Nemesio Cabra Gómez sintió la quemadura del sol y le deslumbró la luz y se pegó al vidrio a contemplar el cielo y el jardín donde otro internado taponaba hormigueros. El loquero le dio con la porra.
--Vamos tú, ¿qué te pasa?
--Llevo meses en aquel cajón.
--Pues no hagas tonterías o volverás a él.
Aquella fue la primera noticia que tuvo de que iban a soltarle. Se lo confirmó el doctor Flors. Le dijo que los médicos habían dictaminado su curación y que podía reintegrarse a la vida normal, pero que procurara evitar el alcohol y los excitantes, que no discutiera, que durmiera cuantas horas le pidiera el cuerpo y que visitase a un colega (cuyo nombre y dirección apuntó en una tarjeta) cada vez que se sintiera mal."
Eduardo Mendoza (La verdad sobre el caso Savolta)

a) Identifica el tipo de narrador presente en cada uno de los textos anteriores. Razona tu respuesta.
b) ¿Qué técnica narrativa se emplea en el primer texto? ¿Hay en él también diálogo? Explica uno y otro con citas del fragmento.
c) Identifica los personajes que figuran en uno y otro texto. ¿Qué intención movió a Mendoza a llamar a su personaje Nemesio Cabra?
d) En el texto de E. Mendoza identifica los ejemplos de estilo directo y de estilo indirecto.
e) Identifica los espacios presentes en los textos. Razona tu respuesta
f) Haz lo mismo con los tiempos. Explica las formas verbales de uno y otro.
g) Escribe una carta a un amigo transformando el primer texto. Luego indica qué semejanzas y qué diferencias hay entre el texto de tu carta y el de Martín Santos.

martes, 26 de enero de 2010

DE VISTA, DE OÍDAS, DE LEÍDAS

Lola Herrera y Valladolid







Anoche vi otro programa de Volver con, esta vez con Lola Herrera como protagonista. La famosa actriz volvía a Valladolid, su ciudad natal, a reencontrarse con sus fantasmas de niñez, adolescencia y primera juventud. Y lo mismo que yo, se encontró con la decepcionante sorpresa de ver que la casa donde había nacido en el popular barrio de las Delicias ya no existía. Existía, eso sí, el recuerdo y el aire y ciertas sombras y luces que le hacían aún emocionarase mientras caminaba por su antiguo barrio y descubría la plaza dedicada a ella, Plaza de Lola Herrera, una plaza abierta al sol, en la cual la actriz echaba de menos unos árboles que dieran sombra en el verano a la gente que viniera a sentarse a ella. Luego caminaba acompañada de su primer novio por Campo Grande y juntos recordaban el primer beso que Lola había recibido en su vida. Esos detalles y otros, como el de visitar la radio donde empezó a oírse su cristalina y castiza voz castellana y el teatro sobre cuyo escenario ganó un premio de canto, son los que de verdad importa de estos programas, cuya virtud consiste en situar al protagonista de cada medianoche del lunes en el entrañable marco espacio-temporal donde empezó a desenrollar la madeja de su vida como persona y como profesional.
Se da la casualidad de que Lola Herrera y Valladolid significan para mí mucho más que dos nombres. La ciudad castellana, tan cercana a la mía, siempre estuvo presente en mi vida y en la de mi familia. De esa tierra llegaron mis padres a Zamora tras la guerra huyendo de su horror; en ella nacieron mis dos hermanos mayores, y con el tiempo, viajábamos la familia siempre que podíamos para asistir a un acontecimiento feliz, una boda, un bautizo, aunque desgraciadamente también para despedir a un pariente. Recuerdo a mi padre muchas veces contándome cosas de Valladolid referidas a la historia, como que Felipe II había nacido allí, y me llevaba a ver el edificio regio y cierta ventana por la que el futuro rey de España daba limosna a los pobres. Con él visité la casa de Cervantes en la calle Miguel Íscar y contemplé por primera vez la estatua del poeta José Zorrilla en actitud de declamar un poema, acaso aquel que recitó en Madrid ante la tumba de Larra: "Ese vago clamor que rasga el viento / es la voz funeral de una campana..." Y me llevaba a pasear por Campo Grande, a ver las jaulas de los pájaros y la Fuente... ¡Ay, tantas cosas! Luego yo también volví a Valladolid por mi cuenta, en especial a ver jugar en el antiguo Zorrilla al Valladolid contra el Barcelona de mis amores, aunque ahora sé que lo del partido de fútbol era sólo un pretexto para pasear por las viejas calles de Valladolid para hacer volver lo que nunca vuelve pero cuyas emociones alimentan el alma. La Plaza Mayor, la iglesia de la Antigua, la calle de Santiago, el Teatro Calderón, la increíble fachada de San Gregorio..., pero nunca pude dar con aquella casa donde había nacido Felipe II.
Y de Lola Herrera, igual: sólo tengo buenos recuerdos. El primero de ellos y más importante sin duda fue verla actuar en el desaparecido teatro Barcelona, del Paseo de Gracia. Allí hacía de Menchu, una mujer que acababa de perder a su marido y, ante el cuerpo presente del mismo y antes de que vengan los empleados de la funeraria a llevarse el cadáver, hace un repaso a su vida en compañía del difunto en el que todo son reproches respecto de su forma de ser y de pensar. La obra en cuestión, Cinco horas con Mario, está basada en la novela homóloga de otro vallisoletano inmortal, Miguel Delibes, casualidades de la vida. A todos ellos y a cuantas personas se han mencionado aquí va dedicado este pequeño texto.

domingo, 24 de enero de 2010

MEMORIAS DE UN JUBILADO

Revistas







En cuanto vuelvo a Tossa después de un tiempo (ahora había pasado casi un mes desde la última vez, con el viaje a Menorca en el paréntesis), suelo darme una vuelta por la Biblioteca y sacar alguna revista, en especial la de Qué leer, para enterarme de cómo y por dónde van los tiros en Literatura.

El asunto de las revistas (de algunas de las cuales ya he hablado aquí) está íntimamente relacionado con mi vida, como tantas otras cosas que nada tienen que ver con los sueños y la ficción de las letras. Desde muy pequeño, allá en Zamora, solía ir a la Biblioteca municipal para hojear revistas (Blanco y Negro, Meridiano y otras cuyo nombre ahora no recuerdo); aquellas imágenes y estampas color sepia me transportaban a mundos que nada tenían que ver con la posguerra y viéndolas era una manera de escapar momentáneamente de aquella dura y difícil realidad.

Luego, ya en Barcelona, fui testigo de la colección que mi padre fue haciendo de una revista de toros llamada El Ruedo, cuyos números adquiría en el querido Mercadillo de Libros de San Antonio, de tan dulce recuerdo, números que con el tiempo, una vez desaparecido mi padre y cuando más falta hacía que siguiera El Ruedo recordando a su coleccionador, también desparecieron (misterios de la manía del orden y la limpieza). Allí, en el popular Mercadillo, encontré yo mismo hasta más de cien números de la revista médica La hora XXV, que contenía secciones dedicadas al mundo de la narrativa (incluía relatos y novelas cortas de escritores universales) y la poesía (pequeñas antologías de poetas españoles) que aún consulto.

En la Universidad colaboré con una revista de la Facultad de Letras que se llamaba Moira, y por entonces, los años 60, escribí un poema para la revista de pintura donde mi amigo Albert incluía reproducciones de su obra pictórica, un poema que empezaba "Pintar es ilustrar el blanco silencio de la tela / con sueños del pintor que van haciéndose realidad / con manchas y líneas de color..."

Hablando de poemas, había entonces en el mercado editorial numerosas revistas de literatura y poesía, algunas de las cuales solía comprar para enterarme de los itinerarios que seguía nuestra literatura en aquellos años 60 y 70, como La Estafeta literaria, Revista de Poesía, Ínsula y otras. Luego, cuando fui entrando en el mundo de la creación literaria y las tertulias poéticas, colaboré en algunas de ellas, hasta llegar a las ya citadas aquí, en mi blog, como Azor, El zumo sumo, Norte, Alor Novísimo, Bahía y un largo etcétera que acaba en Traslapuente, Cátedra Nova o El laberinto de Ariadna.

Revistas y revistas, páginas dedicadas a hablar de Literatura y Poesía, como esta de Qué leer que tengo en mis manos. En este número de enero, cuya portada trae el rostro enigmático y siempre sugerente de Paul Auster, he podido leer noticias sobre la literatura que en estos últimos meses se ha escrito sobre los zombis, después de que hayan desbancado a sus hermanos los vampiros, sobre cocina, el propio Auster y otros escritores de moda como Jostein Gaarder, James Salter, o la siempre recordada George Sand. Aunque las secciones que más me interesan son Novedades, Críticas, Actualidad o El desván del profesor Merluzson. Sin olvidar la titulada Memoria 2009, dedicada a recordar por un lado los libros del año (La noche de los tiempos, El símbolo perdido, Anatomía de un instante o Gabriel García Márquez, una vida) y por otro Los más de los más, entre los que destacan los más llorados (los que nos han dejado este año), como Giménez Frontín, Francisco Ayala, Mario Benedetti, Baltasar Porcel o Corín Tellado, entre otros. La recomiendo. Pero no sólo el número de enero, que acabo de reseñar tan someramente. En Qué leer el lector verdadero verá los caminos que sigue la Literatura en todos sus géneros y no sólo la referida a nuestro país.


viernes, 22 de enero de 2010

DE VISTA, DE OÍDAS, DE LEÍDAS



A propósito de dos poetas




Últimamente en los medios de comunicación se habla de dos centenarios de sendos poetas por motivos diferentes. Me refiero por un lado al gran Edgar Alan Poe (Boston, enero de 1809 - Baltimore, octubre de 1849) y por otro a nuestro querido Miguel Hernández (Orihuela, octubre de 1910 - Alicante, marzo de 1942).


Respecto del primero, la noticia que circula es que hasta el año pasado un alma caritativa y sin duda un incondicional admirador del autor de las famosas Narraciones extraordinarias (que yo de niño releía e imitaba) depositaba desde hacía unos años sobre su tumba una botella de coñac y unas rosas rojas todos los 19 de enero, fecha de su nacimiento. Y este año de 2010, por causas que se ignoran, el 19 de enero pasado no han aparecido sobre la tumba de Poe ni el coñac ni las rosas. ¿Tal vez esa persona anónima, silente admiradora de Poe, se ha ido a reunirse con él al Más Allá? Bello motivo para un poema y para la reflexión.


Respecto de Miguel Hernández, la noticia de que se hacen eco todos los medios de comunicación es que el cantautor y admirador de la poesía del alicantino Joan Manuel Serrat, que ya en 1972 musicó y cantó muchos bellos poemas de Miguel Hernández (El niño yuntero, las Nanas de la cebolla, la Elegía a Ramón Sijé y tantos otros que todos lo de mi generación tarareábamos emocionados), ahora quiere homenajear al autor de El rayo que no cesa en el centenario de su nacimiento con la colección titulada Hijo de la luz y de la sombra, basada en otros poemas de Miguel Hernández. La gira internacional la comenzará Serrat en Alicante el próximo marzo (cosa bastante lógica, por otra parte, por ser allí donde el poeta nació y murió de forma tan trágica e injusta). Espero con ansiedad oír la temblorosa y ronca voz de Serrat cantando la pasión y la fuerza de los versos de uno de nuestros mejores poetas.

jueves, 21 de enero de 2010

MEMORIAS DE UN JUBILADO

Viajar (7)









Acabamos de llegar de Menorca, de un viaje al viento, al mar, a la calma de andar sin prisas y archivar en el corazón, también sin atragantarse, la belleza que esa isla reserva a quienes desean dejarse sorprenderse como niños. Y estoy poniendo pie a las fotografías que he hecho durante los días pasados allí, como hago después de cada viaje, desde que decidiera hacerlo tras mi vuelta a Zamora, mi ciudad del alma, algunos años atrás, después de quince años (se dice bien, quince años) sin volver a ver su río, sus puentes, sus murallas, sus barrios y sus gentes. Entonces tuvimos la suerte de alojarnos (allí ya no tengo casa ni sitio alguno donde pueda ir a dormir, salvo el que la amabilidad del amigo de la infancia, al que llamo Lolo el Gallego, me ha ofrecido tantas veces) en el Hotel Las Infantas, a un paso de la arteria vital más importante de la ciudad, mi querida calle de Santa Clara, por donde bajábamos y subíamos de chicos para encontrarnos con la chica de nuestros sueños. El Hotel era nuestro campamento de operaciones: desde allí salíamos cada mañana a desayunar al bar del mercado del chocolate y los churros y luego partíamos hacia lugares diferentes de la ciudad, cada día a uno distinto: al Castillo y la Catedral y los alrededores; a Cabañales, las cantinas y las huertas; a la Plaza Mayor y las cuestas vecinas llenas de recuerdos infantiles; a la zona de la avenida donde se encuentra el Instituto donde estudié el Bachillerato y la nueva expansión de Zamora... También visité la tumba del poeta paisano Claudio Rodríguez en San Atilano. De aqul viaje a Zamora después de tantos años surgió un poemario, Dejaremos perder estos días, con el que gané el premio de la Ciudad de Montoro al año siguiente.

También he escrito algún poema durante este viaje a Menorca y tal vez forme con ellos y los recuerdos de la isla más oriental de España una pequeña colección de poemas. El premio ya lo tengo sólo con haber vivido el milagro de diez días en Villacarlos, Mahón, Ciudadela, Trepucó, Son Bou, Cala de San Esteban... bajo el cielo gris de Menorca, lluvioso a veces y otras con espléndidos paréntesis de sol en rincones donde el mar y el viento juegan papeles importantísimos, pero también las taulas y talaiots, las tancas de piedra, los prados, las calas de ensueño donde duermen los yates en espera del siguiente verano, las esculturas de las plazas calladas de Mahón y Ciudadela, los pasadizos que llevan a mirandas sobre la ensenada de Mahón, puerto natural bellísimo y uno de los más grandes de Europa, las riquezas monumentales que sorprenden en cualquier plaza y tras doblar una esquina, como la de la Catedral de Ciudadela o el Carmen de Mahón, las bellezas naturales de las playas salvajes de Santa Galdana o San Bou, que además posee unas recoletas ruinas de una basílica paleocristiana. En fin, una colección de sorpresas para la mirada y emociones para el corazón.


martes, 19 de enero de 2010

DE VISTA, DE OÍDAS, DE LEÍDAS





Volver






Anoche vi en la primera cadena de TV un programa de los que hacían falta. Es de nueva factura y se llama Volver con..., en el que se presenta un lugar determinado de nuestra España (en el caso presente, el pueblo madrileño de Chinchón, famoso por su anís, entre otras cosas) y una persona de fama reconocida hija del lugar mencionado (anoche, la simpática figura del actor de cine, teatro y televisión José Sacristán). El programa me hizo pasar momentos muy emocionantes pues José Sacristán en su paseo por su natal Chinchón nos va presentando familiares y amigos de la infancia y rincones entrañables donde él vivió multitud de aventuras. Mientras cambiaba impresiones con las personas que el tiempo ha envejecido pero que la memoria mantiene siempre jóvenes, yo envidiaba sanamente al conocido actor que yo he visto tantas veces en el cine (El viaje a ninguna parte, La colmena, La familia y uno más, entre otros títulos), en el teatro (Almacenados, Cristales rotos o Las guerras de nuestros antepasados, basada en la homóloga novela de Delibes, y en la que le vi encarnar magníficamente a Pacífico Pérez en la Sala Villarroel de Barcelona no hace muchos años) o en la televisión (Éste es mi barrio, Teatro de siempre...), lo envidiaba sanamente, decía yo, mientras lo veía anoche en televisión andar por su pueblo y entrar en los lugares que significaron muchísimo para su vida de niño (la casa paterna y las de otros miembros de su familia) hablando con familiares y amigos de las cosas que aún permanecen en ellas y evocan momentos felicísimos), porque desgraciadamente yo ya no puedo, cuando vuelvo a mi natal Zamora, entrar en muchos sitios que me hicieron muy feliz y ni mucho menos en la que fue mi casa natal porque hoy se ha convertido en una pensión (aunque pueda hablar aún con algunos amigos y dé alguna vuelta por el barrio, que eso nadie puede arrebatarme si no es el tiempo, goma de borrar inexorable que lo destruye todo). Estoy esperando con ansia el siguiente programa de Volver con... para ver qué lugar y qué personaje se vuelven a encontrar después de tanto tiempo.

sábado, 16 de enero de 2010

DE VISTA, DE OÍDAS, DE LEÍDAS

A propósito de Camus





Ahora que estamos sacudidos por la enorme tragedia del terremoto de Haití, tragedia que no hace más que recordarnos lo absurdo que puede llegar a ser el mero hecho de vivir, que ahora ríes o haces el amor y al segundo siguiente el mundo se cae sobre ti y desapareces, ahora que de nada sirve lamentarse ante la inexorabilidad de estas catástrofes naturales que se lleva por delante centenares de miles de vidas humanas de golpe, no puedo por meno de evocar el mito de Sísifo, del que recogió la idea esencial para uno de sus ensayos más conocidos el escritor francés premio Nobel Albert Camus (1913-1960), que perdió la vida en un accidente de coche cuando tenía en mente varios libros más y la vida le sonreía como nunca. Y dado que ahora se cumplen los cincuenta años de su muerte, ¿qué mejor que dedicarle este espacio a la vez que seguimos teniendo en mente la horrible experiencia que está viviendo el pueblo haitiano?

Para ello, elegimos unas frases salidas del corazón y la mente de Camus:


Me decían que eran necesarios unos muertos para llegar a un mundo donde no se mataría.


El éxito es fácil de obtener. Lo difícil es merecerlo.


El hombre tiene dos caras: no puede amar sin amarse.


No ser amado es una simple desventura. La verdadera desgracia es no saber amar.


En el hombre hay más cosas dignas de admiración que de desprecio.


Para la mayoría de los hombres la guerra es el fin de la soledad. Para mí es la soledad infinita.








jueves, 14 de enero de 2010

REFLEJOS DE MENORCA

Viaje al viento









Cuando esta mañana tomábamos el autobús para recorrer media isla en busca de la Menorca tradicional, la de sus riquísimos embutidos, quesos y la famosa ginebra menorquina Xoriguer, a base de frutos de enebros, pero también de la Menorca de las playas vírgenes y salvajes, no suponía que nos íbamos a encontrar con la libertad salvaje del viento en la playa de Son Bou, donde el mar enloquece de rabia y lanza sus espumas furibundas contra las rocas de la orilla. El viento enlquecía también nuestros cabellos mientras nos asomábamos a la pasarela de las marismas para contemplar el espectáculo. Sólo permanecían a salvo por unas tancas blanqueadas ((aquí son tancas las tapias levantadas por piedras de rocalla de las que tanto abundan en la isla) las ruinas de la basílica paleocristiana del siglo V, cuyas sagradas piedras, a un paso de la orilla del mar salvaje, recuerdan un mundo de recogimiento y paz.

miércoles, 13 de enero de 2010

REFLEJOS DE MENORCA

Taulas y talaiots






Como todo el mundo sabe, Menorca es la isla que más monumentos megalíticos contiene. Y éstos aparcen aparecen diseminados por todos los rincones de la isla, más o menos cerca de la costa o en el interior, rodeados de tancas (tapias levantadas con piedras de rocalla sin argamasa) y prados donde pastan, ajenas a su poderosa presencia, ovejas, vacas, caballos..., o rodeados de acebuches o sabinas. Les da lo mismo el lugar a estas construcciones prehistóricas con funciones diversas, desde funerarias, como las famosas navetas (especie de naves invertidas), hasta defensivas o vigilantes (el caso de los imponentes talaiots) y meramente religiosas, funciones que se atribuyen a las denominadas taulas por su forma. Están ahí como testigos de otras culturas, de otros tipos de mundos prehistóricos que pertenecieron a los primeros pobladores de la isla. Un conjunto escepcional de estas construcciones de piedra milenarias lo forma sin duda el Poblado de Petrucó, a escasa distancia de VillaCarlos y Mahón, y donde el viajero curioso y que no tema a los malos caminos o estrechas carreteras (si bien unos y otras cuentan con acertados letreros que indican el itinerario para llegar hasta el impresionante Poblado) vivirá una extraordinaria experiencia al hallarse en medio de su recinto, un recinto abierto todos los días de la semana, menos los lunes, y donde podrá admirar un par de talaiots casi completos y una taula de las mejor conservadas de la isla. El silencio allí reinante y la soledad del visitante entre tan imponentes monumentos de la antigüedad cobran una magia inigualable.

martes, 12 de enero de 2010

REFLEJOS DE MENORCA





Ciudadela




Mahón y Ciudadela son las dos ciudades más importantes de Menorca que abren y cierran la isla con sendos puertos naturales cada cual más hermosos. De sus puertos ya he hablado alguna cosa (en especial del de Mahón), y ahora toca hablar del corazón histórico de Ciudadela, a donde me he desplazado hoy desde el otro extremo de la isla para sentir cómo sigue latiendo en el siglo XXI. Y puedo asegurar que en cuanto he pisado la Plaza del Born, sin necesidad de internarse por las calles del Roser o de la Catedral o de las Arcadas (que también, y allí el viajero atento podrá vivir sensaciones inolvidables de belleza y arte), he podido notar el alma antigua de Ciudadela vivir en el cuerpo de piedra del Ayuntamiento, del Obelisco, del palacio de Torre Saura... Aquí, en esta plaza, ahora en obras como tantas bellezas de Menorca, el viajero puede hacerse una idea de lo que le espera cuando deje ir a sus pies y su intuición por los alrededores. No voy a ser yo quien se lo descubra. Baste con aconsejarle, si tiene la ventura como yo de pisar esta bella isla, que se pierda un día por el corazón antiguo de Ciudadela.

lunes, 11 de enero de 2010

REFLEJOS DE MENORCA



La cala de San Esteban




Hay lugares es esta parte del este de Menorca que una vez vistos es difícil olvidarlos. Parece un tópico, pero en este caso es verdad. Uno de ellos es el llamado Sol del Este, una urbanización con encanto singular que posee una cala de ensueño y la suerte de ser el primer sitio de España donde da el sol naciente (claro que también por eso mismo el el primero que deja de recibir sus rayos). Además cuenta con unas vistas impresionantes del lugar pavoroso donde el puerto de Mahón choca con el mar abierto, con lo desconocido. Otro lugar de esta parte de Menorca digno de ser visitado aunque sea sólo por unas horas es la Cala de San Esteban. Ya el camino que conduce al paseante sin miedo hasta las mismas aguas silenciosas de la cala vale la pena. Prados con vacas, tancas de piedra de rocalla que separa los pastos, rocas excavadas por el agua paciente de la naturaleza, pitosporos gigantes que dan sombra al camino pedregoso, casas de recreo colgadas de las alturas, restos de fortificaciones, torreones de vigilancia... y sobre todo el mar y sus caprichosas orillas.

domingo, 10 de enero de 2010

REFLEJOS DE MENORCA

Mahón


Por fin el tiempo nos da una tregua y amanece un día azul y soleado. Aunque frío. Así que, tras desayunar en el hotel, tomamos el autobús de Mahón en la parada de la iglesia del Roser de Villa Carlos. En poco más de veinte minutos estamos en la Estación de autobuses de Mahón, junto a la Explanada. De aquí al puerto hay un paseo lleno de sorpresas agradables. El teatro principal, la estatua de la cantante Pilar Alonso, la plaza del Ayuntamiento y la iglesia de Santa María, la vista impresionante más grande del Mediterráneo desde lo alto, la curiosa plaza de España donde se levantan tres joyas para la vista: el Mercado que visitó Alfonso XIII, la iglesia del Carmen y el Claustro del Carmen, hoy convertido en un lugar de asueto y supermercado, así como de lugar de paso para los viandantes que buscan otras rutas... La sensación, pasarse un buen rato caminando por el Paseo Marítimo ante los lujosos yates atracados a su extensísimo muelle, verdaderos hoteles de lujo flotantes y sentarse a contemplar la entrada y salida de buques, al amparo de la estatua de la sirena, testigo mudo de tanta belleza. En sombra, permanecen asomados sobre la roca viva al mar los vistosos edificios que ascienden hacia el cielo como casas colgadas, entre las que sobresalen las típicas construcciones británicas, que hablan así del antiguo dominio inglés sobre la isla.

sábado, 9 de enero de 2010

REFLEJOS DE MENORCA


El tiempo


Como nos imaginábamos antes de venir a Menorca, el tiempo es lluvioso aunque con maravillosos paréntesis de sol, y ese es el momento de ver salir de la melancolía que dan las nubes grises el brillo de las fortificaciones asomadas al mar, las casas blancas, los pretiles del puerto, las fachadas de los restaurantes cerrados, los barcos atracados a los muelles y a las pasarelas de la Cala Corp, que es el lugar donde está situado el hotel Hamilton. Darse un paseo cuando las nubes dan una tregua por estos lugares a un paso del mar es un gozo poco vivido. Y aunque el segundo día tampoco haya lugar para levantar el vuelo hascia Mahón, que es lo que estaba previsto, nos quedamos con esta luz que baña a veces el refugio coqueto de Calas Fonts.